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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

Al timón

1984 y La fiesta del fin del mundo

Ana Fernández

24 de octubre de 2025 20:21 h

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Existe el malestar de bracear en el caos; un caos perceptible en el ambiente social. Es algo histórico, planetario, presente en nuestro día a día.

De hecho, no resulta extraño tener la cabeza enmarañada de ideas contrarias, de neblinas, de opacidades, de dudas sobre qué será verdad o bulo, certeza o mentira, dato, publicidad encubierta o espejismo de manipulación.

Menos mal que casi siempre vence la lucidez y se impone nuestra habilidad de especie para reconocer el tacto suave, la punzada o el bofetón de la realidad.

Porque quién no se indigna al abrir las redes sociales y asomarse a la última de Trump, peligrosísimo rey del meme; quién no siente el dolor de la revictimización que causa la anti-gestión de la crisis de los cribados del cáncer de mama en Andalucía; quién no siente náusea del modo en que las causas y las personas suelen ser utilizadas o borradas o ninguneadas para un ventajismo o un oportunismo, orillándose lo importante, lo que debe de estar en pie, con firmeza y sostenibilidad, para garantizar el ejercicio de los derechos humanos y los bienes de la democracia.

Imagino, pues, que no seré la única en sentir, en este imprevisible siglo de Internet y la IA, un caos desintegrador y empobrecedor merodeando por nuestras mentes, nuestros sentimientos, nuestras potencias como seres humanos, nuestras ciudades y comunidades, nuestras conciencias, nuestra capacidad de empatía y solidaridad… Debilitando, en suma, nuestra fuerza de oposición y organización de alternativas ante la injusticia y el expolio (de los recursos naturales y un medio ambiente saludable, por ejemplo) sufridos en carne propia o ajena o en ambas.

Ulises, el de la Odisea, navegó el caos: no es que el héroe braceara en él, sino que surfeaba tsunamis. Si superó la trampa cósmica es porque su mente y su fuerza moral eran sólidas como el casco de Atenea, porque alimentaba la esperanza, y, sobre todo, porque sabía dónde quería dirigirse: el destino estaba más que fijado y más que claro: Ítaca.

¿Cuál es, por tanto, el origen de esta sensación de caos, de confusión, de ir al final del juego infantil del látigo, de sentirnos llevados no exactamente al lugar que queremos sino al que nos permiten o nos guían, de estar moviéndonos sin tener el control, ni de la dirección, ni de la velocidad, ni de dónde podríamos acabar estrellados?

A primera vista, se intuye que la era del caos hunde sus venenosas raíces en múltiples pozos. Quizás para salir de ella y desenredar nuestra humanidad su asfixiante y asesina maraña, sirven algunas de estas herramientas.

1) Recursos y pistas accesibles en el periodismo de calidad, las bibliotecas, las librerías y las ferias del libro. Obras como 1984, de Orwell, el Premio Anagrama de Ensayo 2025, La fiesta del fin del mundo, de Natalia Castro Picón, o Sin relato, de Lola López Mondéjar.

También, la misión ineludible de: 2) Marcar un puerto alternativo, seguro, conocido y consensuado al que arribar (y no la estafa de las actuales cúpulas mundiales). 3) Activar todas las barredoras de estorbos a la equidad y todas las aspiradoras de reliquias y recovecos legales y burocráticos que dejan desprotegido al débil y protegen al fuerte, pues no dejamos de leer casos como el de una ciudadana que en 2025 está en riesgo de perder su vivienda por culpa una legislación franquista o de un matrimonio de octogenarios que tras litigar en los juzgados han recuperado unas tierras que se comió la madrileña autopista M-50. Y por encima de todo: 4) Contar con todas las personas y un justo concierto internacional a la hora de manejar el timón.

¡A nuestros puestos! Y no basta resistir, hay que dar impulso. 

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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