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Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

El viejo roble

Fotograma de 'The old oak'.

Eduardo Moyano

5 de junio de 2025 20:13 h

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The Old Oak (El viejo roble) es el nombre de la taberna de un pueblo minero del nordeste de Inglaterra. Es también el título de la última película de Ken Loach, el director británico muy conocido por sus films comprometidos con las causas sociales y por su crítica dura y feroz de un capitalismo salvaje y sin control. Películas como “I, Daniel Blake”, “Sorry, we missed you” o “Lady bird, lady bird”, por citar sólo algunas de su extensa filmografía, dan fe de su compromiso social.

Admito que, si bien he visto muchas de sus películas, todas ellas interesantes, no es Loach un director de mi gusto, pues veo en su obra más documentalismo que cine, y eso es algo que me retrae a la hora de valorarlas. Sin embargo, me ha conmovido The Old Oak, estrenada en 2023 y que, según ha anunciado el propio Loach (a punto de cumplir los 90 años de edad) cierra su carrera como director.

No es mi intención hacer aquí un análisis cinematográfico de su film, pues sólo soy un simple aficionado. Sólo quiero exponer algunas de las sensaciones que me ha producido The Old Oak, y comentar lo que, en mi opinión, puede enseñarnos la historia que se cuenta en esa película.

Lo primero a resaltar es su gran sencillez y autenticidad, algo muy común en el cine de Loach. The Old Oak es una película sencilla, desnuda y directa, con personajes (muchos de ellos aficionados) que transmiten de forma natural el drama de sus vidas, la pasión de sus anhelos, la nostalgia por los sueños truncados, la ira de su indignación o el temblor de sus miedos, pero también la esperanza en recuperar algo de la dignidad perdida, tanto a nivel individual como colectivo. Además, y como es de esperar en Loach, puede verse en su película mucha ternura y solidaridad entre perdedores, intentando comprender las razones del que no piensa como tú. Es también un retrato descarnado sobre los efectos del capitalismo global en este pequeño pueblo del condado de Durham, que bien podría ser cualquier otro del ancho mundo.

La taberna The Old Oak, que regenta Tommy Joe Ballantyne (TJ, lo llaman sus amigos), es lugar de encuentro de los viejos mineros del pueblo, que, rodeados de fotos de las grandes huelgas de mediados de los años 1980, recuerdan con nostalgia la lucha sindical por unos derechos que acabaron en derrota al cerrarse las minas durante el gobierno de Margaret Thatcher. En la trastienda de la taberna, permanecen como reliquias de ese pasado pancartas, banderas y enseres de aquellos tiempos de lucha.

TJ fue entonces uno de aquellos luchadores, y ahora, desde la barra de su taberna The Old Oak, es testigo del desamparo y abandono que sufre el pueblo (los negocios locales se cierran, los edificios se venden a grandes fondos de inversión, los jóvenes no tienen futuro, el sistema educativo y sanitario se degrada…) Las viejas ilusiones y esperanzas se ahogan en los vasos de cerveza que TJ sirve a sus amigos de siempre, observando con impotencia la amargura y la resignación que anida en el corazón de todos ellos, sombras de lo que fueron hace treinta años.

Pero he aquí, que, en 2016, en pleno debate sobre el Brexit, llegan al pueblo varias familias sirias acogidas por el gobierno británico como refugiados que huyen del régimen de Al Assad y que buscan emprender una nueva vida. Reciben asistencia social y económica del programa de ayuda al refugiado, siendo escolarizados sus hijos en la escuela local.

Sin embargo, la precariedad de la gente del pueblo es tal, que, comparándose con las familias sirias (de las que creen saberlo todo, pero sobre las que todo ignoran), tienen la sensación de que los refugiados son mejor tratados que ellos por el gobierno, pues reciben atención y ayudas a las que la población local no tiene acceso. La xenofobia, el racismo y el odio al inmigrante se va extendiendo, y TJ lo observa oyendo las conversaciones de sus amigos en las mesas ya ajadas de The Old Oak. Ve con inquietud cómo va surgiendo una ola de incomprensión y violencia, verbal e incluso física, contra las familias sirias, actitud que la dirigen contra el propio TJ por colaborar con los servicios sociales que atienden a los refugiados. Todo ello favorecido, además, por las fake news y los bulos que inundan las redes sociales y que muestran a los sirios como unos privilegiados del sistema público de bienestar.

Yara, la hija mayor de una de las familias sirias, es fotógrafa, culta y con buen dominio del inglés, que, con su simpatía, intenta ganarse el favor del vecindario captando con su cámara escenas de la vida local. Entabla amistad con TJ y una asistente social, y entre los tres deciden activar la adormecida vida del pueblo organizando eventos en The Old Oak con la intención de abrir puentes y facilitar la relación entre la población local y los refugiados sirios. Es un modo de recuperar la esperanza en un ambiente desolado y marcado por el recelo y la desconfianza. Pero aun así lo intentan, porque “sin esperanza mi corazón dejaría de latir”, dice TJ. Esta es la historia que cuenta Loach en su película, cuya trama completa no desvelo para no hacer de spoiler más de lo que ya lo estoy haciendo.

Respecto a la enseñanza que puede extraerse del film de Loach, me ha resultado muy ilustrativo el mensaje de que allí donde falla el sistema de bienestar, como ocurre en el pueblo minero del condado de Durham, y donde la política es incapaz de cubrir las necesidades básicas de la población local, es fácil que los populismos y los mensajes xenófobos encuentren un espacio favorable para expandirse.

Gente de naturaleza solidaria y bragada en la lucha sindical por los derechos sociales, cómo es la que se reúne todos los días en The Old Oak, se siente ahora abandonada por los poderes públicos. Los antiguos luchadores se transforman en gente temerosa que buscan en el diferente, en este caso el refugiado sirio, un modo de sacar el odio y el resentimiento que tienen dentro.

Es una historia que puede encontrarse en muchos pueblos y barriadas desatendidas por los limitados recursos de las políticas de bienestar, así como entre grupos que se sienten víctimas de un sistema que los abandona a su suerte. Son lugares que no aparecen en las estadísticas oficiales sobre el crecimiento económico y la renta, pero donde germina la semilla de la xenofobia y el populismo.

He visto el film The Old Oak mientras leía la estupenda biografía sobre Mussolini y el fascismo, escrita por Antonio Scurati, y no he podido evitar ver cierto paralelismo entre el ascenso de los regímenes totalitarios y el fracaso de las democracias en asegurar la cohesión social y el bienestar económico de la población.

La película de Loach es una muestra sencilla, descarnada y directa por su desnudez, de lo ocurrido en un pequeño pueblo del nordeste de Inglaterra, asolado por el declive y la precariedad. Pero es también un aviso de lo que sucede, o puede suceder, en muchos otros lugares cuando el fulgor de las grandes cifras económicas no nos deja ver esas zonas ciegas donde crece el miedo y el resentimiento.

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Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

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