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ENTREVISTA

Salomón Beyo, activista: “No tengo miedo, ya estamos en España y el cambio ya está en marcha”

Entrevista N&B a Salomón Beyo, activista

Juan Velasco

2 de agosto de 2025 20:17 h

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Antes de iniciar un viaje de 8.000 kilómetros a pie hacia España, Salomón Beyo (By, Camerún, 1984) era el jefe de un equipo de casi 60 personas en su país. El puesto se lo había conseguido un responsable canadiense que lo había visto trabajar y que había atisbado algunas cualidades especiales en aquel albañil que desempeñaba trabajos para una petrolera. Por aquel ascenso, que en España -no digamos Canadá o Francia- supondría un salario de casi cinco cifras mensuales, Beyo no llegaba a cobrar ni 350 euros al mes.

Aquel fue el último empleo que tuvo Beyo en su país. Poco después, contra el criterio de su familia, se embarcó en un viaje que lo llevó al corazón de la violencia, las mafias y la represión. Entró en España en una balsa hinchable y lo recibieron con grilletes, antes de soltarlo en la calle poco después. No tardó en llegar a Córdoba, donde un niño se le acercó y le salvó la vida. Todo eso está en su libro Salomón, de Camerún a Tarifa, escrito por Ignacio Aguilar, y que es una historia como la de los miles de migrantes que hacen el mismo camino.

Este activista y cooperante es bastante claro con esa cuestión: Ni repetiría el viaje ni se lo aconseja a nadie. Él entró en España antes de la crisis inmobiliaria y desde entonces vive en Córdoba, donde preside la ONG EL MAT–El Mundo y África Trabajan, con la que lleva a cabo proyectos de cooperación al desarrollo en Camerún y otros países. El día de la entrevista, Beyo está ultimando un viaje a Galicia. En otoño tendrá que ir a Mallorca, pues lo han propuesto para un premio por su papel. Recibe a Cordópolis en el Círculo Cultural Juan 23. Es temprano, aunque el calor empieza a azotar fuerte sobre el patio, así que Beyo mueve las mesas para aprovechar el máximo de sombra. Sonríe, antes de reconocer que se va a ir muchas veces por las ramas. Ni una sola de ellas, ni al hablar de Torre Pacheo o de Vox, habla desde la ira o la rabia.

PREGUNTA. Hace unos días, en este mismo espacio proyectabais un documental sobre Patrice Lumumba. ¿Qué puede aportar el panafricanismo al contexto político actual?

RESPUESTA. El panafricanismo en general debe cuestionarse hasta dónde se está dispuesto a llegar. Y creo que la figura clave sería Tomás Sankara. También Lumumba, claro. Son dos ejemplos de que hay que luchar por cambiar las cosas frente a la realidad: nadie quiere el cambio. El cambio es algo muy duro, muy doloroso. Te exige mucho, no solo por parte de la sociedad, sino en tu propia familia, cuando decides trabajar por y para el pueblo. Y, cuando tú trabajas por y para el pueblo, tú no estás trabajando solo para la población africana, estás trabajando también por la población del mundo entero. África es el continente madre. Y, si lo expresas así, das lugar a que las personas de otro mundo conozcan de dónde vienen, dónde comenzaron a andar sus antepasados, dónde comenzó todo. Eso es, en mi opinión, lo más importante del panafricanismo.

P. Sankara y Lumumba lo pagaron con su vida.

R. Sí, pero ni tú, ni yo, ni nadie puede cambiar eso. Las actuales generaciones no son responsables de lo que ha pasado antes de ayer. La pregunta es qué estamos nosotros dispuestos a hacer. Y eso va más allá del panafricanismo. Es una pregunta que tiene que hacerse en Europa y Occidente. Yo tengo hoy la predisposición de trabajar, de enfadarme y de tratar de responder a esa pregunta. Yo voy a hacer mi trabajo, que es sensibilizar a la gente y decirle que tú y yo somos hermanos, pero que nos han separado. Que tú naces de la misma manera que yo he nacido y, cuando tú mueres, tus restos van al suelo como los míos. ¿Cómo puedes sentirte superior si somos lo mismo?

