'La madre del futbolista': la primera novela de un poeta
Pablo García Casado suele decir que se conoce a una persona por cómo juega al fútbol. La forma en que alguien corre por la banda, se relaciona con su equipo y con el contrario, ve los huecos o se toma las victorias, las derrotas y los empates dice mucho de su carácter y de su manera de estar en el mundo. Quien ha jugado con Pablo asegura que es un defensa contundente, de los que entra fuerte. Y algo debe haber de cierto porque eso es algo que rima con su propia vida.
Un viernes noche de junio, último día de inquietante campaña electoral andaluza, con las calles ardiendo y una sala llena de futbolistas domingueros, seguidores de equipos diversos y gentes a la que el fútbol no les importa nada, Pablo debutó como novelista. Juanjo Fernández Palomo fue el padrino con camiseta del Nottingham Forest, la misma que luce la portada de La madre del futbolista, obra de José María García Parody y gracias a la que “se pueden vender muchos libros”, tal y como pronostica García Casado.
“Esta es una novela social con el fútbol como excusa”, en palabras del presentador. Una historia sobre la intimidad de una madre con su hijo en tiempos confinados. El retrato de un universo femenino lleno de precariedad, de autoexplotación y también de cotidianeidad, de afectos y de sueños con el fútbol como metáfora de la vida. “Detrás de cada vida hay un misterio”, declara el autor, “un escritor debe asomarse a ese anverso”.
Fernández Palomo asegura que la primera novela de Pablo posee “coherencia absoluta con su obra anterior”, un viaje poético que comenzó en 1997 con un libro mítico, Las afueras, -“con el que me saqué las oposiciones de poeta”- y que tuvo como penúltima parada La cámara te quiere, de 2019, un poemario que conecta en fondo, y naturalmente en forma, con su debut en la novela. El presentador define este viaje como “una trayectoria de poesía cívica”, “una geografía urbana y vital que habla de cosas de las que no se hablan en una campaña electoral”.
Pablo explica su primera novela narrando a fogonazos, al igual que lo hace su poesía y su narrativa, cómo fue su confinamiento: “cocinar, ver The wire y limpiar”. Ahí se sitúa la semilla de esta historia que es “un ajuste de cuentas entre padres e hijos”, que va “sobre que la gente que te rodea no te defraude, porque tienes que aceptarlos”. La conversación sigue por la retroalimentación del cine y las series en la obra de Pablo, llena de capítulos cortos y una desnudez donde ocurren muchas cosas.
La nostalgia aparece con Calentura, un micropoema de juventud, de 1994 y de “semen calígrafo”, que Palomo ha encontrado casualmente en casa y que pertenece a una plaquette de Pablo. El recuerdo pertenece a la primera lectura del escritor en el Limbo, bar tras cuya barra reinaba entonces el padrino de la novela.
Al salir de nuevo al asfalto una se da cuenta que la vida es lo que ocurre entre libro y libro de García Casado. Un defensa contundente de la literatura y de todo lo demás. La agudeza del autor al observar la realidad “constituye una epopeya”, como dice Carlos Marzal, con la que engrandece nuestras pequeñas vidas.
Así que con una cerveza y unas gambas con gabardina celebramos que Pablo siga contando solo lo que importa. Que vuelva a conectar sencillez e inmensidad con sonrisa deportiva. Que mantenga vivo el hecho de que, como en el fútbol, en la vida a veces se empata.
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