Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.
Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.
Lo más difícil de un artista es lograr una identidad propia que lo diferencie de los demás. En pintura, hay cuadros que, con solo ver la paleta de sus colores, sabemos identificar a su autor (es un Caravaggio, decimos, un Renoir, un Picasso, un Antonio López…) Lo mismo sucede en literatura, en la que hay novelistas o poetas cuyo estilo los distingue con solo leer las primeras líneas de sus libros (Machado, Lorca, García Márquez, Marsé, Matute, Benet…).
En el flamenco, Antonio Fernández Díaz, Fosforito, ha sido uno de esos artistas con identidad propia gracias a la singularidad de una voz única e inconfundible. Su voz, telúrica, ronca y rajada, como salida de las entrañas de la tierra, es lo que distinguía su cante del de los demás. Era oír los primeros compases y ya se sabía que quien cantaba era él, el cantaor de Puente Genil; el ganador de todas las secciones del Concurso Nacional de Cante Jondo de Córdoba de 1956 (que daba continuidad al mítico concurso de Granada de 1922, organizado por Falla y García Lorca); el galardonado con la Llave de Oro del Cante en 2005 y con tantos premios y distinciones más. La singularidad de su voz solo es comparable a la que tenían cantaores como Manolo Caracol, Valderrama, Camarón o Morente, entre otros, o la Niña de los Peines, la Paquera o Carmen Linares, inconfundibles también a la hora de cantar flamenco.
Con motivo de su fallecimiento el pasado jueves en Málaga a los 93 años, se está escribiendo mucho, y bien, sobre Fosforito, no solo por los especialistas, sino también por los aficionados al flamenco que han disfrutado de la singularidad de su cante. Se destaca, sobre todo, la hondura de su voz, la honestidad de su carrera artística, la amplitud de su discografía y el gran conocimiento que tenía de los cantes antiguos, a los que contribuyó a recuperar. Algunos señalan de él que es el último de los clásicos del flamenco, y creo que llevan razón.
0