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ANTONIO GALA
Antonio Gala, de Córdoba

El escritor Antonio Gala

Juan José Fernández Palomo

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Yo nunca he estado allí, pero me cuentan que en su casa natal de Brazatortas (Ciudad Real) un azulejo reza: “Aquí nació el escritor cordobés Antonio Gala”. Conociendo la trayectoria literaria y vital de Antonio, yo me lo creo. De hecho, no muchos de sus lectores saben que el cordobés vino al mundo en un municipio ciudadrealeño.

“El cochino no es de donde nace, sino de donde pace”, dice ese refrán tan antinacionalista. Y Antonio Gala se alimentó en y de Córdoba.

 Ni tampoco lo saben muchos de sus espectadores, porque Antonio Gala fue un dramaturgo, un autor de teatro imprescindible en la escena de nuestro país desde los años setenta del pasado siglo: Los verdes campos del Edén, Las cítaras colgadas de los árboles, Petra regalada o Anillos para una dama son obras clave para conocer el teatro “de texto” español de esa época.

Algo de teatral tenía su figura, su voz y su presencia en vivo o en televisión, de la que también fue guionista. Su rostro anguloso, su acento, sus elegantes pañuelos de dandi alrededor del cuello y los hombros y su colección de bastones le hacían, a la vez, un personaje tan respetado como parodiable.

Sin olvidar su presencia como columnista en distintos medios de comunicación. Aún recuerdo leer sus Troneras en el diario El Mundo que le ganaron admiradores y detractores, como debe ser o, como él decía, “enemigos oficiales y aficionados”. 

Gala, el primigenio y joven poeta, fue acogido por los cordobeses del Grupo Cántico que lo consideraron un émulo benjamín. Y puede que de esa época fuera su decisión inquebrantable de ser de Córdoba, de su historia, de su presente y de su futuro.

De su pasado, porque algo de la Córdoba Patricia tenía su oratoria y algo andalusí tenía su glamuroso hedonismo.

De su historia reciente, porque no se negó jamás a hablar de la ciudad y se sumó con vehemencia al sueño de que Córdoba fuera Capital Europea de la Cultura (su defensa de la candidatura en un acto de la delegación cordobesa celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid fue tan hermosa como argumentada y firme).

Y también demostró ser un cordobés para el futuro. Su última obra ética, estética y vital fue sembrar para que recogieran otros más adelante: la creación de la Fundación de jóvenes creadores que lleva su nombre en lo que fue Convento del Corpus Chisti de la capital cordobesa.

Desde hace años, muchos de los jóvenes que allí han residido curso tras curso, escritores, músicos, artistas plásticos, han confirmado su vocación creativa convirtiéndola en carrera en muchos casos premiada.

Gala, el mecenas, creó la Fundación para artistas de distintas disciplinas con la intención de que en ese antiguo convento se practicara y creciese lo que él llamó “fecundación cruzada”.

Que el hombre descanse en paz. Que su obra siga inquieta. Viva.

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