Molina Foix: “Mi viaje a Córdoba tiene algo de 'proustiano”
“Te advierto de que hablo bastante”. Vicente Molina Foix (Elche, 1946) responde así al periodista, cuando este le explica que busca una entrevista amplia. No miente. El narrador -léase aquí poeta, ensayista, novelista, periodista y director de cine- trufa de personajes, anécdotas y reflexiones una conversación de poco más de media hora. Viaja por su infancia, se sienta en las salas de proyección de películas no aptas, se estresa en los rodajes, suda en las carreras huyendo de los grises y escapa con su poesía del realismo social. Al término, Molina Foix advierte de nuevo: “Vas a tener que editar mucho”. “No creo”, responde el reportero, “habla usted bastante bien”. Y él tampoco miente. FOTO: MADERO CUBEROPREGUNTA. Ha subido el IVA de las entradas de cine, ¿qué supone semejante incremento para un cinéfilo como usted?RESPUESTA. Le voy a decir que, aunque parezca un poco arrogante, tengo un pase en mi condición de crítico de cine. Porque aun sigo haciendo críticas en una revista literaria, Letras libres. Así que mantengo el privilegio de tener unos pases para los cines a los que más voy, que son los cines en versión original de Madrid. Como los Renoir, los Golem o los Verdi. Entonces, no he notado la subida todavía en mi bolsillo. Lo que sí he notado, que para mí es muy triste, es que cuando voy al cine entre semana hay menos gente. Yo soy de los que me he mantenido fiel a ir al cine. Y a pesar de mi provecta edad, sigo haciéndolo. También tengo alguna película en mi casa para cuando quiero revisar algo o necesito ver un DVD en concreto... pero prefiero ir a las salas. Saben mejor las películas. Me pasa algo muy curioso: me acuerdo mucho más de ellas cuando las he visto en una sala de cine que cuando las veo en casa. Como si el lugar fuese un estímulo para fijar las imágenes de la película en mi memoria. Porque cuando estás en tu casa, la memoria es más distraída; porque estás en tu cotidianidad. Pero en el cine, a pesar de que lleve toda la vida yendo, siempre hay algo de acontecimiento. Voy una media de tres veces a la semana en Madrid.P. Tres veces, entonces me alegro de que tenga usted un pase...R. Sí, sí... A mí de momento no me cuesta, no me repercute en el bolsillo, pero sí me repercute en algo que es triste: estar viendo una película solo con dos personas a tu lado en la sala. Eso, además significa no solo que la gente va menos y que se siente afectada, como es lógico, por la subida, sino que pone en peligro la subsistencia de las salas de cine que a mí me gustan tanto. Porque la gente de mi generación -que es una generación literaria- nació en el cine. La de los novísimos, que se festejan ahora aquí en Cosmopoética, fue una generación literaria que se conoció a través de las páginas de una revista de cine de la época, Film ideal. En ella coincidimos Pere Gimferrer, yo mismo, Terenci Moix y otra serie de personas que fueron el núcleo de los novísimos. FOTO: MADERO CUBEROP. Tiene suerte, porque de pequeño también iba al cine con un pase de su padre.R. Sí, mi padre trabajaba en la Diputación de Alicante, tenía un cargo importante y bueno... Ahora supongo que eso sería sospechoso porque los privilegios, con mucha razón, son sujetos a escrutinio por parte de la sociedad. Pero mis padres tenían un pase para los cines de Alicante y ellos no iban mucho. Así que yo lo utilizaba. Eso, a parte del aspecto económica -al que me he acostumbrado muy mal, de hecho, siempre he dicho que me he hecho crítico de cine para no pagar la entrada- tenía una cosa muy buena en aquella época. Y es que cuando ibas con un pase a los cines -me ocurrió dos veces en el Ideal de Alicante- podías ver una película como Espartaco, de Stanley Kubrick, que según la férrea clasificación religiosa de la época era solo para adultos. E incluso para ellos era desaconsejable...P. Y eso que era la versión censurada, sin la escena de las ostras y los caracoles...R. No la tenía, no la tenía, pero aun así era una película fuerte. Y entonces, claro, a mis amigos del colegio -porque tendríamos entonces unos 14 o 15 años- no les dejaban entrar, porque no era tolerada. Pero a mí, al llevar el pase, me veían como con una especie de autoridad y, aunque