Hay pocas cosas en esta ciudad, al margen del salmorejo y el flamenquín, tan autóctonas, tan nuestras y tan diferentes como lo son las tabernas que conocemos como Sociedad Plateros.
Para la inmensa mayoría puede que ese nombre solo le suene a taberna con vino que quita el sentío y una cocina de altura. Desde la calle Cruz Conde a la Plaza Séneca, de María Auxiliadora a la Avenida de Granada, hasta la más antigua taberna de San Francisco. Lo que no estoy tan segura es que conozcan qué hay detrás de estos templos de la gastronomía cordobesa con olor a auténtica bota de vino.
Corría el año 1868 y España estaba que ardía. Veníamos arrastrando una grave crisis política y económica, desencantados de una reina de la que se esperaba todo y dio casi nada. En septiembre de aquel año ocurrió lo inevitable. El día 30, la reina Isabel II (la reina de los tristes destinos) abandonaba España para no volver nunca. El día de antes en la Puerta del Sol, tras las barricadas, dicen que se oyó por primera vez en la historia el grito de “abajo los Borbones” … y la mancha de aceite que se había extendido por todo el país llegó hasta el corazón de España e hizo el resto. La llamada Revolución Gloriosa acabó con la reina y abrió la puerta a los primeros ensayos de regímenes democráticos. Tanto llover desde entonces como para que ahora no valoremos el camino recorrido y la sangre derramada hasta una auténtica democracia y lo que deben ser sus pilares inamovibles.
El caso es que, en Córdoba, esa crisis brutal se sintió de manera especial, así que el potente gremio de los plateros cordobeses, ante las necesidades que estaban pasando gran parte de sus miembros, buscó una forma de socorrer a los suyos. El 17 de octubre de 1868 se constituyó en Córdoba una de las instituciones más genuinas que tenemos, la entonces Asociación Mutua de Plateros de Córdoba, más conocida como Sociedad Plateros.
Una asociación iniciada por un grupo de hombres avanzados y generosos que sintieron la necesidad de ayudar a los compañeros que pasaban necesidades, inspirada en el principio de la auténtica solidaridad y en la idea de ofrecer, siquiera, una mínima “pensión” a los que después de toda una vida de duro trabajo a la vejez no tenían ni para sobrevivir. Su sentido de pertenencia a un grupo les impulsó a tratar de rescatar de la miseria a los suyos, demostrando que la unión hace la fuerza.
Aquellos iluminados pronto entendieron que no bastaban sus “aportaciones” para tamaña empresa. Y así, dando un paso más, alguien aportó la brillante idea de obtener fondos adicionales con alguna actividad, lo que demuestra que en Córdoba hay tantos hombres y mujeres de buen hacer y mejor imaginación, aunque aquí sea donde nunca se les reconozca. La idea de abrir un “despacho de vinos” se puso en marcha cuatro años después y en 1872 abrió con tal fin la Sociedad Plateros de San Francisco, puede que hoy la taberna más antigua de Córdoba.
La solidaridad de aquellos hombres y su emprendimiento fue el germen de un asociacionismo único y también de unas tabernas que bajo el rótulo de Sociedad Plateros fueron ocupando en el corazón de los barrios de Córdoba.
(Continuará)
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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