Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
Alfombras
Mi familia, mis titas y la única abuela que conocí, me enseñaron que en Noviembre se cambiaba la ropa de los armarios, se bajaban las colchas gordas de los altillos y se desenrollaban las alfombras porque el invierno ya estaba aquí y es lo “que había que hacer”.
Y yo lo hago. Lo hice el jueves pasado, el día 20 de noviembre, en una mañana que en la que no tenía otra cosa mejor y más justa que hacer.
Mudé un chaquetón de sitio, escondí las camisas de estampado ridículo de manga corta, sepulté en un cajón las bermudas, escondí para meses mis gloriosas pantorrillas de futbolista amateur, compré nueces en la frutería, las puse en una fuente en la encimera para que hicieran bonito…
Moví el sofá y la cama para poner unas alfombras en el suelo. Porque es bueno para mis pies, para los pies de quien vive conmigo y suman cuatro pies que acaban en uno y para los pies de las personas que invito al hogar.
Desenrollar una alfombra es un ejercicio un poco vertiginoso, no sabes qué te puedes encontrar, es inquietante. Hay literatura y pelis en las que una alfombra desenrollada guarda dentro un cadáver o una sibila o una tentación o un anuncio de la muerte, un regalo o la caída de un imperio o la cabeza decapitada de un santo. Hay alfombras que vuelan.
Al desenvolver la de mi salón, lo hice con mis manos y un par de patadas, se apareció mi madre como en un encantamiento:
-Hola hijo.
-Hola mamá. No te esperaba.
-Lo sé. Lo estás haciendo bien.
-Bueno… No me acordaba de tu voz...
-Es la de siempre… Esta alfombra la trajo tu padre de Irán, es persa, original, de 1973, es de cuando viajó allí a trabajar a poner nosequé eléctrico en un desierto.
-Sí, me acuerdo. Volvió más delgado.
-Sí. Y muy guapo. Tú eras muy chico…
-Lo soy aún.
-No; ya no. Ya eres un hombre.
(Mi madre murió de cáncer un mes de noviembre. Y tiempo atrás fue una chica de trece años cuando fusilaron a su padre, mi abuelo)
Cuando desenrollen una alfombra estén muy atentos a la mierda que pueda llevar dentro.
Sean cuidadosos cuando cambien los armarios.
Y cuando pisen la alfombra.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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