En España, la gente que maltrata a los migrantes tiene más derechos que la víctima

P. Salvando las distancias, ¿de qué hablamos cuando hablamos de sacrificio?

R. Sacrificarme es que, cuando se me llama, por ejemplo, para dar una charla en un colegio y no me pagan dinero, dejo lo que esté haciendo, me levanto y voy. Porque es algo que creo importante para la convivencia del día de mañana. ¿Por qué? Porque estoy viendo cómo en Sudáfrica otra vez están matándose los blancos y los negros… Generaciones enteras y no ha cambiado nada. Y, si voy a Estados Unidos, igual. Y en América Latina, y en Francia lo mismo: negros y blancos matándose. Realmente, no hemos comprendido nada. No podemos seguir dando la sangre a la tierra. Debemos buscar una forma de dialogar. Esto va a llevar mucho tiempo. No va a terminar mañana, no. Todo lo que te estoy diciendo no es muy diferente de la crianza. Combatir este odio es como criar a un niño: no crece de repente, lleva un proceso paulatino.

P. Es una buena analogía. Lo que ocurre es que, precisamente, los niños de ahora, cuando crecen, tienen el racismo y el odio aceptado en los medios.

R. Por eso mismo hay que hablarlo. El otro día, cuando pusimos la película de Lumumba, había muchos jóvenes, cordobeses y africanos. Y la pregunta para los africanos era: ¿Cuál es ahora nuestra predisposición para poder acompañar a África para que al día de mañana no vuelva a ocurrir algo así? Y para los cordobeses era: ¿Qué estáis dispuestos a sacrificar para lograr una igualdad entre todas las personas que nos movemos por el mundo? Obviamente, ningún europeo puede ocultar que tiene privilegios de los que otras personas no gozan. Entonces, ¿a qué privilegios estás dispuesto a renunciar para empezar a vivir como iguales? Ahí están las preguntas.

P. Preguntas que seguramente serán incómodas, porque los españoles no solemos reaccionar bien cuando se nos pone en la cara un asunto así.

R. Bueno, pero cuando se inicia un debate, yo aprendo de ti, tú aprendes de mí. Se crea un enfoque diferente. Y respecto a lo que comentas de la juventud, he de decir que no tengo miedo.

Entrevista N&B a Salomón Beyo, activista

P. ¿Ah, no?

R. No. No tengo miedo. Las personas africanas ya estamos aquí. Ya nos hemos mezclado. El cambio ya está en marcha, te guste o no. O te adaptas, o te quedas atrás, porque tú tienes un poco de mí y yo tengo un poco de ti.

P. Hemos empezado fuertes, pero también quiero saber un poco más de ti. Para empezar, ¿quién eras cuando vivías en Camerún? A lo mejor, ese joven en Camerún probablemente entonces no tenía ni idea de panafricanismo.

R. Desde que yo nací, me sentía diferente porque nunca me han gustado las injusticias. Entonces, en casa también yo era el raro. Mi madre siempre me decía que me habían cambiado en el hospital porque no me parecía a mis hermanos, porque era lo contrario de todos. Y yo le decía: “Soy lo que tú me has enseñado, mamá. No puedes pretender que sea otro, cuando tú me has enseñado que la igualdad es para todas las personas”. Y ella me decía que me había enseñado demasiado (se ríe).

P. ¿A qué te dedicabas?

R. Pues yo estudiaba albañilería. Me saqué algo como un FP y estuve cuatro años trabajando. Luego creé una empresa con la que trabajaba con gente humilde. A veces rebajaba los presupuestos para poder trabajar con gente más humilde. Tenía un presupuesto para ricos y otro para pobres (sonríe pícaramente). Y la gente me decía: “¿Por qué haces eso?”. Y yo les decía que todos tenemos derechos. Pero es que es algo que te enseñaban en mi pueblo. Allí hay un ritual de aprendizaje. Los jóvenes se iban al bosque con 14 años. Cuando se iban, se hacía una fiesta. Y, mientras el niño estaba en el bosque, la población se encargaba de construirle una casa para que, cuando volviera del bosque, ya tuviera su propia casa.

