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Periódicos: eso que hacen las mujeres y que dirigen los hombres

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Manuel J. Albert

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Solo cuatro de los 26 principales medios de comunicación españoles de prensa escrita -digital e impresa- están dirigidos por mujeres. En un oficio como el periodismo, en el que existe una amplia mayoría de voces femeninas en las plantillas, el dato refleja una realidad social común en casi todos los sectores económicos: la igualdad real, tanto de oportunidades laborales como de salarios, no existe. En el caso de los medios, a estas taras se suma una tercera: lo que ocurre en el mundo es contado, básicamente, por hombres.

Si centramos el foco en un municipio como Córdoba, el paisaje no mejora. Ninguno de los tres grandes medios de comunicación impresos en la capital tiene al frente a una mujer. Es más, nunca lo ha tenido. La gráfica se perfila algo más optimista entre los nuevos medios de comunicación digitales surgidos en el último lustro, donde al menos dos de ellos tienen a mujeres al mando.Lamentablemente, hablamos de plantillas con muy pocos trabajadores, un mal que caracteriza a estas bisoñas cabeceras.

Cordópolis ya es el decano de la última hornada de medios de comunicación locales. Aunque su nombre se debe a una mujer, Marta Jiménez -quien tituló una de sus desaparecidas columnas en Diario Córdoba como Cordópolis- los cuatro socios fundadores fueron hombres. Quien escribe este texto es uno de ellos y puede asegurar que no fue algo buscado ni planificado, desde luego, pero fue un hecho. Y con la vorágine de meses y meses de preparativos para lanzar el nuevo periódico, ninguno entre los cuatro nos planteamos nunca esa cuestión.

Recuerdo el momento preciso en que eché de menos la presencia de una mujer participando de las decisiones en la dirección de mi periódico. Ya llevábamos unos meses publicando a diario y el ritmo de trabajo para el paupérrimo equipo que éramos no paraba de crecer. Y en éstas, una mujer levantó la mano y nos dijo: “Chavales, de vuestras siete primeras entrevistas de domingo [la sección N&B es una de las espinas dorsales de la línea editorial cordopolita] solo hay dos protagonistas femeninas. ¿Esta va a ser la tónica siempre?”.

Hostias. Eso fue lo primero que pensé. De nuevo no había sido algo premeditado ni buscado. Sacar adelante un cuerpo de entrevistas en profundidad mientras se arranca un periódico como el que está usted leyendo -en un momento en el que todavía no había ni colaboradores ni firmas asociadas- suponía un profundo desgaste, amén de un considerable quebradero de cabeza. Pero tal vez porque no trabajábamos con ninguna otra mujer a nuestro lado, nadie entre nosotros se percató de que estábamos empezando a contar la realidad a través de una mirada predominantemente masculina. Y eso suponía una cagada considerable.

Defiendo que el periodismo en sí no tiene por qué tener género. Escribir bajo las normas de la pirámide invertida para responder a las básicas preguntas de qué, quién, cuándo, dónde y por qué le corresponde tanto hombres como mujeres por igual. Pero este trabajo es mucho más. A pesar de lo que muchos puedan pensar, el periodismo como el conjunto de los oficios ligados a las humanidades y las ciencias sociales es, en esencia, subjetivo. Y en su tarea de manipular -la palabra está escogida con todo el sentido- la realidad para ordenarla de manera coherente en una noticia, el género de quien escribe juega un papel que, en un momento dado, puede llegar a ser fundamental. Y si eso ocurre con un simple artículo, imaginen con una línea editorial entera marcada en sus titulares de portada por un director de periódico.

Seguramente, el 8 de marzo, Día de la Mujer, el papel de las periodistas al frente de los medios de comunicación será solo una de las cuestiones que se van a plantear. Pero aunque parezca menor, no lo es en absoluto. La influencia de los medios sigue siendo vital. Y eso, a pesar de la eterna crisis que arrastran en viabilidad y credibilidad. Una crisis a la que, por cierto, han llegado con hombres al mando. Para mí solo ese detalle ya sería razón suficiente para ceder el testigo con más alegría y ver qué nos pueden ofrecer nuestras compañeras para salir del atolladero. Y seguro que es mucho.

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