Verónica Ruth Frías: “Si nadie nos reparte nuestro trozo, me voy a hacer mi propio pastel”
Esta es la historia de una artista que quiere ser un monstruo y comérselo todo. Quienes la conocen y la quieren la llaman Vero. La explicación de este deseo es que los monstruos, los grandes, los dueños del canon artístico siempre han sido ellos.
En el cartel de su exposición I am an artist woman -abierta hasta mitad de septiembre en el Centro de Arte Rafael Botí, en plena judería cordobesa- la artista aparece devorando, cual monstrua de las galletas, una tarta de tres pisos con pinturas de Picasso, Botticelli y Van Gogh. Ocurrió en una performance, género en el que Vero es emperatriz, en una especie de ida y vuelta entre lo teatral y su documentación en una serie de fotografías y vídeo, que vienen a constatar su lugar en el mundo del arte.
Verónica Ruth Frías (Córdoba, 1978) te mira con dos flechas de hielo que comienzan a derretirse en cuanto abre la boca. Locuaz, libre, espontánea y llena de poderío dentro de su metro cincuentaytres, entra en la sala que ocupa su primera exposición individual en Córdoba y empieza a dar instrucciones a todo el mundo: a su hija mayor, Mina, que la acompaña, a Guille el fotógrafo y al personal de la sala.
Criada entre los barrios cordobeses de La Fuensanta y la Avenida de Barcelona, fue un profesor en un internado de El Palo, en Málaga, el primero que la vio como artista. “Era un señor mayor que el primer día de clase metió los dedos en un enchufe, se puso a temblar y dijo, yo ya estoy cargado, venga, vamos a comernos el día. Sin él saberlo era un performer. Creyó en mí, porque yo era mala estudiante, y sacó esa parte que me hizo grande”.
Desde entonces, su obra ha girado en torno a la visibilidad de la mujer en el mundo del arte y del pensamiento. Una presencia que hay que seguir peleando al comprobar que a la artista le ha costado un cuarto de siglo, reconocimiento internacional incluido, llegar hasta esta primera exposición individual en su tierra.
Adentrarse en su universo significa ver la vida de un color de rosa resignificado. Leer máximas como “No es No”, Yes is Yes“ o ”Niunamenos“, y en donde el cuerpo aparece como una herramienta pero también como un campo de batalla.
Un cuerpo femenino performado capaz, no solo de desarticular el relato patriarcal del arte, sino de comerse el mundo a bocados.
P. ¿Qué quieres decir con “soy una niña de la Fundación Botí”?
R. Pues mira, yo termino una licenciatura de pintura en Bellas Artes y mis primeras obras eran Disfrazando el arte, en las que yo me vestía de Frida Kahlo o volvía a hacer Los fusilamientos del 2 de mayo, pero con las caras de mi amigos y con la mía, yo quería ser Picasso, yo era Dalí… Eran cuadros de pintura, un homenaje para acercar a la gente a esos cuadros y funcionaron muy bien. Fue cuando realmente entro en el mundo del arte y me empiezan a seleccionar. Entonces, un verano aburrida en Córdoba, un agosto, se me ocurre apuntarme en la Filmoteca a un curso sobre cómo convertir tu guión en película. Yo seguía pintando, yo no tenía ordenador, no trabajaba con eso. Y entonces, una chica nos vino a contar cómo convertir en proyecto lo que tú tenías en mente, en realidad. Entonces, me dije, si yo lo que quiero es acercar el arte a la gente, ¿por qué no me voy con una pancarta, me disfrazo y me voy por los pueblos de Andalucía disfrazada de Marina Abramovic y Cindy Sherman y acerco el arte a la gente? Pues ahí presenté mi proyecto por primera vez sin saber lo que estaba presentando. Era una performance en directo.
P.¿Qué edad tenías?
R. Unos 27 o cosas así. Presento ese proyecto, la Fundación Botí me lo concede y es cuando por primera vez salgo a la calle. Iba haciendo las pancartas y fui por pueblos y aldeas de Andalucía. Hice dieciseis, no me acuerdo bien, por muchos sitios. Ahí entendí por primera vez que si yo me disfrazaba de esos personajes, yo tenía otro tipo de cuerpo, yo tenía otro tipo de presencia. Yo podía usar otras personalidades con las que luego he jugado a lo largo de los años. Al principio cogí esa peluca rubia que veis reflejada en muchos en mis trabajos, porque para mí también la estética es muy importante. Yo cuando te asomas a una de mis piezas quiero que te asomes como un cuadro, pero donde se puede mover algo.
P. Tu exposición es un espacio de celebración feminista, un lugar de pensamiento, un lugar incómodo para personas antifeministas ¿Cómo negocias con las instituciones culturales para sentirte libre y exponer todo lo que deseas?
