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Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

A propósito del Nobel de Economía

Premio Nobel de Economía 2024

Eduardo Moyano

23 de octubre de 2024 20:01 h

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El Premio Nobel de Economía 2024 se ha concedido a Daron Acemoğlu, James A. Robinson y Simon Johnson por sus trabajos sobre la importancia de las instituciones en el desarrollo y la prosperidad de los países. 

Los tres son brillantes economistas de la escuela del institucionalismo y han escrito, juntos o por separado, trabajos de gran impacto (Por qué fracasan los paísesOrígenes de la dictadura y la democracia, Poder y progreso…) Son textos de obligada lectura para quienes quieran conocer las claves explicativas de por qué unas naciones prosperan y otras no. 

Esta rama de la economía destaca con acierto el indudable valor de las instituciones en los procesos de desarrollo. Distingue entre las “inclusivas”, que son instituciones buenas para la prosperidad porque se guían por el interés general (respeto de los derechos de propiedad, la promoción de la igualdad de oportunidades, el fomento de las inversiones…), y las instituciones “extractivas”, que actúan frenando el desarrollo al guiarse por el interés particular de grupos oligárquicos que persiguen consolidar su poder económico y político.

Aprovechando la tan justificada concesión del Nobel a esos tres economistas, me permito ampliar el debate sobre los factores que explican el desarrollo de los países, introduciendo algunas variables de tipo sociológico.

La confianza también importa

El análisis que realiza el enfoque del institucionalismo económico sobre este tema es, sin duda, certero, pero, en mi opinión, no suficiente para explicar el éxito o el fracaso de las políticas de desarrollo. 

Y es insuficiente porque no tiene en cuenta otro factor de igual o incluso más relevancia que las instituciones y que ha sido objeto de interés de los sociólogos. Me refiero al “capital social”, entendido como la confianza entre los miembros de una comunidad y de éstos con el sistema institucional, un factor que es realmente el que incita a los individuos a cooperar en proyectos que trascienden los intereses individuales. 

Es necesario, sin duda, que haya instituciones “inclusivas”. Pero si no van acompañadas de la confianza entre vecinos ni hacia grupos distintos de nuestro estrecho grupo de pertenencia, ni tampoco se confía en las instituciones, no se generará la cooperación que se necesita para emprender procesos estables y sostenidos de desarrollo en una sociedad determinada.

Ya lo planteó hace más de dos siglos y medio el economista escocés Adam Smith en su “Teoría de los sentimientos morales” (1759), un libro quizá menos célebre que el de “La riqueza de las naciones”, pero no menos importante. En ese libro señalaba Smith que, sin confianza entre los individuos que participan en las relaciones económicas (sea una transacción comercial, un contrato, un acuerdo…), no es posible el desarrollo de una economía próspera de mercado.

El enfoque del “capital social”

Más recientemente, sociólogos como Putnam, Coleman, Portes o Granovetter han estudiado con detalle la importancia que tiene la confianza para la cooperación entre individuos, grupos e instituciones, dando lugar al enfoque del “capital social”. Este enfoque plantea tres tipos de confianza que generan distintos tipos de capital social: bonding, bridging y linking.

El capital social tipo bonding es el generado por la confianza que se produce entre los miembros de un determinado grupo (económico, social, religioso, cultural, político…) mediante lazos fuertes de tipo emocional. El bridging es el que crea puentes y lazos débiles de tipo instrumental entre individuos que pertenecen a grupos diferentes. Y el capital social tipo linking es el producido por la confianza de los individuos en las instituciones políticas y económicas (sería el tipo de capital social que más se acerca al capital institucional de que hablan los economistas premiados este año con el Nobel).

Según los estudios que se han realizado desde la perspectiva del capital social, la clave para el desarrollo de las sociedades estaría en lograr un buen equilibrio entre los tipos bonding, bridging y linking.

Por ejemplo, un exceso de capital social tipo bonding conduciría a situaciones de repliegue, de cierre corporativista, dentro del propio grupo, y a la falta de confianza y ausencia de cooperación entre grupos de diferente naturaleza. Por su parte, la presencia excesiva del tipo bridging crearía, en ausencia de los demás tipos, dinámicas de desarrollo sin una base sólida de cohesión social. Asimismo, si el que domina en una comunidad es el capital social tipo linking nos encontraríamos con situaciones en las que se producen acuerdos entre élites, pero sin que haya el anclaje social necesario como para que esos acuerdos generen dinámicas estables de desarrollo.

Conclusiones

Las instituciones son, sin duda, necesarias para la prosperidad de los países, y por eso me parece un acierto la concesión del Premio Nobel a los tres economistas representativos del enfoque institucional de la economía (Acemoğlu, Johnson y Robinson).

Pero, junto a ellas, es igualmente necesario que haya relaciones de confianza dentro de la sociedad, tanto entre los individuos, como entre los distintos grupos que la componen y entre éstos y el conjunto de instituciones políticas y económicas que la vertebran, tema éste que ha sido tratado desde la sociología.

En definitiva, una buena combinación de “capital institucional” (basado en instituciones inclusivas) y de “capital social” (equilibrado en sus distintos tipos) es un factor clave para que los procesos de desarrollo conduzcan a la prosperidad y riqueza de las sociedades.

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Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

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