Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.
La familia Ephrussi y los netsuke japoneses
La liebre con ojos de ámbar (edit. Acantilado, 2010) es una excelente biografía novelada, escrita por Edmund de Waal, ceramista británico y sexta generación de la familia Ephrussi.
Narra la historia de su familia, una familia judía de Odesa dedicada inicialmente al comercio de cereales y convertida más tarde en una influyente saga de banqueros y coleccionistas de arte en el París y la Viena de la segunda mitad del siglo XIX. Competidores de los Rothschild, el emporio financiero de los Ephrussi no sobrevivió, sin embargo, a la persecución nazi, sobre todo la rama vienesa de la familia, perdiendo su patrimonio económico y artístico durante la Anschluss (anexión de Austria) y la segunda guerra mundial.
El eje conductor de la narración es una colección de 264 netsuke japoneses que pasan de una generación a otra en el seno de la familia Ephrussi. Los netsuke son pequeñas miniaturas (de animales, sobre todo) que solían utilizar los japoneses del siglo XVII como cabezas de alfiler para sujetar a la faja del kimono el injo (una cajita plana donde se guardaba diverso material de uso cotidiano). Inicialmente, los netsuke eran de bambú, pero con el tiempo acabaron siendo esculpidos en marfil o porcelana, erigiéndose en objetos de arte y signo de distinción social.
La historia la narra, como he señalado, Edmund de Waal, último depositario de la colección de netsuke, y lo hace con un estilo cercano al de los libros de viaje, invitando al lector a adentrarse en el convulso mundo europeo de final del siglo XIX y primera mitad del XX.
Comienza con su antepasado el tío Charles, que fue el primero de la saga Ephrussi en interesarse por el arte japonés en el París de 1870, comprando la colección de netsuke a un marchante parisino de arte. Uno de esos netsuke era “la liebre con ojos de ámbar” que da título al libro de Waal.
Además de interesarse por el arte japonés, Charles Ephrussi era editor de la prestigiosa Gazette des Beaux Arts y escribía en ella reseñas sobre exposiciones de pintura, prestando una especial atención a los primeros impresionistas (Manet, Renoir, Monet, Pissarro, Degás…) con los que tuvo estrechas relaciones de amistad, hasta el punto de aparecer incluso en algunos de sus cuadros. Además, Charles Ephrussi mantuvo una fuerte amistad con escritores como Proust, quien se inspiró en su figura para alguno de los personajes de la célebre novela “En busca del tiempo perdido”.
Aunque Charles era un judío atípico, pues no se dedicaba a las finanzas como el resto de su familia, no pudo evitar que le alcanzara la creciente oleada antisemita que se extendió por Francia desde finales de los años 1880 y que culminaría en el caso Dreyfus (un affaire que polarizó la sociedad francesa como nunca antes había ocurrido). El asunto del capitán judío Dreyfus, acusado de espionaje para Alemania, sirvió para orquestar en Francia una fuerte campaña antisemita, que rompió viejas amistades y dividió a familias enteras.
En ese contexto, Charles envió en marzo de 1899 como regalo de boda la colección de netsuke a su primo Viktor, que vivía en Viena, la otra sede del negocio financiero de los Ephrussi. Al igual que sucedía en París, la Viena de final del XIX estaba también infestada de un ambiente antisemita, centrado no sólo contra los banqueros, sino que se extendía al conjunto de la comunidad judía. Los netsuke pasaron al vestidor de Emmy (la esposa de Viktor), donde jugaba con sus hijos usando las pequeñas figuras de animales para contarles cuentos. De ese modo, los netsuke se mudaron del mundo culto y refinado parisino del tío Charles al mundo vienés de Emmy y sus hijos (Elisabeth, Rudolf e Iggie), formando parte de los cuentos infantiles, junto a Las mil y una noches, Simbad el marino o las Rubayat persas de Omar Jayam.
