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SEMANA SANTA DE CÓRDOBA
Piedad de las Palmeras, dos imágenes y una misma devoción

Actividades de la Hermandad de las Palmeras

Rosa Gema G. / A. Fresno

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Son las cinco de la tarde. Un sol más veraniego que primaveral seca la ropa tendida entre las ventanas de la calle Sierra Nevada, situada en el barrio de Las Palmeras. En la quietud de la sobremesa, el sonido de dos gallos enjaulados se mezcla con el ruido de una pelota golpeando la pared y el de dos niños disfrutando precisamente de eso, de su derecho a ser niños, a pesar de haber nacido en uno de los diez barrios más pobres de España. Lo hacen en uno de esos patios vecinales que conforman esas manzanas de ladrillo en las que los jaramagos se mezclan con la basura y los escombros. Y allí, integrada en la propia corrala, encontramos la parroquia de San Antonio María Claret, un humilde templo que desde hace poco más de un mes cuenta con un nuevo “vecino”, que ha renovado la esperanza de una feligresía que no se resigna a la decadencia y al abandono institucional al que están sometidos.

El pasado 19 de febrero, la Catedral de Córdoba acogía la bendición del nuevo Cristo de la Piedad, de la hermandad homónima de Las Palmeras. Un imponente Crucificado realizado por el imaginero cordobés Antonio Bernal que viene a sustituir al titular con el mismo nombre que hasta ahora procesionaba con la cofradía y que presentaba graves daños estructurales. Ese mismo día, los hermanos de la corporación portaron a la nueva imagen en parihuelas desde el primer templo de la Diócesis hasta su sede canónica en una jornada marcada por la emoción en el que, sin duda, fue un día histórico para un barrio castigado por el paro y el estigma social.

Por desgracia, la llegada del nuevo Cristo de la Piedad no ha supuesto el fin de los problemas en Las Palmeras, pero sí ha conseguido renovar la fe y la esperanza entre muchos de sus vecinos. “Viene más gente a la iglesia desde que la nueva imagen está aquí”, confiesa orgullosa Pilar Torrecillas, hermana mayor de la corporación, en un descanso de una de las muchas visitas guiadas que estos días realiza con grupos de menores del barrio. Minutos atrás, ella misma le explicaba a los más pequeños aspectos relacionados con la cofradía como el significado de un estandarte, la historia del paño de la Verónica o el episodio bíblico que representa el Cristo de la Piedad.

Precisamente, en esta charla, Torrecillas relata en la nueva capilla restaurada para acoger al Cristo de la Piedad algunos de los aspectos más curiosos de la talla cristífera de Bernal como son las diez espinas clavadas en las sienes de la imagen, llegadas desde Perú, las borlas talladas del sudario, la cabeza de serpiente en la que termina la corona o las gotas de sangre real en la cruz tallada por José Carlos Rubio. Historias que consiguen que hasta unos impacientes “Juanca” y “Pedro” permanezcan sentados junto al resto del grupo en el banco de la iglesia observando al Señor, antes de participar con Dámaris en una “levantá” del paso.

Testigo de lujo de todo ello y presidiendo el altar mayor, la imagen del primitivo Cristo de la Piedad, custodiado por San Antonio María Claret y por la Santísima Virgen de Vida, Dulzura y Esperanza Nuestra. “Hay personas mayores que, aunque entienden que era necesaria una nueva imagen, siempre vienen buscando a la antigua, que es a la que llevan rezándole toda la vida”, señala Pilar. No obstante, la afluencia a la parroquia fuera de los días grandes de la Semana Santa no es, precisamente masiva. De hecho, la iglesia sólo abre lo domingos para la celebración de una Eucaristía semanal, algo que la hermandad quiere cambiar cuando acaben estos días de Pasión con la idea de atraer a público externo a Las Palmeras, aunque no parece un objetivo fácil.