R. Siempre he hecho lo que me sale del coño. Tal cual. Creo que sí que tengo esa parte de sensibilidad de no hacer lo que no quiero que me hagan. Mi familia me ha educado lo suficientemente bien para ser respetuosa. Cuando planteo una obra, en ningún momento me planteo ser transgresora ni matar a nadie ni hacer sufrir a nadie ni herir sensibilidades. Al contrario, quiero hacer una cosa que te llegue de la mejor manera y que te la comas casi sin darte cuenta, aunque te duela un poquito. Y creo que eso se nota en mi trabajo. Hay como ese cuidado atento, esa sutileza creo que está en mi trabajo. ¿Por qué? Porque yo no quiero que mi obra se escuche como una polémica. Yo quiero que vean mi trabajo, quiero que lo lean, quiero que lo observen atentamente, pero no quiero crear una polémica porque no es mi deseo.
En ningún momento me planteo ser transgresora ni matar a nadie ni hacer sufrir a nadie ni herir sensibilidades
P. En tu trayectoria hay una crítica hacia el lugar que ocupa la mujer en el sistema artístico ¿Crees que ha cambiado algo en la última década? ¿Son más visibles las artistas?
R. Bueno, tengo dos hijas maravillosas. En el caso de Mina, que tiene 14 años, yo he visto cómo han ido cambiando los modelos de dibujos animados, por ejemplo. Sí que he hecho un recorrido con ella, desde cuando no había referentes a que en 15 años hay mucho dibujo anime, muchos donde la mujer sí que es la protagonista, no la actriz secundaria ni la compañera ni la amante. Somos protagonistas. En el mundo del arte yo estoy aquí [señala a su exposición en la segunda planta del Centro de Arte Rafael Botí], yo quiero ser referente para muchas. Yo quiero hacer creer que si la Vero puede, yo también puedo, cosa que nosotras no teníamos referentes. Cuando empecé a estudiar en los libros de arte estaba Frida en pequeñito y Diego Rivera aparecía mucho más grande. No tenemos referentes porque ellos sí pueden ser hombres y artistas, nosotras no. Sí que han cambiado mucho las cosas, por eso yo estoy aquí hoy. Y sí que sí hay cierta sensibilidad. En muchas ferias [de arte] se plantea el tanto por ciento que van a tener de mujeres y hombres. Pero el año pasado en ARCO éramos el 5% de mujeres españolas las que estábamos visibles. El año que estuve yo con la pieza de la Fundación Rafael Botí, en 2018, éramos un 5,6%. Entonces, si estamos matriculadas el 75% en Bellas Artes, ¿qué pasa para que nosotras no lleguemos y nuestros maravillosos compañeros que son el 25% estén en ARCO representados? Algo sigue fallando.
P. No puedo evitar pensar que si fueras un artista hombre cordobés, con tu misma trayectoria internacional, no tendrías una sola planta de exposición, sino las dos, ni hubieras inaugurado un mes de agosto en Córdoba.
R. Bueno, yo pienso que son como pequeños retos, ¿no? Es como decir, yo sé dónde voy a llegar, no sé el cuándo ni el cómo ni el tiempo, pero yo sé dónde voy a llegar. Sé que me va a costar muchísimo más que a mis compañeros. Eso lo tengo claro, pero lo tenía claro desde la facultad, cuando me decían, se nota mucho que pintas como una chica y yo no quería que se me notase que pintaba como una chica porque yo quería ser un colega más. Entonces, de abandonarse esa parte, que muchas veces ahora me veis más arreglada, más no sé qué, pero durante años yo he sido un bro, un brother, ¿no? Yo me he quitado mi cuerpo, lo he guardado para que me vieran como un compañero más, para que se tomasen mi trabajo en serio, para que me dieran otras connotaciones que tiene mi cuerpo y que tienen otras lecturas. Entonces, sí que pienso que nos cuesta mucho, mucho, mucho más.
Para mí sí que es un lujo estar aquí, estando viva, que no me haya tenido que matar nadie ni haya tenido que morir dos veces para que se me reconozca. Para mí sí que esto es un un logro y pienso que esto va creciendo, que es como también darte la oportunidad. Sí es verdad que es un mes de agosto, que en Córdoba es una fecha malísima, pero es un lujo estar aquí.
Desde aquí la cultura en Córdoba se ve como un eco. Cuando tú entras a una habitación y hace eco está vacía
P. Vamos a adentrarnos en la exposición. Veo una especie de Verónica multiplicada alrededor. Muchas Verónicas, muchos cuerpos, muchas voces. ¿Todas sois la misma?
R. Sí, en determinados tiempos diferentes. Soy la niña que tiraba piedras a los que le caían mal. Es la misma niña que escalaba árboles con 15 años y quería llegar arriba de la copa. Soy la misma. En determinados momentos me ha interesado hablar de la maternidad. En determinados momentos me he tenido que hacer un reggaeton con mi madre y esconderme porque estaba hasta la mierda de las letras esas, aunque me encante bailarlo. En momentos determinados me he sentido hambrienta por comerme el mundo del arte, que es la porción de parte que no me dan y me he tenido que comer una tarta. En ocasiones he tenido que secuestrar un avión de la capitalidad cultural y en ocasiones me he tenido que poner yo las medallas. Entonces, sí que soy yo multiplicada en muchos momentos a lo largo de mi vida. He reivindicado, yo soy una mujer, yo soy una artista, pero a lo largo de los años reivindico muchas cosas que me molestan o me hacen reír o me hacen feliz.
