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El Viernes de Dolores marca el inicio de la pasión en Córdoba

Virgen de los Dolores

A. Fresno / Fotos: Álex Gallegos

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El que fuera hermano mayor de la hermandad de la Virgen de los Dolores, Fernando Fernández de Córdoba, contaba que no en pocas ocasiones se encontraba con Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” rezando ante el icónico azulejo que la imagen tiene en la plaza de Bailío, antes de pasar a hacerlo ante la propia imagen. Al ser preguntado por ello, Manolete espetó lo siguiente: “Querido don Fernando, el azulejo es para entrenarme. Entrar derecho a la iglesia y mirar a la Virgen a la cara, de sopetón, es demasiado. Primero hay que entrenarse”. Y es que al califa del toreo no le faltaba razón porque hablar de la Virgen de los Dolores es sinónimo de hacerlo de una de las devociones más sinceras y antiguas de la ciudad. Un icono. Así, fieles a la tradición como cada Viernes de Dolores, la venerada imagen de la Señora de Córdoba congregó a miles de cordobeses en la plaza de los Capuchinos, donde desde primera hora de la mañana se formaron largas colas a las puertas de su santuario con el objetivo de rendirle pleitesía. El buen clima y las altas temperaturas invitaban a salir a las calles, donde el olor a azahar era palpable por cada rincón a modo de presagio de lo que se vivirá en tan sólo unas horas.

La inhiesta figura del Cristo de los Faroles fue testigo un año más del continuo ir y venir de miles de personas, muchas de ellas con sendos ramos de flores, que no querían faltar a su cita con la Virgen de los Dolores. La dolorosa, que se presentaba sobre su icónica peana tallada y dorada, lucía dos de las piezas más antiguas y ricas de su ajuar: el manto de Albuquerque y la saya del cordero, fruto ambas de la donación del obispo Juan Alfonso de Albuquerque y fechadas en 1864. Sobre su pecho, profusamente enjoyado con collares y perlas de todo tipo, la Virgen de los Dolores portaba un rico corazón traspasado por puñales. Una imagen que cruza cualquier tipo de frontera y que con el paso de los años se ha convertido en todo un referente devocional.  

Durante toda la mañana se sucedieron distintas misas en el templo, aunque la de mayor relevancia de todas ellas tuvo lugar a partir de las 11:00 horas, ya que el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, presidió la Fiesta de Regla de la hermandad de los Dolores. En esta celebración, un año más, estuvieron presentes distintas autoridades municipales y autonómicas, como el alcalde de la ciudad o representantes de distintos grupos políticos del Ayuntamiento, más si cabe en estos días de precampaña electoral donde los políticos de uno y otro signo (unos más que otros, todo sea dicho) no pierden la oportunidad de dejarse ver mostrando su apoyo a las distintas hermandades y cofradías de la ciudad durante sus actos.

La Virgen de la Paz y Esperanza, en besamanos

Igualmente, a pocos metros del Santuario de Nuestra Señora de los Dolores, en la iglesia conventual del Santo Ángel, María Santísima de la Paz y Esperanza se encontraba a las puertas del templo expuesta en devoto besamanos. Con los ecos aún de su reciente coronación pontificia, la imagen de la Paloma de Capuchinos lucía tocado de tul para la ocasión, portando precisamente algunas de las piezas ofrendadas con motivo de dicha efeméride. Entre ellas destacaban la saya, el manto y la media luna, así como la propia presea que le fue impuesta en la Santa Iglesia Catedral el pasado 15 de octubre.

Los primeros nazarenos ya recorrieron este jueves las calles de Córdoba con la salida procesional de la pro hermandad de la salud, y mañana sábado de pasión harán lo propio las hermandades de la Presentación al Pueblo, en el barrio de Cañero, y la hermandad de las Lágrimas, en el barrio del Figueroa. Todo está listo para que el Domingo de Ramos se abran las puertas de San Lorenzo y dé comienzo una nueva e ilusionante Semana Santa.

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