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Marta Jiménez

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Que el teatro de la Axerquía durante el festival de la Guitarra está a años luz de Suecia lo dicta, claro que sí, el clima -15 grados anoche en Gotemburgo y treinta y pico en un teatro al aire libre cordobés lleno de abanicos de “puto calor”-, aparte de los envidiables niveles de progreso, bienestar, sostenibilidad e igualdad del país nórdico.

Aunque no van por ahí los tiros del titular de esta crónica.

Toma prestado el nombre de una serie originalísima sobre las complejidades de la familia (de Aina Clotet y Marc Coll, corred a verla en RTVE), que, entre otras cosas, pone sobre la mesa un problema clásico: el de los hombres aliados que dejan de serlo cuando a su pareja les va mejor que a ellos en lo laboral. Y si eso ocurre en el mundo del arte y la cultura, no te quiero ni contar.

Y a cuento viene este paralelismo con el del indie rock, signifique lo que signifique semejante etiqueta, porque podría ser esa una de las causas que expliquen el gran campo de hegemonía y cánones masculinos que continúa siendo un universo tan supuestamente moderno.

Entre la humanidad de una grada con todo vendido para ver a Sexy Zebras y Viva Suecia en una noche del festival de la Guitarra convertida en nuestro pequeño Sonorama -por fin los programadores se han dado cuenta de lo fiel al directo que es el público amigo de lo indie-, una no puede dejar de lado su conciencia política. Pensar en cuánto han ensanchado las mujeres las miradas en el cine, la poesía o la narrativa durante las últimas décadas, y el olor a cerrado y a excluyente que sigue existiendo en el rock.

Pero que nadie se asuste ni se sienta amenazado por estos párrafos de confesión, que la cronista no se reduce a sus ideas políticas ni estas son parte inherente de su esencia. Tan legítimos son los grupos de rock masculinos como dudar en voz alta de que el 95% lo conformen señores barbudos. Y sí, los árboles permiten ver todo el bosque, tranquilidad.

Con todo aclarado, las canciones no sonaron la noche del jueves en la Axerquía, sino que explotaron con dos de las bandas con el directo más poderoso de la escena veraniega.

En una pista llena de pogos (gente energética que baila, salta y colisiona con el de al lado), los Sexy Zebras volvieron a arrasar en Córdoba sin fuegos artificiales ni parques de atracciones sonoros: mostrando lo mucho que se puede hacer con una guitarra, un bajo y una batería. Con todo el power y un sonido donde menos es lo más. Entre Bailaremos, su declaración de intenciones al pisar el escenario, y Tonterías, el tema con el que bajaron la persiana, el espacio y el tiempo quedaron suspendidos por la de electricidad, las ganas de fiesta, la complicidad, el jaleo con ese punto de agresividad distinguida o el guiño a Charly García que siempre toca el corazón de los boomers.

Agradecida porque olvidasen sus letras más bochornosas, dignas del reggaetonero JC Reyes más que de un trío hipster, resultó que el progenitor del guitarrista, José Luna, era de Cañero. Por eso cayó el piropo casposo de la belleza de la mujer cordobesa. Como si todas las de la grada hubieran salido de un cuadro de Romero de Torres.

El concierto de Sexy Zebras.

Los llaman los Red Hot Chili Peppers de esta parte del mundo, pero los de Hortaleza tienen personalidad y rabia para independizarse tanto de las comparaciones anglos como de las ráfagas de machirulismo. Sí se puede.

Más sofisticados en instrumentación, escenario a dos niveles, proyecciones, con un saxo que a veces parecía una sección de vientos completa y enlazando un temón detrás de otro, hicieron acto de presencia los murcianos Viva Suecia. Añadiendo dosis de emocionalidad al palpitante ambiente que habían cargado los Zebras, dispararon con su estribillo Miento cuando digo que te miento (Bien por ti).

Con todo el mundo entregado y encantado tanto arriba como abajo del escenario, la Axerquía fue un coreo general durante dos horas de sus grandes canciones: La orilla, Dolor y gloria, Lo que te mereces, Hablar de nada, Sangre… Temas que sonaron sin más artificio que algunas explosiones de serpentinas y confeti en momentos de éxtasis colectivo.

El líder Rafa Val se mostró feliz con el “todo vendido” de la fiesta, recordó conciertos anteriores en la ciudad, presentó a “la alcaldesa” de la banda (sic), Carmen en las voces, teclados y percusiones. También al andaluz del grupo, Jesús Aguayo, de Alcalá la Real, que para sorpresa del respetable hizo corear a la Axerquía por Blas Infante y su himno de la tierra en el momento más andalucista y también más marciano de la noche.

Muy bien hilado ese momento nacionalista con No hemos aprendido nada y La voz del presidente (versión rock), la redención llegó con El bien y su gran mensaje: no hagas caso a la mitad de lo que ves. A lo que añadiría ni tampoco a lo que escuchas ni a lo que lees.

Así que no, esto no es Suecia. Es Andalucía ¿libre?, los pueblos y la Humanidad.

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