fuese solo, podía entrar. Así que vi películas que mis amigos rabiaban porque no podían verlas. Y luego yo se las tenía que contar. De hecho, creo que mi origen literario, el ser narrador, me viene porque conté muchas películas a mis amigos que no habían podido entrar al cine porque se les prohibía. Y yo con mi pase milagroso, entraba.Soy narrador porque conté muchas películas a mis amigos FOTO: MADERO CUBEROP. Con los años, su pasión por el cine le llevó a trabajar con Jess Franco en su juventud. Eso sí que es una escuela, ¿no?R. Fue una escuela y, al mismo tiempo, fue lo que me quitó un poco las ganas de seguir en lo del cine. Con 18 o 19 años, en el grupo de gente con el que me movía en Madrid, donde yo empecé a estudiar la carrera, todos éramos escritores pero, en realidad, no sabíamos muy bien si lo que queríamos ser de mayores era cineastas o poetas. Yo no lo tenía nada claro. Escribía porque para escribir no hace falta nada más que un papel y un lápiz. Y un verano, un amigo mío al que sigo viendo -a pesar del embolado en el que terminó metiéndome- me propuso ser ayudante suyo como meritorio de dirección en una película de Jesús Franco. Y yo, que estaba en segundo de carrera, que había terminado con notas brillantes mi curso y que me iba a ir como todos los veranos a la playa de San Juan a bañarme, donde mi padre tenía un apartamento, pues decidí pasar seis semanas en el rodaje en la manga del Mar Menor. Como estaba cerca no dudé en participar como meritorio en este rodaje.De joven no sabía si quería ser poeta o director de cinePero cuando llegué al hotel un domingo que nunca olvidaré, me di cuenta de que era una trampa. Mi amigo, Luis Revenga -que sigue siendo muy querido- rodaba él mismo una película de vanguardia interpretada por Ana Puértolas, hermana de Soledad Púertolas. Y lo hacía con un material que, de manera clandestina, le pasaba Jesús Franco. Y yo era el único ayudante de dirección no de una sino de dos películas que Jesús Franco -aunque él lo negó, sé muy bien que era verdad- hacía con el presupuesto de una. Con los mismos actores y dos guiones camuflados que solo él y yo teníamos. Yo no sabía nada de cine, solo era un cinéfilo que había visto películas en los cineclubs, nada más. A pesar de todo sobreviví, aunque durante años tuve pesadillas. Por ejemplo, entre las situaciones más estresantes, en el rodaje teníamos que cambiar constantemente las matrículas de unos Seat 600 de la época, porque una película se desarrollaba en Acapulco y la otra en Shangái.P. ¿Y todo rodado en la manga del Mar Menor?R. Todo rodado en la manga del Mar Menor y con Seat 600. Y a estos les tenía que cambiar las matrículas entre toma y toma. Una para la película titulada El caso de las dos bellezas y la otra para Bésame monstruo.(El periodista se ríe)R. No hay que reír -luego voy a hacer la defensa de Jesús Franco- porque están consideradas películas de culto hoy en día. Dee hecho, han sido presentadas, junto a otras de Jesús Franco, en un pack que se vende en Estados Unidos y que está presentado por Quentin Tarantino. Pero te sigo contando, yo en esas dos películas tenía que cambiar, sin que nadie se diera cuenta, las placas de las matrículas: de la escena mejicana a la escena china. Y en una toma rápida, me olvidé. Me acerqué, absolutamente atorado, a Jesús Franco y se lo dije. “Hay que repetir la toma porque en la película de México salen unas matrículas con caracteres chinos”. Y me respondió: “Eso el público no lo ve. Siguiente toma”. FOTO: MADERO CUBEROP. Y ahora, vamos con la defensa a Jesús Franco.R. Me gustó mucho trabajar con él. Era una persona muy culta, cosa que en el cine no es frecuente. Tanto en literatura como en música; era un personaje muy ocurrente, genial. Aunque también me hizo ver que el cine es algo muy ajetreado, que hay que madrugar mucho... Y pensé que nunca más repetiría; que yo iba a ser escritor porque lo hace uno en su casa y a las horas que decides.P. Y aun así, tuvo dos experiencias posteriores ya como director. Pero antes de hablar de ellas, dígame, aquel rodaje coincidió con el momento en que usted daba forma a su primera literatura, ¿podría quedar algo en ella de alguien como Jess Fraco? Parto de la base de que siempre llevamos