P. Vamos a hacer una cosa, vamos a ponerle nombre al pueblo. Porque estamos cometiendo un error muy común, que es despersonalizar África en abstracto, cuando África son muchísimos países distintos con distintas culturas. ¿Cómo se llama tu pueblo?

R. África tiene 54 países. Y mi pueblo se llama By. Está en Yabassi, que es un municipio del departamento de Nkam.

P. ¿Cuánta gente vive en By?

R. Unas 120 personas.

La esclavitud no ha terminado, solo se cayeron las cadenas

Entrevista N&B a Salomón Beyo, activista

P. ¿Sueñas con volver a By cuando duermes? ¿Sigues soñando con el Camerún de tu infancia?

R. Realmente voy a decirte algo. Yo pienso que he soñado con Córdoba cuando estaba en Camerún. El primer sueño fue cuando tenía 17 años o así, y mi madre estaba en casa y me dijo que teníamos dificultades económicas. Yo volví un día y le dije: “Me voy a ir a Europa”. Y mi madre se partía de risa. Me decía: “¿De dónde vas a robar el dinero para irte?”. Me decía que era imposible. Pero yo ya había soñado que estaba enseñando a las personas blancas. Y, sin embargo, el primer año que llegué a Córdoba, no me quería quedar. Quería volver a Camerún porque sufría. Sufría mucho. Porque las personas negras sufrimos muchísimo cuando cruzamos el Magreb. No tengo ni adjetivos para calificar lo que pasa allí. Y, cuando llego a España, a Córdoba, esperaba un poco de acogida y no lo que me encuentro.

P. ¿Qué te encuentras?

R. Mira, mi país es un país de derecho. Se respeta la ley. Y en España, por supuesto también. Pero yo aquí he visto algo que no esperaba, que es que la gente que maltrata a los migrantes tiene más derechos que la víctima. Que además no se nos escucha y se nos llama incultos. Y claro, yo me pregunto: si yo hablo cinco idiomas y otras cinco lenguas de mi país y soy inculto, tú que solo hablas español, ¿qué eres? Pero si España tiene varias lenguas y la mayoría solo habla español. Y esto no es algo menor. Cuando tú hablas la lengua de otra persona, ya aprendes sus códigos culturales. Entonces, una de las cosas que yo vi claro cuando entré era ese desprecio hacia nosotros, sin ni siquiera conocernos.

P. ¿Tú ya sabías español?

R. Sí, por un tío mío que lo hablaba. Sabía un poco. Ahora hablo andalú (se ríe).

P. Antes no me has contestado si sigues soñando con volver a Camerún.

R. Es que ya vuelvo a menudo con los proyectos de cooperación. Ahora mismo estamos viendo cómo el bosque que rodea nuestro pueblo está siendo completamente devastado por algunas empresas multinacionales, que están cortando árboles.

P. ¿Qué empresas son? ¿Lo sabes?

R. Hay muchas empresas francesas. Son francesas, casi todas. Pero es algo muy duro. Porque, durante varias generaciones, nosotros no hemos vendido. By no se vende. Pero el terreno legalmente pertenece al gobierno y ahora las multinacionales están devastando todo el bosque de esa zona.

P. Francia tiene las manos totalmente metidas en tu país, ¿no?

R. Sí. A veces en la asociación trabajamos con estudiantes Erasmus que vienen de Francia y alguno de ellos ha acabado llorando. Yo le pregunté por qué lloraba y me dijo: “Mira, hemos ido a los colegios, hemos ido a las universidades, pero en todos ellos nos han dado la misma definición del continente africano. A mí me parte el alma, no conocemos nada del continente”.

P. ¿Y qué le dijiste?

R. Que no llorase. Que los dos somos víctimas. Que lo que toca es trabajar para cambiar ese desconocimiento. El otro día, en una charla en un colegio, un niño me preguntó qué beneficio obtenía yo de ir a las escuelas. Y la verdad es que, si consigo que una sola persona me escuche, ya es un cambio. Es algo importantísimo. Yo llegué aquí para buscar dinero para ayudar a mi madre y, sin embargo, me convertí en voluntario sin pensarlo. ¿Por qué? Porque yo no quería que lo que me ha pasado vuelva a pasarle a otro. Porque vi realmente que la gente reacciona de esta manera por desconocimiento, porque, cuando no conoces algo, lo rechazas. A partir del momento que tú conoces algo, cambia tu perspectiva. Ya dices “amigo”, ya dices “hermano”. Cambia hasta tu lenguaje con esa persona.