P. Sabes mezclar activismo feminista con humor ácido y con muchos códigos del arte conceptual. ¿Crees que hay que traducir el feminismo para que sea visible en el circuito artístico?
R. Hace unos años me acuerdo que Margarita Aizpuru [comisaria de la exposición] fue la primera que me dijo, Vero, si es que tu obra es feminista. Lo escribió en un texto porque nosotros no poníamos nombre a las cosas. Tú sabías que había algo que no estaba bien, que te hacía que quisieras ser un un chico porque ellos ganaban los premios, porque ellos eran los “pro” y tal, pero no sabías qué era exactamente, no sabías ponerle el nombre. Y cuando Margarita lo publicó, muchas compañeras y muchos compañeros me dijeron, Vero, no te metas ahí, no te metas porque de ahí es muy difícil salir, te van a catalogar y te vas a cerrar muchas puertas. O sea, llevo hablando de igualdad desde siempre. Cuando me disfrazaba eran hombres y mujeres, cuando pintaba cuadros era yo y mi amor. La verdad es que hablar de todo esto es innato para mí. Será una cosa que me ha dolido desde pequeña.
Durante años yo he sido un 'bro', un brother. He guardado mi cuerpo para que me vieran como un compañero más, para que se tomasen mi trabajo en serio
P. Algo más visceral que ideológico.
R. Sí, sí, sí. Ha sido una cosa que ha ido creciendo conmigo desde pequeña. El niño y la niña, por qué tenemos que catalogar ese tipo de cosas, por qué la niña tiene que hacer esto y el niño tiene que hacer esto otro, y por qué yo por ser niña no puedo optar a esto. Pues, esa rebeldía desde pequeña se sigue traduciendo en el trabajo. Yo digo, ojalá no tuviera que hablar de esto. Ojalá porque significaría que ya estoy pensando en otras cosas. Ojalá me dedicase a pintar flores, porque ahora estoy en una etapa muy tranquila, lo que estoy es observando flores, pero hay que seguir luchando.
Por ejemplo, la pieza de abajo [una instalación titulada Construimos juntes, en el patio del centro Botí], que es una pieza para mí muy dulce, habla de un proyecto que es construir el colectivo, ¿no? y conecta con un proyecto muy bonito en un pueblo, en un sitio maravilloso con gente maravillosa. Entonces, igual que ya no hablo de la maternidad, que me dolía y que me tuve que convertir en una supermujer para llevar eso para al frente porque nos habían dicho tantas veces que mujer y artista y madre no se podía ser, pues tuve que configurar un traje para eso. Años después me indigné y dije, y por qué mi pareja, mi marido, no tuvo que crearse un traje para ser un superhombre. Porque ellos sí que podían y nosotras no. Entonces, siguen molestándome cosas y mientras me molesten voy a seguir haciendo y haciendo lo que me parece que tengo que hacer. Si tengo que hacer un reggaeton, lo voy a hacer. Si tengo que subirme a una montaña de libros, la voy a hacer. Y si tengo que cargar una casita de siete metros con colegas por el pueblo, lo voy a hacer.
P. Vayamos a tu porción del pastel. ¿A qué saben Las señoritas de Avignon? [En la obra Mi porción del pastel, materializada en una serie de fotografías, un vídeo y una instalación, la artista se come una gran tarta de tres pisos, con obras de Botticelli, Van Gogh y Picasso]
R. ¡Wow! me lo comí y me lo volvería a comer y sigo teniendo hambre porque, mamá, yo quiero ser un monstruo. Los monstruos, los grandes, siempre han sido ellos y nosotras no. Y a mí si no me reparten mi cacho de pastel, yo me lo voy a crear. Me voy a inventar la fórmula mágica para que esto funcione, para que tú y yo estemos hablando hoy aquí, para que tú me estés entrevistando. Vamos a crear, ¿no? Si la fórmula que había hasta ahora a nosotras no nos iba bien, vamos a crearnos la nuestra. Y si nadie nos reparte nuestro trozo de pastel, pues yo me voy a hacer mi propio pastel, con mi Picasso, con mi Van Gogh, con mi Botticelli y me lo voy a comer y los voy a masticar, los voy a chupar, me va a dar una subida de azúcar, pero me lo voy a comer.
A lo largo de los años reivindico muchas cosas que me molestan o me hacen reír o me hacen feliz
P. Antes lo has apuntado en el vídeo, pero ahora te puedes explayar ¿Cómo has logrado resignificar el color rosa y convertirlo en un color de poder?