una maleta donde metemos todas las experiencias. Y me pregunto si puede quedar algo de aquello o de esa inmersión en el cine.R. No soy consciente de ello, aunque yo también creo que todo queda, que hay un poso de todas las cosas pero en este caso en concreto no lo tengo, digámoslo así, clasificado. Pero bueno, algo ha podido quedar, sí. Recuerdo que durante el rodaje leí un libro que me marcó mucho y cuyo autor luego conocí y fue gran amigo mío. Hablo de la famosa novela de Guillermo Cabrera Infante Tres tristes tigres. La acababa de publicar en ese momento y yo la leía en los pocos ratos que me dejaba el rodaje. Por otro lado, el propio Cabrera Infante es un escritor muy ligado al cine como yo lo he estado. En definitiva, ese rodaje, esa experiencia, ahí debe estar, en algún rincón de mi memoria o de mi obra.P. Uno de los ejes de su libro El abrecartas, que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 2007 , es precisamente la influencia que tienen los recuerdos.R. Sí, es un tema que me interesa mucho. Sobre todo en El abrecartas, que se supone que es mi obra maestra -aunque espero poder escribir algo que la supere porque si no me quedaré solo como el autor de esa novela-. Es un tema que me obsesiona, quizás porque es una obsesión de mi propia vida. He tenido la suerte de haber tenido, desde muy jovencito, fantasmas favorables; personas que, aunque algunas han muerto o he dejado de verlas, han tenido un influjo muy fuerte y se han convertido en apariciones que, en vez de dar miedo, dan estímulo. El conocer, por ejemplo, cuando yo tenía 17 años, a Vicente Alexandre y ser amigo suyo y haberle tratado hasta el día de su muerte; o la maestría, sobre todo personal más que literaria de Juan Benet o de Cabrera Infante cuando le conocí en Londres; el propio Jesús Franco... He tenido la suerte de tener muchos buenos maestros. Y maestros entre comillas, porque no daban clases pero me enseñaban. Yo siempre he sido un buen discípulo, un discípulo vocacional. Aunque ahora, a mi edad, me veo más bien en el papel de maestro. Pero me gustaría aun ser discípulo de alguien que me abriera cosas que yo aun no conozco. He sido siempre un aprendiz muy aplicado. FOTO: MADERO CUBEROP. ¿Se aprende de los maestros a través de las lecturas?R. De las lecturas, que te enseñan mucho. De las salas de cine, en el caso de las películas. Pero también me refiero a las influencias personales que a veces reflejan una manera de ver el mundo de los propios artistas. Por ejemplo, uno de ellos es el compositor Juan de Pablos. Aunque yo no haga música, he colaborado con él en óperas como libretista y me ha abierto el mundo. Y luego hay otras que no son conocidas, hombres y mujer que me han marcado con su ejemplo. La madre de Leopoldo María Panero [amigo personal de Foix en la generación de los novísimos, hoy algo más distanciados] era un personaje un poco legendario. Felicidad Blanc, que sale en la película de Jaime Chávarri, El desencanto, me influyó muchísimo. Nunca había conocido a una mujer con una personalidad así, yo adoraba a mi madre pero ella era de otro mundo y ver a una persona culta y refinada, con un castellano que daba gusto oírlo y un bagaje personal tan diferente al que yo conocía en mujeres de su edad, también me abrió el mundo. Y cuando sus hijos fueron desapareciendo de mi entorno, nunca perdí el contacto con ella. Soy un gran curioso de captar cosas del mundo. Si algún merito hay en eso, confío en que se haya trasladado a mi propia personalidad y mi propia obra.P. No dejemos de hablar de recuerdos y de presencias. Usted es un lector de Marcel Proust, un viaje como el que está haciendo a Córdoba, donde se ha reencontrado con compañeros de su generación de los novísimos, ¿no tiene algo de proustiano?R. Sí, algo tiene claro, la búsqueda del tiempo perdido... Sí, en efecto, eso pasa. te encuentras con gente con la que no has perdido el contacto y otros con los que sí y lo recuperas. Pero para mí Proust ha sido siempre un gran maestro de algo que me gusta mucho y que podría parecer perogrullesco decirlo. Pero me gusta por la calidad de su página, más que por sus argumentos o las invenciones dramáticas. Me gusta la calidad de lo que yo digo, en un símil muy fácil de entender, la