La loca aventura de cinco cordobeses que quisieron volver a navegar por el Guadalquivir hace 64 años
En un principio, este viaje lo iban a realizar cuatro trabajadores de la Compañía Sevillana de Electricidad, llamados Francisco Fernández Latorre, el capitán, José González Nieto, José Coca Criado y Bernardo Bueno González, que en total sumaban 175 años. Finalmente el 18 de julio de 1961, el día que comenzaron la travesía, fueron cinco. Se les unió otro vecino del Campo de la Verdad, conocido por sus dotes ante el timón. Se llamaba Rafael Moto Castro.
Estos cordobeses no eran marineros profesionales, pero decidieron hacer historia. “Jamás un electricista ha tenido miedo”, sentenció Fernández Latorre, ante el periplo que estaban a punto de iniciar.
La aventura consistía en volver a navegar por el Guadalquivir entre Córdoba y Sevilla, como ocurrió durante siglos, una antigua aspiración que generación tras generación se ha intentado desde el día en el que el río grande de Andalucía dejó de ser apto para las embarcaciones.
Estos cinco paisanos construyeron con sus propias manos el navío que los llevaría a la capital andaluza, llamado El Cordobés. La barca, de apariencia frágil, pesaba 200 kilos, pero eso no asustó a estos navegantes. “Son doscientos kilos, que entre cuatro hacen cincuenta para cada uno”, respondió José Coca al diario Córdoba el día antes de su partida. Además, sólo podía ser movida por dos remos, que según explicó “el capitán” a su llegada a Sevilla, se turnaban dos navegantes cada dos horas.
La embarcación contaba también con una vela que les obsequió la marca Coca-Cola y que les facilitó la ardua tarea cuando el viento soplaba a su favor. A parte de este regalo, la construcción de la barca tuvo un coste de 4.000 pesetas, una cantidad, que aunque hoy día sea insignificante -poco más de 25 euros-, para aquella época se trata de un importe bastante elevado.
En este barco los navegantes llevaban “tres arrobas de vino de Montilla, una guitarra, carburos, cañas de pescar y los alimentos necesarios”. Además, de la bandera española en lo alto del mástil.
El martes 18 de julio de 1961, estos cordobeses emprendieron el descenso del río Guadalquivir sobre las diez de la mañana. Partieron desde el molino de San Antonio, situado a pocos metros del Puente Romano de Córdoba y de la Torre de la Calahorra. Antes de iniciar esta importante marcha, el sacerdote Antonio Gómez Aguilar bendijo “El Cordobés” en la iglesia de San José y Espíritu Santo, situada en la Plaza de Santa Teresa.
Cuatro días que se convirtieron en una semana
El plan original establecía que la hazaña debía durar cuatro días para realizar una travesía de 200 kilómetros. Sin embargo, la llegada de los cordobeses a la ciudad de la Torre del Oro se retrasó tres días más debido al complicado tramo que hay entre Cantillana y Alcalá del Río, donde la embarcación sufrió desprendimientos debido el derrame de un bote de petróleo que provocó que se desprendiera alquitrán.
Asimismo, en este último pueblo se toparon con un gran salto de altura en el cauce del río, lo que obligó a los hombres a cargar con la barca a hombros durante 100 metros, aproximadamente, antes de poder introducirla de nuevo en el agua.
Antes de eso, los cordobeses fueron vistos y oídos al son de la guitarra en Almodóvar del Río, Posadas, donde existe un “rápido” de una velocidad de 40 kilómetros por hora, Palma del Río y en Peñaflor, este último perteneciente a la provincia de Sevilla, donde tuvieron que repostar.
En Cantillana, cada vez más cerca de su meta final, tuvieron que repostar por segunda vez. Por lo demás, los hombres se encontraban en buenas condiciones y no había ocurrido ningún accidente. Por todos los pueblos que pasaban, los marineros eran aclamados por el público.
Los aventureros llegaron a Sevilla el 24 de julio de ese mismo año a las dos y media de la tarde, después de recorrer más de 230 kilómetros. Los hombres lucían unas desgarbadas barbas, propias de una semana mar adentro y unos rostros cansados. Según contó Fernández Latorre al periódico Córdoba cuando puso un pie en el puerto de Sevilla, más conocido como la “Barqueta”, habían dormido en la orilla del río, pero siempre alerta porque había ratas y perros. El capitán de la expedición explicó que habían perdido diez kilos. También se podían ver en sus brazos y espaldas ampollas.
Un espejimo en el trayecto
Durante la travesía tuvieron que parar por el cansancio y por las altas temperaturas, propias del verano andaluz, que, además, provocaban la evaporación del agua. El capitán contó un “espejismo” que le sucedió mientras hacía que el barco navegara: “Iba remando, tan tranquilo, cuando vi de frente una inmensidad de agua, parecía un océano. Empecé a dar voces como loco al ver aquello y mis marineros se rieron de mí. Luego, pude comprobar que navegaba junto a la orilla del río”. Sin embargo, y ante la sorpresa de muchos, el único accidente fue que “El Coca” había perdido unas botas nuevas.
En Sevilla, se encontraban familiares, amigos y curiosos que querían recibir, y comprobar, que este viaje por el río había ocurrido realmente. Allí, les obsequiaron con trofeos y, todos juntos, celebraron la llegada de los héroes cordobeses.
Los marineros llegaron a Córdoba el 25 de julio a las nueve menos cuarto de la noche, pero esta vez en el tren Sevilla-Barcelona. Según expresó Juan Montiel Salinas, el periodista que se encargó de trasmitir a los ciudadanos este acontecimiento histórico, los compañeros de la eléctrica irían a la estación a recibir a los navegantes.
Esta hazaña, la cual permitió que el Guadalquivir adquiriera la categoría de navegable, apareció en muchos periódicos españoles como Informaciones, de Madrid, El Diario de Cádiz, Sevilla, Ayer, de Jerez de la Frontera, Odiel, de Huelva, y muchos más. Eso sí, nadie ha vuelto a intentarlo desde entonces.
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