R. Por Mina e Iria, mis hijas. Porque cuando ellas nacieron, mi papá, sin ir más lejos, con todo el amor del mundo continúa esos patrones asentados en esta sociedad y empieza a regalarles, pues el carrito, la muñequita, la cocinita y todo rosa, rosa, rosa, rosa. Y yo odiaba el rosa y he odiado el rosa toda mi puta vida. ¿Por qué? Porque el rosa era de princesa y yo nunca quise ser una princesa. Yo quería ser la princesa que se subía en los árboles más rápido que los niños. Yo no quería ser ese corsé rosa donde nos metían a todas porque pienso que las mujeres somos muchas más cosas. Cada uno podemos tener los atributos que tengamos, podemos ser más sensibles, menos sensibles, a pesar de haber nacido con un género definido.
Entonces, cuando nacen mis niñas es cuando yo digo, tío, yo no quiero que ellas tengan que cargar con el colorcito rosa como he cargado yo toda la vida. Y empiezo a planear una obra que es la de I’m Woman“, I’m an artist y les empiezo a preguntar a mujeres qué ellas qué son, que nosotras qué somos. Y ahí es cuando configuro la obra que va con la Fundación Botí a ARCO en 2018, que son todos carteles que me hacen mis compañeras. Al principio lo hice solamente para el sector del arte, reivindicar cada una nuestro espacio de qué somos, pero con color rosa. No me servía para ser princesa, me servía para una cosa así, para todas las reivindicaciones que no estaban hechas para nosotras. Yo soy salvaje, yo soy luchadora, yo soy la jefa, yo soy historia, yo soy artista… Y esa reivindicación, pues la fui haciendo poquito a poquito, que luego me la he llevado a la ropa, he dado un salto y me lo he llevado a la parte de los tatuajes con ese afán de sacar el arte fuera de los museos, como las cajas, ese mobiliario para casa. Me encanta eso de la multifuncionalidad de la obra de arte, hasta cuándo una obra de arte es un un pantalón o un tatuaje. Y ahí fue cuando reivindiqué el color rosa como algo poderoso.
P. Desde una pantalla de esta exposición apuntas al espectador con una escopeta ¿Cómo nace Armada hasta en los dientes?
R. Tú estás viendo una mujer, no la estás viendo vestida de camuflaje ni de soldado, sino que ves una mujer muy arregladita, con una peluca, muy mona, que lleva una escopeta de dos cartuchos. Entonces, tú tienes que pensar cómo ese ente dulce ha llegado a aquello. La respuesta es que ha dicho que no va a pasar más, que si tocan a su hija en algún momento, quizás ella sí pueda coger una escopeta y matar a alguien, porque ni una más. Esa pieza nace cuando matan a una chica que se va a andar por el campo. Nace porque siempre que iba al campo, nosotros nos fuimos a vivir a Villanueva del Rosario [Málaga] con 29 años, y yo cogía una piedra, me la metía en el bolsillo y andaba por ahí. Y un día salí con mi pareja, que no teníamos niños ni nada, y cogí una piedra y la metí en el bolsillo y me dijo él, qué haces, y le digo, cojo una piedra por si nos atacan o por si nos pasa algo, y él se reía un montón y pensé, por qué yo siempre tenía la necesidad de guardarme la piedra y por qué él no.
Entonces pregunté por internet, por Facebook en aquel momento, si yo era la única que llevaba un objeto de poder en su bolso, en su pelo o en algún sitio para sentirse más segura. Y me contestaron con todos los objetos que podéis ver aquí [en la serie hay una vitrina llena de tijeras, cutters, destornilladores…] son cosas que las mujeres llevan en el bolso para sentirse más seguras. ¿Tu abuela no te ha dicho nunca que cuando vuelvas de casa empuñes las llaves como si fuera un cuchillo? Mi hermana y yo, cuando volvíamos de fiesta por la noche íbamos en el ascensor y cogíamos así la llave. Entonces, sabemos que ese objeto, esa piedra no te va a salvar, pero a ti te da ese poder. La pieza nace primero con estos objetos hasta que la noticia de otra mujer que se va a andar por el campo y la coge un cabrón y nunca más vuelve, ahí es cuando hago el vídeo con la escopeta.
He odiado el rosa toda mi puta vida
P. ¿Crees que la respuesta a la violencia física y simbólica que sufrimos debe ser también violenta?
R. No nos queda otra. Es que yo no lo sé. Yo menos mal que tengo mi olla express, que es mi arte. Cuando me explota tengo esta válvula, porque yo creo que los artistas nos sanamos también a través de lo que vamos haciendo. No sé lo que llegaré a hacer individualmente, aunque sé lo que he podido hacer cuando he tenido una guerra de poder con un personaje fuerte dentro del mundo del arte y sé lo guerrillera que puedo llegar a ser y lo insistente que puedo ser. Pero no sé si la violencia. Yo cojo la hormiga de mi casa y la echo, le pido perdón a la araña y no la mato, pero no sé si alguien toca a mi hija lo que podría ser. Pienso que vivimos en una sociedad muy dulce, en la que como en el fondo tenemos aire acondicionado en nuestra casa, no nos va del todo mal y tal, no tenemos que hacer grandes guerras. No nos ha tocado a esta generación hacer grandes batallas y no estamos acostumbrados a hacerlas.