pincelada. Me gusta mucho la calidad de su pincelada, la densidad, riqueza y color de la pincelada literaria, que es como la de los cuadros. Sus pinceladas guardan una sonoridad, un uso de la metáfora, la morosidad...P. Y si este viaje fuese la magdalena de Proust...R. Es un viaje en el que un grupo de gente hemos recuperado encuentros y momentos, más en las cenas y en las conversaciones que en los actos públicos. Hemos estado hablando de cosas del pasado, rectificándonos unos a otros fechas que la memoria había traicionado. Hemos estado, de alguna forma, no tanto recuperando el tiempo perdido, sino descubriendo que la coincidencia en ciertas cosas sigue estando ahí. Existe un espíritu que en ese momento nos unía y que ahora, con todos los cambios que ha habido, nos sigue uniendo. Me encuentro hablando con Guillermo Carnero o Gimferrer o Jaime Siles o Genaro Talen y seguimos teniendo una misma comunidad de ideas, de aspiraciones, de gustos que no se han perdido.P. A pesar de esa pervivencia, ¿los años no dan una mirada algo más fría sobre esa época? ¿Quizás algo más excéptica sobre su obra de entonces?R. Este viaje coincide con algo muy feliz e interesante para mí. Estoy preparando mi poesía completa para entregársela a la editorial Planeta a fin de mes, para su colección Vandalia. Un libro que va a reflejar una actividad que poca gente conoce. Solo he publicado dos libros de poesía desde los novísimos, el último de ellos en 1998. He publicado muy poco pero he escrito mucha poesía. De hecho, me he encontrado cientos de poemas mientras recopilaba material. No todos ellos me gustan y muchos están sin terminar o sin corregir. Pero esta recopilación me ha devuelto a lo que yo fui antes de nada, que es poeta. Lo que tampoco tiene mucho mérito, porque cuando tienes 12 años y lees unos versos de Béquer, Rubén Darío o Rasalía de Castro -a la que yo leía mucho- escribes por imitación, que es en realidad el origen de la escritura. En definitiva, estoy recuperando al poeta joven que fui. Y la coincidencia ha sido feliz.P. Los novísimos se apartaron conscientemente de la poesía social que marcó los años 60. Unos años en los que la gente salía a la calle a manifestarse contra Franco y contra la represión. Salvando las distancias, cuando ve que la gente vuelve a salir, ¿piensa que tendría vigencia una poesía social ahora? Y cuando lee sobre las nuevas movilizaciones, ¿tiene sensación de déjà vu?R. Cuando yo escribía los poemas de los novísimos, que son absolutamente no políticos y no sociales, coincidía con los de la mayoría del grupo joven de la generación. Aunque no hay que olvidar que estaba el grupo de los mayores, con Vázquez Molntalbán al frente, que hacía una literatura más de corte comprometido, como se decía en la época. Pero la poesía de Felix de Azúa, de Gimferrer, de Carnero, Leopoldo María Panero o la mía misma, no era política ni social ni realista. Pero eso no quiere decir que no fuésemos unos chicos muy combativos. Yo tuve problemas en la Universidad, Leopoldo María estuvo detenido, Félix de Azúa y yo nos conocimos en una manifestación que acabó violentamente en la Ciudad Universitaria de Madrid.Uno puede manifestarse y ser comprometido, pero en la literatura explorar otros mundos FOTO: MADERO CUBEROÉramos gente muy comprometida, pero teníamos como concepto -y lo sigo manteniendo hasta hoy- que uno puede ser un sujeto comprometido con tu tiempo y manifestarte, protestar o hacer las cosas que se hacen fruto del compromiso ciudadano; pero luego, en la literatura, explorar otro mundo. A veces, pueden llegar a coincidir. Como me ocurrió en mi novela El abrecartas. Existe una lectura política en esta obra para mucha gente. Y sin duda, la permite. Es un libro que para mí fue significativo porque, como yo nunca sé lo que voy a escribir, me encontré con que estaba escribiendo un libro que de alguna forma no cuenta únicamente las obsesiones y la vida privada de una serie de personajes, algunos de ellos históricos, sino que también cuenta un fondo histórico tan trágico, arduo y sujeto al juicio social como es la España que va desde los años 20 hasta nuestros días. Esa sería, para mí, una novela comprometida, sin que yo crea que la literatura deba de impartir