Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.
La península de las casas vacías
Se ha escrito tanto acerca de la guerra civil española, que, cuando se publica una nueva novela, nos preguntamos si encontraremos algo diferente o si será más de lo mismo. Eso ocurre con La península de las casas vacías, de David Uclés, que, sin embargo, reúne algunas características que la hacen distinta de las demás y que explican su éxito editorial.
En primer lugar, destaca por su ambición literaria, que no sólo se refleja en las casi 700 páginas que la componen, sino también en la densidad de la narración, con un ingente número de personajes y escenarios que la convierten en una novela coral. Y, en segundo lugar, por su carácter innovador, tanto en su estructura (articulada en más de un centenar de breves relatos de sólo un par de páginas, con títulos de gran belleza), como en su estilo (cercano al realismo mágico, poco usado hasta ahora en la narrativa sobre nuestra guerra civil).
En otras novelas sobre este tema, como Días de llamas (Iturralde), Crónica del alba (Sender), Los hijos muertos (Matute), La noche de los tiempos y El jinete polaco (Muñoz Molina), La forja de un rebelde (Barea) o El bastón del diablo (Campos Reina), por citar sólo algunas, hay, sin duda, ficción, pues si no, no serían novelas, y también ambición e innovación en sus estructuras y estilos narrativos. Pero son novelas que no se salen del estricto marco de la realidad histórica donde se desarrolla la trama, pues sus autores procuran limitar su capacidad de invención para así evitar que una dosis excesiva de ella haga que lo narrado resulte inverosímil hasta el punto de parecerle extemporáneo al lector.
Por el contrario, David Uclés se sale de esta senda para sobrepasar con su ficción los límites de la realidad histórica, alcanzando un punto de invención narrativa y de innovación en cuanto al estilo, que muy pocos autores se han atrevido a explorar antes que él. Es en ese atrevimiento donde radica la originalidad de su novela, aun a riesgo de que le resulte extraña a no pocos lectores, debido a la excesiva presencia de lo imaginado a la hora de narrar los hechos realmente ocurridos en nuestra guerra civil.
No hemos de olvidar que los hechos de la guerra civil española se conocen bastante bien gracias a la ingente cantidad de estudios que hay sobre ella, por lo que, al ser deconstruidos por el narrador y vueltos a construir a su gusto, pueden dar lugar a un producto irreconocible respecto a lo que estamos acostumbrados a leer. Sólo por la valentía (y osadía, rayana en la temeridad) de asumir ese desafío, lleno de riesgos, ya merece respeto David Uclés, quien, además, ha producido una novela tan potente desde el punto de vista narrativo, que no deja indiferente a los lectores.
Una novela “total”
La de Uclés es una novela total sobre la guerra civil española, en la medida en que combina la mirada geográfica con la histórica, la etnográfica, la antropológica, la artística (pictórica y musical), la sociológica… y todo ello con un toque de lirismo y con una imaginación desbordante que la convierte, como he señalado, en una novela singular.
Está centrada en Jándula, un lugar hasta cierto punto imaginario por cuanto que el narrador se encarga de desvelar desde el inicio de la novela que se trata del pueblo jiennense de Quesada, su pueblo natal, una villa rural de donde emanan los personajes de la saga de los Ardolento, familia de pequeños campesinos, cuyo patriarca es Odisto, padre de ocho hijos. Los avatares de la familia son contados por el narrador con una cercanía y una precisión tales, que hace que los lectores se identifiquen fácilmente con ellos desde las primeras páginas del libro, impregnándose de sus ilusiones y esperanzas, de sus dolores y tristezas, como si formaran parte de esa familia.
La historia de los Ardolento es la historia de la tragedia que asoló nuestro país tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936 contra el gobierno legítimo de la II República, y la terrible guerra civil de tres años que provocó. Sorprende que el autor, en uso de su libertad creadora, no utilice la palabra España, sino Iberia, para referirse al marco geográfico donde se desarrollan los hechos, como si la trágica contienda hubiera sucedido en toda la península ibérica, cuando en realidad sólo tuvo lugar, como se sabe, en el territorio español y no en el portugués. De hecho, los numerosos lugares señalados por el narrador son todos reales, no imaginarios, y son perfectamente identificables en el mapa de nuestro país. De ahí que resulte algo forzado en la novela el uso del término Iberia, o el hecho de no hablar de españoles, sino de iberos. Desde un punto de vista literario, no parece suficiente justificar esa opción en la fascinación que siente el narrador, y que plantea en algunas partes de su novela, por la idea soñada de una Iberia, fruto de la unión de España y Portugal (en línea con lo expuesto por Saramago en varias ocasiones).