Cuando te deja entrar en el país, el Gobierno ya te está integrando

P. ¿Le recomendarías a alguien que hiciera el mismo viaje que hiciste tú?

R. Jamás.

P. La respuesta más corta que me va a dar hoy.

R. Sin duda.

P.

R. Uno de los trabajos que también hago es enseñar a personas africanas. Y les pongo vídeos de cómo lo pasamos cruzando los países árabes. Y ellos dicen: “¿Ahora qué podemos hacer?”. Y yo les digo que, ya que estamos aquí, vamos a trabajar desde aquí, vamos a idear proyectos y los desarrollamos y ya lo trabajamos allí. Pero reconozco que cada vez es más difícil.

P. ¿Por qué?

R. Hace poco hemos tenido una reunión con la secretaria de Estado y una de las cosas que le dije es que las asociaciones de migrantes están desapareciendo completamente. Porque están infrafinanciadas. Mira, si en una casa hay cinco hijos, los cinco no tienen la misma capacidad. Nos necesitamos mutuamente, ¿verdad? A mí, si yo estuviera en el Gobierno, no se me ocurriría pedirle a la tortuga que haga la misma carrera que el leopardo. Me paro aquí, porque creo que quien quiera entender, me entiende.

P. No sé yo.

R. Mi mujer me dice que estoy todo el día hablando con parábolas. Y es verdad, pero porque yo no soy quién para darte todos los mecanismos. Debes ser tú quien vaya a buscar la sabiduría. Así, la ecuación para poder resolver tu problema va a venir de ti, no de mí.

P. De hecho, trasladando eso al trato con administraciones, seguro que han notado que al español no le gusta, además, que una persona como tú le diga cómo crees que hay que hacer las cosas. ¿Te encuentras mucha gente que se pone a la defensiva?

R. Sí, se ponen mucho a la defensiva. Pero yo les digo lo que te he dicho antes: “Ya nos hemos mezclado. Yo soy tu espejo y tú eres el mío. Te guste o no, el ADN que está en mi sangre, está en la tuya. Las personas vamos mutando”. En cualquier caso, si hablamos de las administraciones, si yo vengo a España, mi deber y mi obligación es la de respetar las leyes que hay aquí. Me gusten o no.

Entrevista N&B a Salomón Beyo, activista

P. Eso también vale para los españoles.

R. (Se ríe) Claro, claro. Si naces español, también tienes que respetarlo igual y no pensar que estás por encima del otro.

P. Es buen momento para recordar que tu primer estatus cuando llegaste a España fue el de preso.

R. Sí. Así es.

P. No sé si es la bienvenida que tenías en mente: un par de esposas y un centro de internamiento…

R. Eso fue un palazo, la verdad. En ese momento no entendía nada. Lo digo de corazón. Mira, todas las personas migrantes, cuando llegamos, venimos de sufrir mucho. Muchísimo. Hay cosas que ni contamos porque nadie nos va a creer. Y claro, si uno llega tras un viaje así y lo esposan…

P. Tú nunca habías estado preso antes, ¿no?

R. Nunca. Jamás.

P. O sea, ¿te convertiste en un preso en el momento en el que pusiste un pie en España?

R. Sí. En mi país había visto la película de Alcatraz y es lo que se me vino a la cabeza.

P. ¿En serio?

R. Sí. Además, no es que te esposen las dos manos. Te esposan las dos manos, los dos pies y te pasan una cadena para atarlos. Es que fue duro, ¿eh? No sé ahora si ellos lo siguen haciendo, pero fue durísimo. Recuerdo la mirada del guardia civil. Me dijo: “Tranquilo, no tengas ningún miedo”. Y solo así pude tranquilizarme. Como te he dicho, mi tío hablaba mucho español con sus compañeros. En Camerún es una especie de tercera lengua. Y yo ya había ido cogiendo algunas cosas. Por eso también medianamente entendía español cuando llegué. Y eso me ayudó mucho. Cuando ese hombre me dijo “tranquilo”, me tranquilizó. Pero fue horroroso, la verdad, porque nunca había pensado que iba a entrar en una cárcel. Y luego, es curioso, porque allí no se mezcla a los árabes con los africanos. Los negros van por un lado y los árabes por otro. Y no entiendo por qué, la mayoría de los que estábamos ahí teníamos el mismo objetivo: trabajar, sacar nuestra vida adelante y ya está. No hay más.

