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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

El padre de Lamine. Hombre rico, pobre hombre. Inmigración

El padre de Lamine Yamal, en una imagen reciente.

Magdalena Entrenas

19 de julio de 2025 20:35 h

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El acento no está en la palabra inmigración, está en el adjetivo que va detrás. Inmigración legal o ilegal, inmigración trabajadora o subvencionada, inmigración adaptada, o no integrada en la sociedad que la acoge. También está la línea divisoria que parte la inmigración, sea del tipo que sea, en dos mundos diferentes, la inmigración con dinero -y hasta con mucho dinero- y la que llega solo con lo puesto.

Bueno y, más allá, está el tipo ese que, como diría mi marido, tiene una flor en el culo, porque ha pasado de venir con lo puesto, a calzarse los pantalones Louis Vuitton sin tener oficio ni beneficio. Y es que la divina providencia le ha dado un hijo que le pega al balón como nadie y que, por dar esas patadas, cobra más que cualquiera en este país. Así es la vida.

Por eso, el doble rasero que tenemos para mirar con según qué ojos a los migrantes, no está en cómo llegan, de dónde vienen, o qué cultura o religión profesan, sino en si tienen petrodolares para comprar un equipo de futbol, una mansión o, cuánto menos, exhibir una camiseta Gucci cada día. No, no de esas que venden los de tu país en mantas, sino de las que valen miles de euros.

Una pena, porque el dinero no lo da todo. Y, mucho menos, la educación, los valores o los principios. El señor Mounir, padre de Lamine, es el perfecto ejemplo. Otrora inmigrante, hoy millonario. Parece que se ha hecho pintar en su fastuosa casa un mural con su cara a tamaño gigante. Por cierto, un horrible primer plano. Detrás, y mucho más pequeño, el prodigioso hijo que lo mantiene con paladas de euros. Así que no es de extrañar que el personaje -que a veces se pelea a cuchilladas- haga exhibición impúdica de dinero, lleve atuendos imposibles, por más que sean mega caros, cadenas de oro del grosor de mi muñeca y, en vez de impedirla, ría y aplauda la indecente fiesta de su hijo con la ocurrencia del chiquitín de celebrar sus 18 con chicas y enanos de “animación”.

Lo curioso es que, los que no creen de verdad en la España demócrata y solidaria, los que patrimonializan la palabra España, también ríen la “gracia” de Lamine, pero demonizan a la otra inmigración. La que llega con lo puesto y no juega al balón, pero cuida de nuestros ancianos y de nuestros bebés, la que atiende en nuestros bares, limpia nuestras cacas y recoge nuestras frutas en el campo. En fin, esas tareas que los españoles de pata negra ni las queremos, ni las olemos.

Conciliar todo esto no es tarea fácil. El acento sigue estando en el adjetivo, así que la generosidad ciudadana es necesaria para no meter a todos en el mismo saco. Y luego está la responsabilidad que, siendo la clave, no es cosa nuestra, sino del Estado y de las administraciones. Inmigración legal e inmigración controlada. Eso es lo que tienen que regular, conjugando la necesidad de una inmigración que nos salve, como país envejecido y sin ganas de trabajar en según qué cosas, con una inmigración legal y sin guetos, unos guetos en los que ahora, quienes se sienten desplazados, son curiosamente los que nacieron en sus calles.

¡Cuestión de principios! Como los del Sr. Mounir:aunque haya sido del Madrid, me la pela. A mí el Barça es el que ahora me da de comer”. Dixit.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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