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Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

Haikús en agosto

Una playa

Eduardo Moyano

20 de agosto de 2024 20:05 h

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Un amigo, aficionado como yo a la poesía, me recomienda de vez en cuando nuevos autores y me suele plantear algunos retos, como si de un juego se tratara. El pasado julio me animó a que leyera poesía japonesa, en concreto haikús, y me puse a ello con algún recelo, mas también con la curiosidad de siempre.

En estos dos meses, he pasado del desconcierto por su aparente simplicidad (me incomoda la excesiva brevedad de los haikús), a la fascinación (una vez descubierta su fuerza expresiva). Hasta me he permitido escribir algunos, no sin dificultad.

Los haikús son un tipo de poesía japonesa de sólo tres versos entrelazados: de cinco, siete y cinco sílabas (con o sin rima), hasta sumar un total de diecisiete (llamadas moras). No obstante, el poeta puede permitirse alguna flexibilidad en el orden y la métrica de los versos para ajustar a su gusto el ritmo del poema.

“En la bahía,

leva un velero el ancla…

Viento en las alas“ 

Los dos primeros versos están separados del tercero por un kireji (una coma, un punto y coma, un punto y seguido, unos puntos suspensivos). El kireji es la pausa que marca la ruptura entre ambos grupos de versos, dando paso al tercer verso en el que se concentra la esencia del poema. Con sutileza, el poeta busca la precisión, la concisión y, sobre todo, la síntesis final, que es el rasgo distintivo de los haikús respecto de otros estilos poéticos.

Su dificultad radica en que, de forma concisa, debe destilarse en los dos primeros versos la descripción del paisaje o la situación que se toma como referencia, para luego, tras el kireji, mostrar en el tercero con exacta precisión el sentimiento que se quiere trasmitir.

Noche estrellada,

silenciosa y calma.

Sol de mañana.

Escribir haikús es un desafío nada fácil para los que estamos familiarizados con la poesía de estructuras más elaboradas, como esos largos endecasílabos de un soneto o de un terceto encadenado, o esos extensos poemas sin rima. Y no es fácil porque nos obliga a sintetizar el discurso poético y a reducir al máximo nuestro lenguaje expresivo, algo a lo que, por razones culturales, no estamos acostumbrados. Por eso, leer o escribir haikús exige cambiar nuestro esquema mental, hacer un esfuerzo mayúsculo de contención y sutileza, que no siempre resulta satisfactorio.

Los haikús son, además, poemas contemplativos, más que narrativos, y no sirven para todo tipo de expresiones poéticas. Resultan, por ello, muy apropiados para transmitir emociones, más que narraciones.

Por ejemplo, son adecuados para expresar la emoción sentida ante un amanecer o un crepúsculo. También para expresar el sentimiento ante el florecer de un almendro en primavera o la caída de las hojas en otoño. O para transmitir la emoción al contemplar el paso de un velero por la bahía, la algarabía de niños en un parque, la primera sonrisa de un bebé, la furia de un mar embravecido, la serenidad de la mar en calma… En fin, contemplación, más que narración.

Este verano, que es la estación contemplativa por excelencia, en la que el tiempo suele transcurrir a otro ritmo, más dilatado, más lento que en las demás estaciones, he escrito mis primeros haikús, que comparto aquí en este blog. Reconozco que no me ha resultado fácil concentrar en los tres versos del haikú el manantial de sensaciones experimentadas ante un paisaje, una experiencia o una imagen real o soñada. Pero he de decir que el esfuerzo ha valido la pena, al menos para mí.

Juzguen ustedes y vean qué les parece estos haikús escritos en agosto. Ah, y anímense a experimentar nuevas sensaciones adentrándose en otras culturas, ya que se nos abre la mente y el espíritu.  

Algarabía

de niños en la playa.

Ecos del alma.

 

Blanca gaviota

que al cielo abraza.

Luna de alpaca.

 

Barcos pesqueros,

vacíos y sin carga.

Negra alborada.

 

Mares bravíos,

manto de espumas blancas.

Olas rompientes.

 

Antes del alba,

sobrecoge el silencio.

Hora de laudes.

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Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

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