Vivimos en un mundo manipulado y también las personas racistas son víctimas

Entrevista N&B a Salomón Beyo, activista

P. O sea que, en ningún momento del camino, ¿nadie te dijo que en España daban pagas gratis?

R. No. Mi objetivo principal era trabajar. Además, yo me valgo por mí mismo. Y hablo por una mayoría de africanos, a los que nuestras madres nos educan para no pedir limosna jamás. Eso está en nuestras cabezas desde pequeños. Y me acuerdo de que, cuando llegué a Córdoba, la directora del colectivo que me acogió me dio 50 euros y yo me negaba a cogerlos. Yo le decía: “No lo merezco, quiero trabajar para poder ganar mi propio dinero”. Y ya entonces vi que esa asignación era obligatoria para que ellos pudieran continuar con la casa de acogida, y solo entonces firmé. Por eso lo cogí. Pero la mayoría de nosotros venimos con dignidad: cuando se te da algo gratis, no se te respeta.

P. Igualmente, hay una cuestión que a mí estos días me ha molestado o me ha escamado mucho, que es la idea de vincular también la defensa de los migrantes al trabajo y a lo que aportan en España. Eso me parece la deshumanización de los migrantes.

R. Estoy totalmente de acuerdo contigo. El Gobierno español y la Unión Europea, respetando los derechos universales, tienen la obligación de acompañar a cualquier persona, a cualquier ser humano que toca su territorio, venga de donde venga. Y no solo porque lo diga la Carta de Derechos Humanos. Si no por algo superior, por la ley universal, la propia naturaleza, si se quiere. Mi abuela me contaba que sus maridos siempre insistían en que no debía haber nadie sin comida. Y como eran cultivadores, tenían plantaciones de banana. Pues ellos siempre dejaban bananas dulces en el árbol y agua, para que cualquier persona que viniera de otro pueblo caminando, tuviera algo que comer y agua que beber. Y también decían que no debía faltar en casa alguien para poder charlar con él. Eso se ha mantenido en mi familia a rajatabla. Mi abuela lo ha transmitido a mi madre y mi abuela también me lo ha transmitido a mí, que se lo he transmitido a mis hijos. El mundo no es de nadie.

¿Qué ocurre aquí? Que cuando llegas te dicen que eres inmigrante. Y automáticamente te transforman en otro. Y no, yo soy un ser humano como tú, con los mismos derechos que tú. No te creas que, porque tú has nacido en España, eres superior a mí. A mí me duele todo, como a ti. Yo sangro, como lo haces tú. ¿Qué debemos hacer? Respetarnos, darnos una base mutua y ya está. Habrá quien diga que si los inmigrantes trabajan o no trabajan, pero es que da igual: nadie, en ningún lugar del mundo, es autóctono. Nadie.

P. ¿La esclavitud ha mutado en esta idea del utilitarismo?

R. La esclavitud no ha terminado. El continente africano sigue esclavo de Europa y de América. La esclavitud no ha finalizado. Se cayeron las cadenas, solo eso. Me río porque el otro día, en el documental sobre Lumumba, salía un general belga que lo decía de forma clara: “Antes de la independencia es igual que después de la independencia”. Mira que había visto veces el documental, pues el otro día escuché eso y me quedé… Lumumba murió y siguen machacando el Congo. Nada ha cambiado.

Yo sé que, cuando salgo de mi casa, la Policía me puede parar en cualquier momento

P. Otra de las cosas de las que se ha hablado mucho estos días es de esa noción de que los migrantes se tienen que adaptar a España. Pero la pregunta es si España es un país que apueste por la integración cultural.