P. Eres la reina del humor y del disfraz ¿es esa tu manera de decir la verdad?
R. Yo en mi en mi vida creo que soy muy simpática con mis hijas y el humor también te da como esa parte para poder decir algo, una absoluta barbaridad y que se rían, pero tú esa barbaridad y esa verdad la sueltas por tu boca. Por eso a mí me gusta muchas veces hacer un reggaeton con mi madre, meterlo en un museo y decir, a mi mami le gusta el arte contemporáneo, dale, mami. Y me parece una obra maravillosa, igual que me parece hacer La última cena con mis compañeras y sentarme con doce mujeres maravillosas, tener un rato de estar con ellas porque es lo que me apetece hacer. O hacer una serie de piezas de anillos como si fuesen un puño americano, por si un día llevar esa obra de arte se convierte en objeto funcional cuando vuelves a casa. Es decir, si a mí alguien me toca con esto yo lo reviento. Me da tanto el humor, como la posibilidad de ser otras cosas, de decir otras cosas con el cuerpo mismo, En los vídeos parezco mucho más grande porque creo que soy grande cuando salgo a escena. Yo dejo a la otra Vero, la de 1.53, y me convierto en una giganta o intento que tú veas a una giganta.
Me encanta eso de la multifuncionalidad de la obra de arte, hasta cuando una obra de arte es un un pantalón o un tatuaje
P. Lo que pasa, Verónica, es que muchas veces el humor dentro del canon artístico se considera como algo menor ¿Es el humor tu manera de subvertir el canon del arte?
R. Pienso que con el humor es fácil llegar a la gente. Sí que te sales del canon estricto, de la seriedad del arte contemporáneo, pero estás llegando a un público que consume Netflix, que ve estas piezas en directo y no se le va a olvidar aquella que se comió a Picasso, a Van Gogh y donde todas querían su cacho de pastel, ¿no? A mí me parece magia. Un día mi hija Mina me dijo, mamá, no has hecho nada de lo que dijiste que iba a hacer. Porque vi la energía de la gente, cogí la energía de la gente y de repente salen otras cosas. Y yo creo que sí que utilizo mucho el humor en mi trabajo.igual que te puedo decir una cosa muy triste, como en la pieza de las medallas, me puedo poner una medalla por la cosa más triste que haya pasado y luego me la voy a poner por la cosa más ridícula. Me gusta ese juego y me gusta ponerlo en valor. Esa parte ridícula de ponerse libros en la cabeza. Nos tenemos que esforzar todas por amueblarnos la cabeza una y otra vez.
P. ¿Cómo te explicas que haya artistas, sobre todo mujeres, que se nieguen, por temor o por otros motivos, a que su arte sea llamado feminista?
R. Porque yo creo que eso no se entiende bien. Yo siempre digo lo de Marina Abramović cuando vino a Málaga, la exposición individual que tuvo, dijo en el periódico que las mujeres no podíamos ser madres y artistas a la misma vez porque la energía que nos roban los niños no está hecha para las que hacemos arte. Sus performances durante muchos años me han gustado, pero también vamos siendo personas diferentes en momentos diferentes. Y ella sigue siendo un referente en el mundo de la performance, en el mundo del arte. Y que luego ella diga que yo no puedo hacer equis cosas y que tengo que utilizar su método, porque en el fondo el método de Marina Abramović, que yo hice un vídeo muy cómico con Mina que me daba con un palo y me pegaba y tal, decía que ese método no funciona cuando tiene hijos. Pues el método de Verónica Ruth Frías sí funciona cuando tiene hijos. Vuelvo a que cada uno tiene que encontrar... ¿Cuál era la pregunta?
P. Era por qué crees que existen artistas todavía con miedo a ser encasilladas dentro del feminismo.
R. Porque a lo mejor no le interesa absolutamente para nada. Creo que al final hoy en día cada uno encuentra su público. Pienso que hay una diversidad tan absoluta que cada uno encuentra su público y entonces, si tú eres de determinada manera y has nacido así, pues entiendo que a ti no te interesa para nada decir que eres feminista ni que defiendes la igualdad, porque a lo mejor tú no has sentido eso. A mí me encantó que hubiese mujeres que en mi investigación me dijeran, pues yo nunca he sentido miedo. Yo lo he sentido, pero si ellas no, si esa es su realidad, qué bonita.
¿Tu abuela no te ha dicho nunca que cuando vuelvas a casa empuñes las llaves como si fuera un cuchillo?