Aparte de ese aspecto, que dejo a la libertad del narrador, el material de la novela sobre la guerra civil es bien definido: disputas entre mandos militares por hacerse con el poder; lucha entre hermanos que optan por bandos rivales; vidas truncadas por la muerte, la separación o la huida; niñas que, en sólo unos días, tienen que hacer de madres para hacerse cargo de la prole familiar; ancianos que anticipan su senilidad al no entender nada de lo que está pasando; violencia desatada sin límite ni control en el pueblo y marcada por el afán de saldar cuentas pendientes; paisajes desolados por los bombardeos en los que se disipan los recuerdos y se entierra para siempre el paraíso perdido de la infancia…
Con ese material, y un inmenso esfuerzo para amasarlo y moldearlo, Uclés produce una novela singular, en la que demuestra un dominio encomiable en la descripción de los paisajes, así como un buen manejo del pulso narrativo y una excelente definición de los personajes; y todo ello con un uso exquisito del lenguaje, sacando a la luz palabras casi olvidadas que iluminan el texto con un léxico rural bello y luminoso.
Está escrita, además, con un estilo brillante, en el que se mezcla la vena lírica del autor-poeta-músico (que está siempre presente) con la más rígida disciplina del autor-narrador (necesaria en toda novela), pero nunca con miedo a transgredir los límites de lo hasta ahora contado sobre la guerra civil española. Ello le permite abrir nuevos espacios a la creación literaria y ampliar, gracias a la potencia de la ficción, el grado de conocimiento existente acerca de una tragedia que ha marcado a varias generaciones de nuestro país.
Deficiencias y debilidades
Como todo proyecto literario, el de David Uclés con La península de las casas vacías tiene sus riesgos, algunos bien resueltos, pero otros no tanto, lo que hace que la novela muestre algunas deficiencias y debilidades.
El riesgo de la omniscencia
La primera de esas debilidades es su exuberancia y omniscencia; es decir, el afán del autor de querer contarnos todo sobre nuestra guerra civil sin dejar atrás ningún episodio de los dos bandos en liza, dado el propósito de Uclés de hallar una equidistancia, que no siempre consigue, entre los hunos y los hotros (expresión tomada de Unamuno por el propio autor).
Así, en la novela se trata el episodio del Dragon Rapide (el avión que traslada a Franco desde las islas Canarias a Ceuta los días previos al alzamiento); el paso hacia la península del ejército sublevado a través del puente aéreo en el estrecho de Gibraltar; la matanza de la plaza de toros de Badajoz ordenada por el coronel Yagüe; la liberación del Alcázar de Toledo por el propio Franco; los fusilamientos de Paracuellos y de la cárcel Modelo de Madrid por las milicias republicanas; el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor alemana; los sangrientos sitios de Belchite y Brunete; las cruentas batallas del Jarama y de Teruel; la desbandá de los republicanos por la costa tras la conquista de Málaga por el ejército sublevado; el asedio inicial de Madrid y la resistencia numantina de la capital al grito de “no pasarán”; la épica batalla del Ebro, que dio paso a la conquista de Barcelona y Valencia por las tropas franquistas; el dramático final de los restos de la resistencia republicana en el puerto de Alicante; el protagonismo de los artistas que apoyaban la causa republicana (Machado, Picasso, Alberti, Lorca, Zambrano, Chacel, Hernández, Neruda, Cernuda, León, Aub…) o el de los escritores falangistas (Ridruejo, Foxá, Sánchez Mazas, Rosales…); la presencia de los fotógrafos Robert Capa y Gerda Taro; la participación de los brigadistas internacionales y de intelectuales extranjeros que apoyan la causa republicana (Orwell, Malraux, Tzara, Hemingway…); el papel desempeñado por las brigadas italianas, irlandesas y portuguesas en el apoyo a los sublevados…
Todos esos acontecimientos, y muchos más, algunos frutos de su invención, son narrados por Uclés como un torrente de fuerza descriptiva, dándole a la novela una dimensión hercúlea, que, sin embargo, en vez de ser una de sus fortalezas, se convierte en una debilidad. La exuberancia de lo narrado es tal, que llega incluso a abrumar al lector hasta el punto de hacerle perderse entre la bruma de tantos personajes, escenarios y sucesos, habiendo pasajes de la novela en los que uno acaba agotado.
