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Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

La península de las casas vacías

Eduardo Moyano

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Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

Se ha escrito tanto acerca de la guerra civil española, que, cuando se publica una nueva novela, nos preguntamos si encontraremos algo diferente o si será más de lo mismo. Eso ocurre con La península de las casas vacías, de David Uclés, que, sin embargo, reúne algunas características que la hacen distinta de las demás y que explican su éxito editorial.

En primer lugar, destaca por su ambición literaria, que no sólo se refleja en las casi 700 páginas que la componen, sino también en la densidad de la narración, con un ingente número de personajes y escenarios que la convierten en una novela coral. Y, en segundo lugar, por su carácter innovador, tanto en su estructura (articulada en más de un centenar de breves relatos de sólo un par de páginas, con títulos de gran belleza), como en su estilo (cercano al realismo mágico, poco usado hasta ahora en la narrativa sobre nuestra guerra civil).

En otras novelas sobre este tema, como Días de llamas (Iturralde), Crónica del alba (Sender), Los hijos muertos (Matute), La noche de los tiempos y El jinete polaco (Muñoz Molina), La forja de un rebelde (Barea) o El bastón del diablo (Campos Reina), por citar sólo algunas, hay, sin duda, ficción, pues si no, no serían novelas, y también ambición e innovación en sus estructuras y estilos narrativos. Pero son novelas que no se salen del estricto marco de la realidad histórica donde se desarrolla la trama, pues sus autores procuran limitar su capacidad de invención para así evitar que una dosis excesiva de ella haga que lo narrado resulte inverosímil hasta el punto de parecerle extemporáneo al lector.