P. ¿Crees que el feminismo es ya un lenguaje común y bien asumido en el arte contemporáneo?
R. Sí, sí. Y además en estos años ha habido un cambio radical. También hay muchas comisarias mujeres. Mira, Semíramis González la han puesto ahora de directora de LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, en Gijón, Blanca de la Torre está de directora del IVAM (Valencia) también. O sea, que algunas chicas que hemos ido viendo crecer a día de hoy también están con un rol especial en el arte y con una mirada atenta hacia lo que hacen sus contemporáneas mujeres como directoras de museo. Entonces eso sí que da un guiño de que algo se está moviendo.
P. Pero pienso en algunas artistas feministas, como Guerrilla Girls o Regina José Galindo, quienes han logrado entrar en el canon precisamente por incomodar ¿Te preocupa que tu obra se lea solo desde el feminismo y no desde otros ángulos estéticos o conceptuales?
R. Es como si no se pudiera ver desde otros puntos de vista. Es como entrar dentro de un corsé, que si los compañeros lo hacen es político y si nosotros lo hacemos es feminista.
No nos ha tocado a esta generación hacer grandes batallas y no estamos acostumbrados a hacerlas
P. ¿Es algo que te preocupa?
R. Es que no me ha preocupado nunca. Bueno, nunca he planteado una obra así. La he planteado porque es una necesidad mía de un momento exacto de mi existencia, de lo que quería contar, de lo que estaba viviendo. Marina Abramović dice que la vida y el cuerpo es lo mismo. Pues para mí también. Esa parte de vida y la obra es imposible separar en mi caso. Lo de la etiqueta me ha dado exactamente muy igual. Yo sé lo que soy por lo que he sentido siempre. Nunca estoy con ninguna moda, al contrario. Cuando empezaron las videocreaciones, yo estaba haciendo videocreación y empecé a hacer performance. Ahora como las performances están de moda y se performa todo, pues ahora estoy haciendo danza contemporánea. A lo mejor dentro de tres años me aburro de la danza contemporánea y tal. Me gusta, eh, la performance en el mundo del arte.
P. Algunos artistas hombres suelen denunciar el feminismo institucional. Que existen instituciones que por cumplir determinadas expectativas o cubrir una serie de cuotas programan exposiciones como puede ser esta. ¿Qué sientes cuando escuchas esas cosas?
R. Pienso, que se jodan, que la discriminación positiva todavía hace falta. Ojalá no hiciera falta. Es como cuando dicen, no, hemos seleccionado a veinte tíos, a veinte compañeros, pero solo por su calidad. Y tú dices, vale, entonces estás diciendo que todas las que se presentaron al concurso no tenían calidad. Pues sí tiene que haber esa sensibilidad Institucional, tiene que haber esa sensibilidad a la hora de formalizar una feria de arte y decir cuántas mujeres vamos a programar, qué vamos a hacer y cómo lo vamos a hacer. Tiene que ser así. Bueno, que si se molestan mucho que se lean todos esos libros [señala a la torre de su exposición] y vean a todos sus colegas. Para mí mis compañeros artistas, que tengo muchos, son todos maravillosos.
El método de Verónica Ruth Frías sí funciona cuando tiene hijos
P. ¿Ninguno se te ha quejado?
R. Sí se ha quejado, se habrá quejado por el camino porque se habrá quedado atrás, no me lo he llevado de la mano. Pero no, yo entiendo que que tiene que haber una sensibilidad política necesaria en que a la hora de formar un jurado que está hecho con un dinero público se valoren las propuestas y se divida el dinero para compañeros y compañeras a partes iguales. ¿Por qué? Porque todavía sigue habiendo como un lastre, este lobby que sigue y sigue y sigue en el que yo tiro de mi bro y de mis colegas. Entonces, yo, por ejemplo, al entrar a la residencia [se refiere a la Residencia RARA que ha creado en el pueblo malagueño en el que vive, Villanueva del Rosario] pues también hago eso. El 80% son mujeres. Y lo pago yo. O sea, porque yo sé que hay mujeres estupendas y estoy haciendo lo que me hubiera gustado que hubieran hecho conmigo, echarme una mano.
P. A lo largo de la conversación, al igual que en parte de tu obra, está muy presente la maternidad ¿Cómo cambió tu arte ser madre?
R. Pues yo creo que un montonazo. Ahora me planteo qué hubiera sido mi trabajo si no hubiera tenido hijas. Mira, no existiría Super M, no existiría la pieza Felices, no estarían las piezas rosas… Podríamos empezar a quitar cosas. Realmente me ha influenciado mucho a la hora de cómo trabajar, de cómo organizarme, de en la mujer que me he convertido ahora. Cada vez soy más ordenada, pero si me quedo sola sin ellas y sin nadie pierdo el cable en cinco minutos. Entonces, para mí haberlas tenido también ha sido muy bonito porque me ha hecho muy cómplice con mi propio género porque yo siempre he tenido muchos colegas, pero no he tenido ningún colega bro, muy hermano, a quien contarle cómo me dolía la episiotomía que me habían hecho o cómo me salía la leche de los pechos o qué hacía si me salía una estría o tal, no sé qué.
