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A. Fresno

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Desde primeras horas de la mañana el ambiente en la plaza de los Capuchinos era diferente. El cielo vestía de un color azul intenso y las temperaturas eran agradables, típicas de esta primaveral época del año. Junto al Cristo de los Faroles poco a poco se fueron arremolinando miles de devotos que, fieles a la tradición, se acercaron hasta la iglesia de San Jacinto para rendir pleitesía y ponerse a las plantas de la Virgen de los Dolores, la más importante devoción de la ciudad. Las emociones estaban a flor de piel a pocas horas del inicio de la Semana Santa de 2022, posiblemente la más esperada de los últimos años. Es Viernes de Dolores en Córdoba.

La plaza de los Capuchinos era un continuo ir y venir de personas. Como suele ser habitual en esta jornada, en torno a la iglesia de San Jacinto se formaron largas colas de devotos que quisieron cumplir con la tradición de visitar a la Virgen de los Dolores en su día. Cordobeses de todas las edades, desde los más pequeños -entre los que posiblemente haya muchos que sea su primer Viernes de Dolores- hasta los más mayores, que con ramos de flores y lágrimas en los ojos se acercaban hasta la imagen. “Esta es la Virgen de mi abuela, de mi madre, de mis hijos y de mis nietos. En ella está toda mi vida y todos los Viernes de Dolores vengo a verla”, decía una señora, visiblemente emocionada, poco antes de acceder al interior del templo.

La Virgen de los Dolores lucía sus mejores galas para la ocasión sobre su flamante peana, recientemente restaurada por Regespa. Por un lado, el manto de Albuquerque, datado en el siglo XIX y que es fruto de la donación del obispo Juan Alfonso de Albuquerque, de ahí el sobrenombre con el que es conocido. La saya, por su parte, era la del cordero, realizada también en torno a la misma fecha del manto y donada igualmente por el citado obispo, de ahí que siga el mismo estilo del mismo. Sobre el pecho, la dolorosa lucía el tradicional corazón traspasado por puñales, profusamente enjoyado con collares y perlas de todo tipo, mientras que el rostro era enmarcado por su habitual rostrillo, una pieza que forma parte del imaginario colectivo de la ciudad. A sus plantas, un precioso friso de rosas en tonos claros que no hacían, sino que exaltar aún más belleza de la imagen.

Las misas fueron una constante durante toda la mañana, aunque como es habitual, a partir de las 11:00 horas se celebró la Fiesta de Regla de la hermandad de los Dolores, que estuvo presidida un año más por el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández. La celebración contó con la presencia de distintas autoridades, como el alcalde de la ciudad o representantes de distintos grupos políticos del Ayuntamiento, pero destacaba sobremanera la presencia del presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, que fue recibido por el obispo y el hermano mayor de la hermandad de los Dolores poco antes del inicio de la celebración.

La Virgen de la Paz, en veneración

A pocos metros de la iglesia de San Jacinto, en la iglesia conventual del Santo Ángel, María Santísima de la Paz y Esperanza se encontraba expuesta como cada Viernes de Dolores en veneración. En esta ocasión la imagen lucía bellamente ataviada con corona de plata, saya blanca bordada en plata y un manto dorado bordado en oro, en un elegante altar lleno de detalles de todo tipo y que cientos de cofrades cordobeses no quisieron perderse a su paso por este lugar. Sin duda, otra de las estampas típicas de la jornada que hacen que la plaza de los Capuchinos se convierta cada Viernes de Dolores en uno de los epicentros cofrades de la ciudad a pocas horas del inicio de la Semana Santa.

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