doctrina. Creo en la doctrina, el compromiso y la acción social firmemente en la realidad. Pero la literatura es un mundo imaginario.P. ¿Cómo ve el futuro? Tanto en la literatura como en la vida real. Parece que no tenemos ya nada claro.R. Me gustaría ser optimista. Y más, a medida que me voy haciendo mayor. Me gustaría que el tiempo de vida que me resta fuese un tiempo más halagüeño y acogedor. Vivimos una etapa muy áspera, sobre todo en España, de una gran división social que se va acrecentando cada día, en la que vemos a gente que está sufriendo y sacrificando sus sueños de muchos años, mientras a otra gente no le afecta para nada. El mundo siempre ha sido así, pero en este momento ha quedado brutalmente de manifiesto la obscena diferencia que hay. Y no solamente a nivel nacional.Todo cambiaría con una revolución, pero me temo que su tiempo acabóTenemos la presencia de los inmigrantes, que cada día están golpeando a nuestra puerta con una llamada de auxilio que, por desgracia, no se atiende, no se sabe atender o no se puede atender. Todo eso está adquiriendo una sensación de injusticia y de diferencia tan brutal que no sé cómo se va a poder cambiar. Y no creo que vaya a cambiar. La evidencia de la injusticia del mundo y la evidencia de que unos señores, en unas oficinas misteriosas en Nueva York o en Berlín, están dirigiendo nuestros destinos no creo que vaya a cambiar. Cambiaría con una revolución pero me temo que el tiempo de las revoluciones históricas tampoco es fácil que vuelva . Quisiera ser más optimista de lo que soy. Por mi bienestar y por el de todos los seres humanos que viven a mi alrededor. Pero me temo que no lo puedo ser. Creo que se están ahondando esas dos caras de esas dos sociedades, la de los poderosos y la de los oprimidos, usando una palabra que tiene una larga tradición en el movimiento obrero.P. Volviendo al principio de la conversación, que era el cine, y tratando uno de los problemas que ha citado, el de la inmigración, la última película que dirigió, El dios de madera, trataba este tema. Hubo problemas serios de distribución. ¿Volverá a rodar?R. La película se estrenó hace dos años y se estrenó mal. Decir eso ahora, cuando hay tantas películas que pasan por lo mismo, no es un consuelo. Pero la mía tuvo una serie de problemas que... en fin había arrancado muy bien en el Festival de Málaga, donde obtuvo un premio Marisa Paredes. Y el preestreno en Madrid, organizado por Planeta, estuvo muy bien, con muchos amigos escritores. Pero ha habido una serie de problemas, todavía no aclarados, que han dejado una frustración muy grande en mucha gente, incluido en mí. El DVD todavía no ha salido, por esas mismas razones, pero se verá un día. Y también en Televisión Española. Estoy muy satisfecho con esta película, más que con la primera, Sagitario, aunque aquella tiene muchos fans, que para muchos es una película de culto.Mi película 'El dios de madera' trata un tema social pero no busca solucionesPero El dios de madera refleja mucho esta dicotomía de la que antes hemos hablado. Trata un problema de candente actualidad: dos africanos junto a una madre y un hijo europeos, en Valencia. Viviendo un encuentro brutal y, al mismo tiempo, lleno de elementos sentimentales y amorosos. Y de nuevo es una película que trata de ese problema social, pero que no trata ni de solucionarlo ni de dictaminar sobre el mismo. Lo toma porque es un problema de nuestros días, como una fábula contemporánea en que nuestros personajes tienen una dimensión humana y, digámoslo así, sentimental.No me disgustaría volver al cine, pero quizás no es el momento adecuado, cuando muchos grandes directores están emigrando o no trabajando o lanzándose casi a hacer películas guerrilleras.
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PREGUNTA
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Uno puede manifestarse y ser comprometido, pero en la literatura explorar otros mundos
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Todo cambiaría con una revolución, pero me temo que su tiempo acabó
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Mi película 'El dios de madera' trata un tema social pero no busca soluciones
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