R. No es cuestión de que España sea integradora. La integración tiene varias etapas, ¿vale? Y la primera, cuando yo llego a España, el Gobierno español me acoge y me integra. Sin duda. Porque, como te he dicho antes, cuando una persona te abre su casa y te da un vaso de agua, un plato de comida, ya te está aceptando. El Gobierno podría decir: “No entras, vete fuera”.

P. Eso ha hecho con muchas personas.

R. Pero, mayoritariamente, cuando te deja entrar en el país, el Gobierno ya te está integrando. Pone en marcha el mecanismo para que tú, a los dos días, a los dos meses o en un año, puedas tener algo para mantenerte. Es decir, el Gobierno ha dado su primer paso hacia la integración. El segundo paso de la integración lo deben dar los migrantes, y es respetar las normas, aprender la lengua y muchas cosas más. El tercer paso, que es por el que me preguntas, seguramente, es que la población española comience a conocer la cultura negra. Y aquí te voy a poner un ejemplo. Cuando yo llegué a Córdoba, lo estaba pasando realmente mal. Yo tenía dos elecciones: volver a Camerún o trabajar para que la gente que iba a venir no pasara lo mismo que yo. Entonces, conocí a un niño. En mi país, en Camerún y en mi pueblo, se dice que los niños son como ángeles, son seres puros, que no te hablan con maldad.

Entonces, estando yo en la puerta del Mercadona de Ciudad Jardín, se me acercó este niño. Y me preguntó si me podía hablar. Y yo sentí miedo. Porque un negro sin papeles que se para a hablar con un niño en la calle… ¿Por qué te ríes?

P. Perdona, es que me he acordado de un monólogo que cuenta Lamine Thior. Ahora te lo explico, sigue, por favor.

R. Yo estaba parado, y el niño se me acercó y fue la primera vez que una persona me llamaba “señor” en España. “Señor, ¿te puedo hablar?”. Y me toca la mano. Y su madre se acerca y le dice: “No, mamá, es mi amigo. Que quiero hacerle unas preguntas”. La primera pregunta que el niño ha sacado de su boca es: “¿Eres negro?”. Cuando el niño dijo eso, imagínate, todas las madres que estaban ahí se pusieron a mirarnos. Y yo me puse a llorar. Pero lloraba de felicidad. Me emocioné ese día porque ese niño me abrió los ojos. Ese día vi lo que llevaba casi seis meses en España sin ver. Ese niño me tocó, me dio un abrazo y me puso enfrente de mi realidad. Y vi claro que tenía que decidir entre salir pitando o trabajar para que la generación futura no viva lo que yo había vivido.

P. ¿Has pensado en ese niño?

R. Claro.

P. Te lo digo porque ese niño hoy tendrá 16 o 17 años y no sé si has pensado que pueda estar contaminado por este brote racista que está llegando a mucha gente joven.

R. Voy a decir algo que a lo mejor va a ser difícil de entender. Yo pienso que Dios, nuestros antepasados, nunca se han ido. Están ahí. Y que, cuando tienes una dificultad grande, aparece algo para poder acompañarte. Ese tipo de cosas me han sucedido muchas veces en mi vida. Hay personas que pasamos por esta vida así, sin otra cosa que nuestra dignidad, la ley de la tierra y la ley espiritual que está más allá. Yo no he vuelto a ver a ese niño, pero tendrá siempre abierta mi puerta. Tú me puedes pegar, machacar, pero yo no voy a odiarte. Y aquí sí que hago un llamamiento a los líderes políticos que tenemos hoy en día. Una cosa es tener un título, y otra muy distinta es tener la capacidad para unir a las personas, de hablar a las personas, de buscar el bienestar de las personas. Hoy día, no existe en el mundo un líder que haga esas cosas.

Entrevista N&B a Salomón Beyo, activista

P. De hecho, la propia noción de líder, el liderazgo, se entiende como el que tira de la comunidad, no el que aparta lo que le estorba.

R. Yo hablo lo que he vivido. He vivido en un pueblo en el que se pensaba que el jefe del pueblo tomaba las decisiones. Pero hay veces que las decisiones eran tan complejas que eran los niños del pueblo los que decidían lo que había que hacer. Esto era así antiguamente, hace 30 o 40 años. Y, ¿por qué? Pues porque el jefe del pueblo decía: “Los mayores ya estamos contaminados, que sean los niños los que decidan”.