Ese mundo vienés se vendrá abajo en 1918 con la Gran Guerra, la muerte del emperador Francisco José, la disolución del imperio y la instauración de una república austriaca, frágil, inestable y convulsa. El mundo de los Ephrussi (con Viktor al frente del negocio familiar vienense) se ve acosado por el feroz antisemitismo que se instala en Viena en los años 1930 bajo el empuje de los movimientos pangermánicos, para los cuales un país disminuido como Austria no era viable como no fuera integrándose en el proyecto del nuevo Reich alemán.
Los tres hijos de Viktor y Emmy se dispersan por diversos países, y los netsuke permanecerán olvidados en el palacio de los Ephrussi. Allí, en marzo de 1938, serán testigos de la dimisión del canciller austriaco Schuschnigg y de la formación de un gobierno proalemán, que facilita la anexión de Austria al III Reich y la entrada triunfal de Hitler en Viena. Serán también testigos de la persecución de los judíos y el asalto y despojo del palacio de los Ephrussi por parte de jóvenes del partido nazi austriaco y por las SS, así como su requiso final por las nuevas autoridades.
Viktor y Emmy logran salir de Viena con intención de reunirse en Inglaterra con su hija Elisabeth, casada con el holandés Hendrik de Waal y residente en la ciudad de Tunbridge Wells al sur de Londres. Emmy morirá antes de llegar, y Viktor vivirá con su hija hasta marzo de 1945, habiendo podido ver antes a sus otros hijos Iggie y Rudolf, que vienen como soldados con el ejército norteamericano en el desembarco de Normandía.
Terminada la guerra, Elisabeth hace una visita al palacio Ephrussi, transformado entonces en sede de las oficinas del gobierno norte americano en la Viena ocupada, y allí le comentan que en una de las dependencias vive una anciana que, según dice, ha estado al servicio de la familia. Era Anna, la criada de su madre Emmy y niñera de todos ellos, quien le dice con lágrimas en los ojos que tiene algo que darle: es la colección de netsuke que ella había ido sacando uno a uno de la vitrina durante la ocupación nazi y guardándolos debajo del colchón de su cama. Emocionada y agradecida, Elisabeth se los lleva a Londres, donde ella desarrollará una larga carrera literaria como poeta y novelista hasta su muerte en 1991.
Iggie, su hermano, entra a trabajar en una empresa suiza de comercio internacional, que le ofrece irse de misión al Congo o a Japón. Antes de decidirse, viaja en octubre de 1947 a Tunbridge Wells para ver a Elisabeth y consultarle la decisión a tomar. Ella le enseña la colección de netsuke, y, al acariciar con sus dedos las pequeñas piezas de marfil, se le activan los recuerdos infantiles, y con un nudo en la garganta le dice a su hermana que quiere quedarse con los netsuke: “me iré a Japón, pues ya es hora de llevarlos de vuelta, de que regresen al hogar de donde vinieron”.
Iggie vivirá en Tokio desde diciembre de 1947 hasta su muerte en 1994, y será testigo de la reconstrucción de Japón. En 1991, Edmund de Waal (nieto de su hermana Elisabeth y autor de la novela) realiza una estancia en Tokio becado por una fundación británica de arte, y entrará en contacto con el tío Iggie, recibiendo a su muerte como legado los netsuke, que llevará a Inglaterra y los depositará en su taller de cerámica.
Su padre, Victor de Waal, pastor de la iglesia anglicana, le animará a escribir la historia de los Ephrussi a través de los netsuke, poniendo a disposición de Edmund los numerosos documentos que había conservado en el archivo familiar, además de las muchas fotos y recuerdos atesorados por su madre, la obstinada y perseverante abuela Elisabeth.
Rastreando los lugares por donde pasó la colección de los netsuke, Edmund descubrirá sus propias raíces, sacando del olvido una familia, los Ephrussi, la suya, zarandeada por los vientos de la historia.
Sobre este blog
Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.
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