Esa parte física de la maternidad me ha unido mucho a mis propias compañeras porque la parte intelectual, la parte de deporte, la parte no sé qué, a lo mejor estaba cubierta. Y sin embargo, desde que tengo hijas, yo necesito muchísimo a las mujeres, necesito rodearme de mujeres maravillosas, necesito tener compañeras y durante todos estos años realmente si lo ves son todos proyectos con ellas. Aunque este año estoy trabajando con compañeros, pero llevo años trabajando con ellas, solamente ellas y para ellas porque pienso que es lo que tenemos que hacer la una a la otra: echarnos la mano.
Lo que hacen los compañeros es político y si nosotras lo hacemos es feminista
P. ¿Cómo equilibras lo personal y lo político? tu intimidad está muy presente en toda tu obra, sueles exponerte y eso a veces puede llevar a malinterpretaciones.
R. No entiendo la pregunta.
P. En esta exposición hay fotos tuyas de niña, de tu familia nuclear, de tu abuela…¿Hay algún freno por pudor?
R. No, yo veo mucho pudor. Yo, por ejemplo, todavía no me he desnudado en público ni he puesto mi coño delante de nadie. Y el otro día llegué a mi casa y dije que me quería afeitar los pelos del coño porque quería hacer una performance en un museo desnuda y entonces no me había dado cuenta y no quería poner mis pelos por ahí, me quería depilar y tal, pero no lo he hecho. No lo he hecho todavía, pero lo haré, eh, lo haré porque es verdad que la performance es muy de cuerpo, pero yo sí que soy muy pudorosa. Entiendo que quizá si yo me desnudo, vas a estar mirándome los pezones o la vulva cuando lo que te quiero contar es otra cosa. Entonces, si yo a la hora de la estética del cuerpo sí que soy con trabajar con mi cuerpo pero siempre desde una estética muy medida.
Tener a mis hijas me ha hecho muy cómplice con mi propio género
P. Al margen de la desnudez, que es otra cosa, tu familia surge en tus obras de una manera muy natural.
R. Pero con muchas Veros. Además de que estás viendo realmente mi álbum familiar. Creo que puedes observar lo que pasa en mí de pequeña, con mi hija, mi abuela. Es un poco biografía, son mis momentos, son mis tatuajes, son mis anillos, son los libros que me gusta leer, son las medallas que nadie me puso y me puse. Entonces, es absolutamente biografía.
Cuando mis hijas eran pequeñas no tenían la decisión de decir, mamá, no me quiero sentar en La Última Cena, sino que he compaginado mi vida profesional con mi vida personal. Eso de conciliar. Si quería hacer arte tenía que llevarme a mis dos niñas pequeñas. Y empecé a preparar piezas de arte donde ellas pudiesen estar con otras amigas, hacer zumos de naranja, guarrear y hacer una pieza donde ellas también disfrutasen. Entonces, ellas se han criado participando en las piezas. Está expuesto mi pareja, está expuesta mi madre, pero tal cual, como hacemos en Instagram, por ejemplo. Lo que pasa que yo lo llevo haciendo desde hace un montón de tiempo y ha sido mi trabajo, pero si ahora tú te asomas a cualquier ventana de aquí [señala a la pantalla del móvil], ves la misma exposición que tengo aquí y sin dedicarse al mundo del arte. Pero sí, estamos expuestos.
P. Me ha contado tu hija Mina mientras hacías la sesión de fotos que quiere ser artista y optar por el bachillerato de arte.
R. No se sabe. Ella no es muy de performance, pero las dos dibujan superbien, porque han invertido mucho tiempo en eso. Y si me dice que quiere ser peluquera, me parecerá otra fantasía. Vamos a apoyar. Que Mina quiere ser granjera, si este es tu sueño, yo lo que les digo es que busquen una profesión en la que puedan invertir mucho tiempo y además que les encante.
P. La artista Sophie Calle enfatiza mucho en la importancia del estilo en el arte, por encima incluso de la corrección política. En tu obra creo que el estilo y el fondo ideológico van completamente entrelazados.
R. No lo sé, lo hago así y es impensable. Igual que las casas, mi casa tiene un estilo y la casa de mi madre tiene otro.
P. Pero antes me decías que la estética es muy importante para ti.
R. Sí. Pero no quiero que una cosa se coma la otra. Porque yo creo que sigo pintando en el fondo y ahora porque hemos sacado como más fotogramas de performance, pero algunas pueden ser como un cuadro clásico si lo miras de lejos, un retrato de fondo negro, por ejemplo [se refiere a una fotografia suya de la serie Woman house]. Para mí sí es importante el color, la forma, cómo te vistes, todo, todo, todo, Para mí sí que tiene que ser. Y aquí me tiro al barro: hay belleza y mi obra, cuente lo que cuente, tiene que ser bella. Aunque haya una tía con una escopeta. Yo no voy a poder despellejar nunca un conejo o voy a sentir dolor, aunque cuando ves la pieza de los tatuajes ves una pieza en donde se ve a todos los bracitos tatuados, rojos, en el que tres mujeres se escriben “I’m a Woman”, “I'm an artist”... pero luego ves allí lo felices que estábamos todas cuando nos hicimos los tatuajes, son esas compañeras que compartieron su piel conmigo.