P. ¿Tú crees que los líderes de Vox y del PP conocen la actual ley de extranjería?

R. ¿A qué te refieres?

P. Bueno, ellos hablan, por ejemplo, de deportar a migrantes que delincan, que es algo que ya está en la Ley de Extranjería.

R. Vox está planteando deportar a sus hermanos. Yo prefiero hablar de humanidad, no de política. Es su hermano al que están deportando, no a un extranjero. Tenemos una historia común. Le guste a Europa o no, son descendientes nuestros. Somos hermanos. Europa debe abrir los ojos de una vez y dejar la pelea.

P. Hay un discurso que dio el otro día el cantante Sean Kuti, hijo de Fela Kuti. Decía: “Habláis mucho de que hay que liberar al Congo, liberar a Sudán, liberar a Palestina, liberar a Irán, pero lo que tenéis que liberar es a Europa. Liberad a Europa del fascismo, liberad a Europa de la ultraderecha, liberad a Europa del imperialismo y todo lo demás caerá por su propio peso”. ¿Estás de acuerdo?

R. Creo que vivimos en un mundo manipulado y también las personas racistas son víctimas. El PP y Vox son víctimas de la misma manipulación. Todos somos víctimas del sistema. Todos. Yo pienso que la pregunta que todos debemos hacernos es: ¿Por qué odiamos tanto a la comunidad negra? ¿Por qué es la comunidad negra siempre la que tiene que demostrar que es bondadosa en cualquier parte del mundo?

P. Aunque no quieras hablar de política, el otro día estuviste en el acto que Vox convocó en un centro de menores.

R. Sí. Por supuesto.

P. ¿Esa es la política que se debe seguir?

R. Impedir que suelten sus mensajes, pero también intentar no apartarle. Para mí es muy duro escuchar lo que sale de sus bocas, pero, si yo aparto completamente a esa persona de mí, se va a crear una isla. Yo siempre voy a ser un desconocido para él y él para mí.

Entrevista N&B a Salomón Beyo, activista

El primer español que me llamó ‘Señor’ fue un niño, en la puerta de un Mercadona

P. ¿Alguna vez Vox se ha acercado a hablar con vosotros?

R. No. No, no he hablado con ellos, pero sí que insisto en que yo pienso que todos somos víctimas, hermano.

P. Antes me has preguntado que por qué me reía. Y era porque me he acordado de un monólogo de Lamine Thior. ¿Lo conoces?

R. No.

P. Es un actor y cómico. Criado en Cádiz. Un tipo brillante. Y él cuenta que los negros en España no pueden hacer footing, no pueden salir a correr porque en cualquier momento los puede parar la policía.

R. (Se ríe) Es verdad. Sí, sí. Yo sé que cuando salgo de mi casa, la Policía me puede parar en cualquier momento. Y no pasa nada, no me tengo que enfadar.

P. Claro, pero ahí hay una desigualdad, porque yo eso no lo he pensado en mi vida.

R. Es injusto, es verdad. Te voy a contar una cosa que me pasó aquí en Córdoba. Un día estaba con una voluntaria en la estación de autobuses y me pararon dos policías. Uno de ellos era muy grandote, y me dice: “Documentación”. Yo saco la documentación y él se pone a mirar y a comprobarlo. Y yo ahí, esperando a que también le pida la documentación a la persona española. Así que termina, me lo devuelve, y le digo: “Señor, ¿tú eres racista?”. Me dice: “No, no, no…”. No sé si me dijo que cumplía órdenes o algo así. Que si es así, son órdenes racistas, pero, total, que mi compañera le dijo: “Señor, sí es verdad, usted es racista porque a mí no me ha pedido los papeles”. Así que lo que pasó es que se los pidió, y ella, la única documentación que tenía, era un pasaporte caducado (Se echa a reír). Es verdad, esto es algo que vivimos diariamente y algunos ya lo hemos asumido. Pero, también pienso que es una cuestión más grande. Todos debemos reeducarnos. Y es algo muy difícil, no podemos pretender que algo que lleva gestándose durante siglos cambie de un día para otro. Es imposible.