“Los que vienen y nos conocen, se quedan”

“La gente tiene muchos prejuicios con el barrio, no nos conocen, pero sólo escuchan cosas malas y no se atreven a venir a ver al Señor o a participar en los ensayos para salir con nosotros el Miércoles Santo”, lamenta la hermana mayor. Ella misma reconoce que “sí, hay peleas, como en otros muchos sitios, pero cuando se dice que ha habido pelea en Las Palmeras parece que son más graves que las que ocurren en otros barrios”. Sin embargo, “los que vienen y nos conocen, se quedan, porque aquí hay mucha gente buena, pero no nos dejan demostrarlo”. Pilar sabe muy bien de lo que habla, es vecina del barrio desde siempre y allí ha criado a sus dos hijas, pero no lo ha tenido fácil para lidiar con los estereotipos. “Nunca niego que soy de Las Palmeras y aunque tuviera dinero no me iría de aquí, pero sí es cierto que cuando sales del barrio te da un poco de reparo decir de dónde eres, porque se te cierran muchas puertas”, asegura.

En la hermandad de la Piedad saben que el trabajo de concienciación debe comenzar también en el propio barrio. Por ello, Pilar explica a los más pequeños que “aunque fuera sólo cuenten cosas malas de nosotros, no os lo creáis, porque en nuestro barrio hay muchas personas buenas”. Prueba de ello son las numerosas actividades que se realizan para los niños en una zona con muy pocas opciones de ocio infantil. “Tenemos una escuela de flamenco en la que se dan nociones de baile, guitarra, cajón y cante; un taller de costura y un proyecto de banda de cornetas y tambores para el Cristo de la Piedad, que ensaya dos días a la semana y que tiene como objetivo formar un grupo que el día de mañana pueda acompañar al Señor el Miércoles Santo”, enumera Torrecillas, que deja claro que estas actividades “están abiertas a todo el mundo”.

Y, poco a poco, el trabajo está dando sus frutos. El espíritu de sacrificio de la cofradía y, sobre todo, la llegada del nuevo Crucificado de Bernal ha supuesto un punto de inflexión. Tanto, que no queda una túnica por repartir ni un atributo por entregar. “Este año ha sido impresionante, porque siempre nos cuesta encontrar gente que lleve las insignias, y este año se han adjudicado corriendo, además de los 150 hábitos nazarenos de los que disponemos”, informa Pilar mientras una hermana de la cofradía pone los pespuntes a las últimas talegas en las que los niños de esclavinas portarán las estampitas y las chuches el Miércoles Santo.

Un gran esfuerzo económico

A su lado, José Ruiz ultima los cirios. Vecino de la Fuensanta, Ruiz lleva 26 años implicado en la cofradía de las Palmeras, de la que actualmente es el tesorero y segundo capataz del paso. Como persona que lleva el presupuesto de la corporación, conoce bien el trabajo titánico que se ha realizado para costear la hechura de la nueva efigie. “No somos una gran hermandad con grandes posibles, así que todo esto ha sido posible gracias al esfuerzo y a la realización de actividades y verbenas con la colaboración de otros grupos del barrio y aportaciones de pequeños donantes”, apunta Ruiz.

De hecho, los fondos de la cofradía son bastante inferiores a los del resto de hermandades. Debido a la precaria situación laboral de muchos de sus vecinos, la cuota de hermano ha de ser reducida. En este caso, de 12 euros al año. Al mismo tiempo, el importe de la papeleta de sitio es muy inferior al de las demás cofradías, tan sólo tres euros. No les da ni para costear cirios.

Como en años anteriores, el Cristo de la Piedad cuenta con dos cuadrillas, una masculina y una femenina de mujeres costaleras. Con un recorrido de casi cinco kilómetros, es necesario que parte de este traslado se haga a ruedas. “Cuando nos metemos en la carretera de Palma del Río lo que nos interesa es quitarnos del tráfico lo antes posible, pero en cuanto salimos de la calzada volvemos a costal”, explica Ruiz. Asimismo, una vez más, la hermandad finalizará su estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral. “Es una decisión difícil, porque la entrada del Cristo en su barrio es preciosa, pero la larga distancia echa gente para atrás y tenemos que mirar por el bien de las cuadrillas de costaleros y de los hermanos”, lamenta la hermana mayor.

A ruedas o a costal. Con el trayecto completo o por la mitad. Con humildad y sin alardes. Fieles a la primera de las Bienaventuranzas. Lo verdaderamente relevante es que la hermandad del Cristo de la Piedad volverá a dejar su sello este Miércoles Santo en una Semana Santa cordobesa en la que se han ganado un hueco por méritos propios. Esperando que, en un futuro no muy lejano, no sólo sean las puertas de la Catedral las que se abran una vez al año para recibirlos con los brazos abiertos como vecinos de pleno derecho de una ciudad que aún le sigue dando la espalda.

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