El riesgo del adanismo
La segunda deficiencia de la novela de Uclés es el resultado de caer en una especie de adanismo (creer que uno cuenta por primera vez algo que, sin embargo, es ya sabido). Esto, que puede resultar en cierto modo comprensible por la juventud del autor (en torno a la treintena) y que puede ayudar a lectores de su generación a conocer mejor el hecho histórico de nuestra guerra civil a través de las herramientas más atractivas de la literatura, puede, sin embargo, parecerle a las generaciones de mayor edad una actitud algo presuntuosa y hasta petulante.
Ello convierte algunas partes de su novela en una sucesión algo forzada de explicaciones (al modo de “ahora te voy a contar, querido lector, lo que realmente pasó”) que aportan poco o nada al desarrollo de la trama. Además, rompen el ritmo de la novela con la intromisión del narrador, cuya voz resulta en ocasiones no sólo fuera de lugar, sino hasta invasiva para los lectores, recomendándoles incluso con qué tipo de música debe leerse este o aquel pasaje de la narración.
A diferencia de la poesía, que es más espontánea en cuanto a creación, toda novela tiene mucho de artilugio literario e ingeniería narrativa, siendo fundamental en una buena novela que ese artilugio no lo note el lector. Sin embargo, a la novela de Uclés, y aquí radica otra de sus deficiencias, se le nota demasiado el andamiaje sobre el que se ha construido, debido, como he señalado, a la injerencia (innecesaria) del narrador o al fácil recurso de hacer que algún personaje actúe de agur anunciando el desenlace de algunos acontecimientos futuros.
El uso del realismo mágico
El tercer riesgo, quizá el más grande, es el de la apuesta por el realismo mágico como estilo narrativo, ya que es lo que le da a la novela de Uclés su rasgo más diferenciador. De ese riesgo, puede decirse que el autor sale, en general, bastante bien parado, mezclando con habilidad los planos de lo real y lo imaginado. Esto hace que, en su conjunto, la novela le resulte verosímil al lector, incluso a sabiendas de que lo que le ocurre a la familia Ardolento es imposible que haya sucedido en la realidad tal como se le está contando. Los lectores saben que lo que leen no es real, pero acaban creyéndolo como si lo fuera, radicando ahí el poder de la literatura y la capacidad de Uclés como narrador.
Novelas como Cien años de soledad (García Márquez), sobre Macondo y la familia Buendía (en el escenario de las guerras civiles colombianas), o Tierra de nadie (Pennacchi) sobre los Peruzzi (una familia de pequeños aparceros asentados en el Agro Pontino durante el gobierno fascista de Mussolini), son dos buenos ejemplos de realismo mágico aplicado a la narración de determinados hechos históricos; en ambos casos, los autores se mueven de forma equilibrada entre el plano de lo real y el de lo imaginado, sin que uno sobrepase al otro.
Ese estilo es también el utilizado por Uclés en su novela, pero, en mi opinión, lo hace de un modo menos equilibrado, enfatizando en exceso la dimensión imaginada a la hora de narrar los sucesos de la guerra civil española. El predominio de lo mágico (surrealista) es, desde mi punto de vista, tan excesivo en algunos pasajes de la novela, que llega hasta hacerlos poco creíbles, provocando incluso cierta hilaridad en el lector (como ocurre con la conversación del narrador con el general Franco delante del cuadro de “El entierro del Conde Orgaz” en Toledo, anticipándole lo que le ocurrirá en el futuro) o resultarle hasta delirantes (como es el caso de la irrupción del gigantesco volcán de sangre o la costura de la falla pirenaica para que pase el exilio republicano).
Conclusiones
Con independencia de las debilidades antes comentadas, la novela de Uclés constituye, sin duda, un soplo de aire fresco en la narrativa sobre nuestra guerra civil, y sólo por eso es recomendable su lectura. Sus debilidades, que las tiene como cualquier otro producto literario, no desmerecen el valor de una novela atrevida e innovadora, que, además, logra conmover al lector, objetivo último de todo narrador que se precie.
Sobre este blog
Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.
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