P. Hoy por hoy te dedicas a la cooperación al desarrollo, ¿verdad?

R. Sí. No solo eso, pero es lo que hago con El Mundo y África Trabajan.

La cooperación internacional debe mantenerse porque es un puente entre dos continentes

P. Hay voces muy críticas respecto al papel de la Cooperación al Desarrollo, que prefieren que los países de África sean soberanos sobre sus recursos y puedan salir adelante sin necesidad de estos programas. Sé que el mundo es el que es, pero me gustaría conocer tu opinión.

R. Yo pienso que la cooperación siempre ha existido entre los pueblos. La cooperación ha existido entre pueblos como intercambio de conocimientos, intercambio de semillas… La cooperación debe existir como siempre ha existido, porque no podemos vivir alejados los unos de los otros si queremos tener un mundo cosmopolita e integrador. Para eso tenemos que cooperar, no tenemos otro camino.

P. Sí, pero para eso también existen las relaciones bilaterales entre países.

R. Ya, pero la cooperación internacional debe mantenerse porque es un puente entre dos continentes.

P. También hay quien la ve como una especie de lavado de conciencia.

R. No, hombre, no. No es una cuestión de lavar conciencias. Es verdad que el Gobierno europeo tiene que reconocer que el continente africano lleva viviendo bajo los efectos de una colonización de varios siglos. Y que hay un trabajo muy potente para deshacer lo que se ha hecho en muchos de estos países. Y no hablo solo de África, hablo también de América Latina. Pero incluso yo, como colonizado, tengo que tener claro que el cambio no se va a hacer ni en cuatro meses ni en cuatro años.

Entrevista N&B a Salomón Beyo, activista

P. ¿Funciona bien la cooperación al desarrollo en España?

R. (Sonríe) Yo hay algo que no entiendo, que es que, si un gobierno cualquiera necesita cuatro años para poder cumplir mínimamente con su programa electoral, ¿por qué se le pide a una agencia de cooperación que termine sus proyectos en un año? Creo que eso no está bien. Para poder hacer un trabajo serio y que tenga efectos, hay que tener un lazo cultural con el país, hay que detectar y ver cómo hay que trabajar desde ese punto y luego seguir caminando, quitando también ese maltrato psicológico ancestral y colonial que muchos de nosotros llevamos en nuestra espalda. Y a partir de entonces es cuando se puede hablar de desarrollo personal, individual y colectivo.

Por eso es importante que, cuando el gobierno de cualquier color llegue al poder, tenga una mesa redonda en la que puedan sentarse con los colectivos de migrantes y con los agentes sociales de los países donde se quiera cooperar. ¿Qué ocurre normalmente? Que, cuando tienes un proyecto para trabajar con inmigrantes, no te sientas con los migrantes, sino con el colectivo pro-migrantes que acompaña a estas personas.

Como te he contado, el otro día tuve una reunión con la secretaria de Política Migratoria. Hicimos una videollamada que no me gustó. Y yo soy una persona que, cuando no me gusta algo, lo digo. Y, si yo te he pedido un tiempo para hablar, no me parece bien que me atiendas con prisa. Hemos estado dos meses para concertar esta cita, entonces, vamos a hablar, ¿no? Lo que no vale es que alguien salga hablando de miles de personas si en realidad no los conoce.

P. Antes has comentado que las asociaciones de migrantes están desapareciendo.

R. Mira, aquí en Córdoba, ¿cuántos latinoamericanos viven en Córdoba? ¿Cuántas asociaciones hay? Casi han desaparecido. Y eso que con ellos tenéis un lazo cultural más fuerte. Debemos preguntarnos por qué ocurre esto. Porque esto es también integración cultural. Si no se da, se crean guetos, y para evitar los guetos, debemos mirarnos a la cara. ¿Qué hemos hecho con Las Margaritas? ¿Qué hemos hecho con Las Palmeras? ¿Qué estamos haciendo con el Guadalquivir o el Sector Sur? Lo estamos creando, y somos conscientes de que los estamos creando. Yo pienso que debemos decir basta y buscar una fórmula para poder trabajar conjuntamente.

No se puede hablar de migrantes sin sentarse con los migrantes

Entrevista N&B a Salomón Beyo, activista
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