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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

Magia gris

Prendas grises de Pull and Bear y Zara

Ana Fernández

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Solemne, el gris juega a la polivalencia y triunfa, según la época, en ropas, decoración, arquitectura… Luego, puede regresar a su misteriosa esquina del color serio, discreto, sólido, ¿neutro?, industrial, nuclear, científico, aeroespacial y de las inteligencias.

El uniforme medieval de la pobreza eran los tejidos grisáceos sin teñir. A la nobleza de la Ilustración le dio un tiempo por los delicados grises de la seda y los brocados. Con las guerras mundiales arreció el gris. La España del NO-DO era terrible y opresivamente plomiza. El telón de acero calentó la carrera armamentística. Gris es la Luna, como se confirmó en 1969. También es posible que la trampa neoliberal llenase Wall Street de trajes marengos de raya diplomática y contadas ejecutivas de gris Calvin Klein. De los 90 aún se recuerda el rompedor vestido soso gris de Kate Moss en la edición de Cannes de 1997. Y en pleno siglo XXI, otra, quizás pasajera, ola gris alcanza prendas de ropa cómoda, tejido vaquero, faldas tubo, chaquetas, pantalones cargo, deportivas Nike y otro calzado, plumíferos, tules, satén, jerséis de lana, muebles y decoración e industria del automóvil (porque gustan últimamente los híbridos o eléctricos de ese sobrio y elegante color, véase Cupra o Mini España).

¿Cómo interpretar el regreso de la escala de grises? ¿Hartazgo de la busca de protagonismo y colorín en las redes sociales? ¿Camuflaje de perfil bajo por el temor a ser objeto de críticas y juicios? ¿Potenciar un físico atractivo y una fama arrolladora al situarlos junto la insípida sencillez del gris? ¿Conjugación del lujo silencioso? ¿Hipócrita austeridad en sociedades en las que crecen exponencialmente la acumulación de la riqueza y la desigualdad? ¿Algún cambio para cambiar lo mínimo en el teatro de Davos? ¿Versiones ideológicas contemporáneas de Margaret Thatcher, nuevas damas o señores de hierro despeinados? ¿Calculada mercadotecnia sobre miles de personas maduras con poder adquisitivo?

Existe una magia del gris. Y no es por Gandalf. Ni por el mármol donde imaginamos que descansa la soberanía popular (feliz por haber quitado al fin de la Constitución Española la palabra “disminuidos”). Ni por el cabello de plata de la poderosa presidenta del Banco Central Europeo; sino porque posiblemente ningún otro color es capaz de mostrar y ocultar tanto al mismo tiempo.

Gris es el martillo de la tenacidad; grises las nubes preñadas de agua y las obras y conexiones hidráulicas que deberían ser siempre la prioridad; grises los recovecos utilizados por los entes depredadores del patrimonio y el interés público (conviene leer el libro de Mariana Mazuccato y Rossie Collington sobre las consultoras); gris la invisibilidad de los trabajos no valorados y de las personas orilladas; de un gris indestructible, la memoria de las víctimas que esperan justicia y reparación, entre ellas las mujeres esclavizadas por el nazismo -sobre lo que narra Fermi Cañaveras-; grises los planos del mejor cine en B/N, y sinfonía gris sobre fondo negro, la universal condena de las guerras que es el Guernica.

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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