Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

Una fábula rural y cervantina

Portada del libro 'Cervantes para cabras, Marx para ovejas'.

Eduardo Moyano

19 de mayo de 2025 20:01 h

0

Aún con el eco del día de San Isidro, que los agrónomos celebramos el 15 de mayo como nuestro patrón y la gente del campo festeja en muchos pueblos rurales, me permito comentar la novela de Pablo Santiago Chiquero “Cervantes para cabras y Marx para ovejas” (editorial Maclein y Parker, 2021). Me la regaló un amigo, asiduo miembro de un club de lectura al que me insiste que vaya, pero a lo que me resisto, pues no soy muy dado a leer bajo la presión del calendario.

El libro, de título sorprendente, es inclasificable, pues más que una novela, es una fábula. Y, como ocurre en toda fabulación, hay fantasía desbordante, figuras y mitos que no son reales (pero que lo parecen), lecciones morales (moralejas) sobre el amor, la vida, el honor, la dignidad, la cooperación, la solidaridad… y hay también humor. Es por ello una fábula muy cervantina, escrita por el autor (cordobés de Valenzuela) con un estilo ameno y brillante, y titulando los distintos capítulos al modo como Cervantes titula los de su obra magna sobre el ingenioso hidalgo de la Mancha.

Trata del valor de la lectura como terapia, como remedio de salvación, y lo hace a través de una historia surrealista, rayana en el realismo mágico, que el autor consigue hacerla creíble. Narra la historia de Mateo, un joven inteligente y despabilado de Abra, pueblo imaginario del interior rural de la provincia de Córdoba. Obligado, tras la muerte de su padre, a abandonar los estudios y dedicarse a pastorear el rebaño de cabras y ovejas de la familia, Mateo decide un día encamarse, falto de aliciente y estímulo para seguir viviendo en un pueblo tan anodino y monótono como el suyo.

Tal era la gravedad de su desquicio, que no había forma alguna de que Mateo se levantara de la cama y asumiera sus deberes consigo mismo y su familia, ni siquiera con su novia Conchita. Se pasaba todo el día dormido o en vigilia pasiva para desesperación de los que le querían. Su madre, preocupada por la actitud indolente de su hijo, y ante el riesgo de la ruina familiar, acude desesperada a don Lázaro, maestro republicano formado en la Institución Libre de Enseñanza, y recién llegado al pueblo poco después del 14 de abril de 1931.

Al conocer el caso, el maestro don Lázaro se interesa por él y decide sacar al joven de su mal aplicándole la lectura como la mejor medicina. Comienza recomendándole El Quijote, de Miguel de Cervantes, que el joven Mateo lee con fruición. Las disparatadas ocurrencias de don Quijote y las sentencias de Sancho Panza son como un espejo para el joven, hasta el punto de que le hace recuperar la cordura, volviendo al cuidado del rebaño. Qué mejor profesión que ésta de pastor para leer, piensa el renacido Mateo al comprobar las muchas horas muertas que pasa con el ganado en la sierra.

Mientras pastorea a las cabras y las ovejas por los parajes agrestes de Sierra Morena, Mateo va leyendo en voz alta los distintos capítulos de El Quijote, disfrutando con las andanzas de Alonso Quijano y su sabio escudero Sancho Panza. Compara el amor de Don Quijote por Dulcinea con el que él siente por su novia Conchita, a la que se esmera por recuperar después de haberla perdido por su lamentable decisión de encamarse.

Su gusto por la lectura en voz alta, le lleva incluso a leer el libro cervantino en la plaza pública de Abra ante sus paisanos, analfabetos en su mayoría, pero absortos y abducidos por el modo como el joven Mateo cuenta las aventuras del Caballero de la Triste Figura.

Dado el buen resultado que tiene la lectura en el ánimo de Mateo, don Lázaro le recomienda leer El Capital, de Karl Marx, libro complejo y difícil, le avisa, pero necesario para comprender cómo funciona el mundo. Mateo a duras penas entiende el extraño libro que el bueno de don Lázaro le ha sugerido, perdiéndose entre las sesudas afirmaciones del filósofo alemán. Pero conforme avanza su lectura, se va quedando con lo fundamental: la desigualdad debida al diferente reparto de la riqueza; la lucha de clases ocasionada por ello; el dominio del capital; la explotación de los más débiles… Y así se lo transmite Mateo a sus vecinos de Abra.

La lectura en voz alta ante su rebaño de esos dos libros llevará al joven Mateo a observar la reacción de sus animales. Y ve, o se imagina que ve, algo sorprendente, y es que las cabras se interesan más por la obra de Cervantes, mirándole fijamente cuando les lee El Quijote, y las ovejas por El Capital de Marx. Observa, además, que, desde que les lee en voz alta ambos libros, la producción de leche, carne y lana ha aumentado. Don Lázaro, el maestro, ve en ello un hecho asombroso, digno de ser estudiado por la ciencia, y organiza toda una campaña para difundir el fenómeno entre sus conocidos de la ciudad.

Luego, sigue una serie de peripecias en Abra, que no cuento aquí para no desvelar la trama de la fábula. Son sucesos de un atractivo fascinante, como la creación de la comuna agrícola La ínsula Esperanza, impulsada por Mateo en los meses previos al estallido de la Guerra Civil.

El narrador tiene la habilidad de mantener el tono lírico y de fábula de la narración hasta su desenlace final, procurando no perder ese tono a pesar de los trágicos acontecimientos que tienen lugar en el país a partir de julio de 1936. Como si de un Macondo se tratara, Abra es un mundo separado y aparte, al que sólo le llega el eco de lo que sucede fuera de él, pero del que sus habitantes no podrán evadirse.

A diferencia de la reciente y afamada novela de David Uclés “La península de las casas vacías” (2024), con la que puede apreciarse cierta similitud por lo que ambas tienen de fábula, la de Pablo S. Chiqueros, publicada tres años antes, es menos pretenciosa que aquélla y no se sale del estricto marco del pueblo de Abra. Ello no sólo no le quita un ápice de calidad literaria, sino que quizá esté ahí, en ese pequeño escenario rural, donde radica su fuerza narrativa, una fuerza hacia dentro, hacia lo más profundo de las relaciones humanas.

Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

Autores

Etiquetas
He visto un error
stats