Es un debate recurrente entre padres, madres, profes, “expertos” (ese gremio difuso), profes de profes, miembros de las ampas, tertulianos y tal, eso de cuál es la edad adecuada a la que los niños y niñas pueden tener acceso a “las pantallas” o, más concretamente, cuándo disponer de un teléfono móvil propio (a cuenta de sus papás o bien de tarjeta de prepago, supongo, si se trata de pequeños terroristas).
Yo no lo sé. Tengo móvil pero no tengo hijos. Creo.
Pero, curiosamente, en ningún círculo aparece otra cuestión que me parece de cierta importancia: a qué edad hay que quitarle o prohibirle el acceso al móvil a un adulto.
Muchos de los adultos somos un peligro con teléfonos de esos disponibles a 24/7/365.
Peligrosos y molestos en el autobús, en la caja del supermercado, sin auriculares, enviando y dejando escuchar mensajes de audio de guasap, hablando a voces con el gesto de comerse una tostada, conduciendo, comiendo en familia, cruzando un paso de cebra, en el tren, en los tanatorios, a las puertas de la UCI.
O bien consultando el oráculo de Google a la mínima situación peliaguda que se presente: en qué momento hay que echarle el azafrán al arroz, contra quién debutó Juanito cuando fichó por el Real Madrid, qué nombre popular tiene el cierre al cuatro en el dominó o cuánto y cuándo “dan agua pa mañana” (magnífica expresión popular) según dice el móvil.
Parece que sin smartphone ya no hay conversación a la hora del vermú en el bar de la esquina y se hará un silencio y pasará un ángel y se escuchará un carraspeo algo nervioso.
Algo de eso habrá habido de sucederle al alcalde de nuestra ciudad cuando hace unos días anunció la posibilidad de crear una especie de agencia local municipal de previsión meteorológica porque no se fía de la Aemet. Es decir, quiere crear lo que cualquier parroquiano del bar le comenta a otro consultando en su móvil lo que dicen las páginas web que hablan del tiempo y cuya fuente suele ser la Aemet (pulsar Córdoba).
Me ha recordado a aquel juego de intriga de antaño. No digo que el asesino; pero al final el alcalde era el cuñao, no el mayordomo.
Y es que creo que, en el fondo y después de lo que algunos han tragado, hay dirigentes del Partido Popular con responsabilidades que piensan que Mazón solo puede haber uno en la historia.
Como solo ha habido un Elvis Presley o como solo ha habido un Muhamad Alí. Y no se deben intentar replicar.
Yo lo comprendo.
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