Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
Desnudez
Hay cosas en el Génesis que no cuadran. Salta a la vista. Entre ellas el modo en que la vergüenza se adosó a la desnudez desde el minuto uno del relato judeocristiano. Lo lógico y natural, ante la avalancha de calamidades y dura vida que se precipitaba sobre Eva y Adán en el momento de saberse expulsados del paraíso, era que sintieran frío o desprotección en su piel desnuda, pero no rubor ni ese bochorno temporalmente posterior, de raíz cultural o socialmente construida.
De aquellas hojas de higuera entrelazadas con que se cubrió la bíblica pareja surgen la necesidad de vestirse y de desnudarse; la capacidad de comunicar mediante el adorno y la vestimenta o la escasa o nula vestimenta; la utilización del desnudo como pódium de perfección, como antesala de misterios, seducciones y placeres, como materia de cánones y benditas diversidades, como emblema del Humanismo o arma reivindicativa; las oposiciones desnudo-tapado, decoroso-escandaloso, público-íntimo, etc., tan polivalentes y cambiantes, y ese casi generalizado huir de vernos sin ropas, al natural, por distintas, comprensibles, justificadas o también estúpidas razones.
Este pensar sobre la desnudez ha tenido su origen en el juego representado por exitosos productos de maquillaje bautizados como ‘Naked’ o ‘Nudes’ (desnudos), en alusión a la apariencia de pieles o rostros naturales pero embellecidos que se logra con ellos. Concretamente, Urban Decay, una marca pionera en dar nombres gamberros a los tonos de sus barras de labios, acaba de relanzar su paleta de sombras de ojos ‘Naked’ original. Y así, con una perspectiva de nuestro siglo y nuestra realidad global, me puse a rebuscar en la interminable historia del desnudo, guiada entre otros por Mary Beard.
El desnudo ha cambiado, y es más plural, a la par que las sociedades. No obstante, emergen amenazas y delitos como que nos conviertan en carne de un desnudo que no es el nuestro, y contradicciones terribles: puede resultar muy difícil parar la viralización imágenes que afectan a la intimidad y la propia imagen de las personas, mientras que se censura una publicación sobre lactancia materna porque aparece un pezón.
Otra cuestión que eriza la piel es el modo en que las tecnologías de información, las redes sociales, la biometría y ¡qué sé yo qué más!, pueden desnudarnos minuto a minuto, con independencia de llevar o no ropa, pues se monitoriza nuestra actividad, nuestras búsquedas, nuestras publicaciones, nuestras compras, nuestro tiempo y horario online, nuestra localización…
Y lo peor, posiblemente lo peor, es algo totalmente contrario a nuestra voluntad de estar desnudxs o de mostrarnos más o menos vestidxs: es que existe, se impone y no se ha logrado erradicar aún por la comunidad internacional, la criminal cobertura absoluta del cuerpo de las mujeres por el régimen talibán.
¿Qué es hoy estar desnudx? ¿Quién nos desnuda sin que lo sepamos? Y si se forja un mundo con robots, cuál será la opción dominante. ¿Robots máquina o robots humanoides con su vestimenta y su desnudez?
Voy a maquillarme al estilo de la replicante Rachael, con mi paleta Naked, claro.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
Sobre este blog
Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
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