Mi obra, cuente lo que cuente, tiene que ser bella. Aunque haya una tía con una escopeta
P. Háblame de la ruralidad del arte contemporáneo que tanto defiendes y de esa comunidad rural que has creado en Villanueva del Rosario (Málaga).
R. Pues estamos supercontentos. Nosotros nos vamos a vivir en 2007 sin niñas aún, nacen las niñas en 2010, y creamos el campamento base sin saber muy bien lo que estábamos haciendo. ¿Y qué pasó? Pues que nació Mina. Y cuando nació Mina es cuando realmente nos damos cuenta, yo me di cuenta que voy a vivir en Villanueva del Rosario, que mis raíces están allí y que eso no es un juego. Que podía cogerme una depresión y ser una infeliz porque no tengo arte contemporáneo, no tengo danza contemporánea, no tengo teatro, no tengo centro comercial, no tengo todo lo que a mí me gusta, no tengo sala de exposiciones. Es eso o empezar a plantear cómo cambiar esto que a mí no me gusta. Y creamos la residencia de artistas, que no nace de un día para otro. Soy de AMPA del colegio y con Ana la Panadera, con la fotógrafa, con un grupo de amigas y compañeras empezamos a hacer los primeros talleres. Y así es como empezamos.Yo empiezo a dar clases, talleres de arte, con artistas que vienen, con todos los niños. Entonces, no salta todo así, sino que tú vas modificando poco a poco y años después de aquello, ha habido una fuga de artistas de Málaga que se han venido al pueblo. Ya somos 28 a día de hoy. Por ejemplo, Daniel Blacksmith se ha comprado una casa y es el músico y daba clases a Mina de piano. Omar es residente y lo tenemos allí desde hace tres años, Quan Zhou, que es en redes Gazpacho Agridulce, estuvo viviendo en Nueva York dando clase en la Universidad y este año cuando ha vuelto lo ha hecho al pueblo. Y luego ha venido Sara y Fabián que se han comprado una casa y que han hecho Peligro 19, como sitio de eventos, nocturno, más de vídeo, performance, tal. Un montón de gente.
P. ¿El futuro del arte contemporáneo pasa por lo rural?
R. Ahora mismo volvemos a decir que igual la performance está de moda, en lo rural estamos de moda.
P. ¿Qué piensas del papel de las escuelas de arte y en la formación de género? ¿Crees que en estos tiempos de involución estamos buscando en las nuevas generaciones una mirada crítica?
R. Ni mirada crítica ni mirada filosófica ni mirada de pensadores. Tienes que irte a un colegio normal y corriente, ir a preguntar a qué hora es vuestra asignatura de arte y la tienen los viernes por la tarde a última hora, cuando el profesor ya no puede más y los pone a colorear. Si partimos de esa base de no respeto al arte y a la creación, como un mero entretenimiento de rellenar un folio no tiene importancia, imagínate. Porque la creación es otra cosa, el arte practica otra cosa, los creadores hacen otra cosa, son pensadores cada uno de diferentes épocas. Pero vamos, que en los colegios todavía el fútbol ocupa el 90% del patio.
Volvemos a decir que igual que la performance está de moda, en lo rural estamos de moda
P. ¿Cómo se ve la cultura cordobesa desde allí?
R. Buah, como un poco eco.
P. Eso, ¿qué significa?
R. Pues vacía. Cuando tú entras a una habitación y hace eco, está vacía. Pero todo esto viene por una serie de cosas, viene por lo de la capital cultural de 2016. A partir de ahí quitaron todas las becas de las que hemos salido los artistas cordobeses de mi generación: Miguel Ángel Moreno Carretero, Beatriz Sánchez, Juan López López, Ángel García Rueda… Todos, si nos miran, hay una contemporaneidad ahí de la que todos hemos salido. Todos hemos sido niños y niñas que hemos necesitado un poco de ayuda. Pues, ¿qué ha pasado? que a partir de la crisis Córdoba se esfumó. Yo no he visto esa remesa después tal y como salíamos nosotros. Yo no recuerdo más remesas. Puntualmente te puedo decir uno, dos, tres, cuatro, que han sobrevivido, porque vivir es más difícil. Entonces, pienso que ahora mismo desde aquella época en la que te decían, tenéis un un templo de arte maravilloso, se ha pasado a un eco de vacío ¿no? ¿Cómo la ves tú?.
0