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En todo, amar y servir (CEO´S 2ª parte)

Miguel Ángel Luque

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Casi me veo obligado a escribir este segundo post, por la cantidad de comentarios que he recibido del anterior, que se mueran los CEO´s. Sobre todo dar las gracias (es señal de que se leen), y especialmente por el feedback, que me permite seguir evolucionando.

Antes que nada quiero hacer las siguientes matizaciones. En primer lugar, la muerte a la que se hace referencia en el post es una muerte metafórica, aquí no se desea mal a nadie, por muy desastrosa que sea su conducta. En segundo lugar, hablamos de unos CEO´s con unas características muy concretas: rancios, chusqueros, casposos, incapaces de ver más allá de sus narices, de identificar y desarrollar el talento de sus colaboradores o de evolucionar de acuerdo a los nuevos requerimientos del puesto y de los retos de un entorno cambiante, hostil y porqué no, ilusionante.

Apunté que me topé en mi carrera profesional, especialmente trabajando en mi faceta de coach y facilitador, con muchos malos, muy malos. Y también me encontré con algunos fantásticos (de hecho en las últimas semanas he conocido a uno de nota). De todo tiene que haber en la viña del Señor, pero en mi caso, como ocurre en las películas de la Mafia, los malos van ganando…. Tendremos que esperar al final, a ver qué ocurre.

Mi vocación de ayuda a los demás, me hizo plantearme ¿cómo podría aportarle algo de rumbo a estos CEO´s perdidos? Entonces, me vino a la cabeza la frase de San Ignacio de Loyola “En todo, amar y servir”, de la que voy a hacer una adaptación interesada al tema que nos ocupa.

Cuando hablamos de amor, la connotación romántica queda subordinada en nuestro caso, a la conexión, la empatía, el aprecio, pero también me gusta asociarlo al respeto, el perdón y la compasión. Lo más importante de toda esta amalgama de conceptos (valores personales en definitiva) reside en quién pones el foco, para llevarlos a cabo. No se trata de hacer un despliegue en los que están alineados más o menos con tus planteamientos, eso es lo fácil, el reto es llevarlo a cabo en los que discrepan, en los que están alejados de tus planteamientos, en los complicados, en los que no se muestran… esa es la verdadera prueba de amor. Sé que me vais a decir que en ocasiones resulta difícil querer a algunas personas, pero hemos de ser conscientes de la complejidad de las relaciones entre personas. El verdadero aprendizaje se produce cuando no negocias esta posibilidad de rendición, y te lanzas a descubrir lo que merece la pena en el otro, a tratar de comprenderlo y a trabajar con y para él.

Es en este punto donde aparece la segunda derivada, el servir. Si tuviera que destacar una habilidad por encima de todas, a atesorar por un CEO, diría la capacidad de servicio a su equipo. Cuando un líder se ofrece, está dispuesto para ayudar, pide opinión y atiende, se baja a las trincheras junto al equipo… está sirviendo. Si te preguntas como CEO, qué puedes hacer para mejorar el desempeño y el estado de ánimo de tus colaboradores, estás sin duda en el camino correcto. Si en cambio, tu planteamiento es maquinar cómo puedes exprimir a estos cabrones para que te hagan cumplir objetivos, bueno… me reservo la opinión.

La máxima ignaciana (por cierto, que no deja de ser un extracto de un discurso espiritual de mayor alcance), ayuda a posicionar la conducta de un CEO, que como casi todo en la vida, es un proceso que ocurre de dentro a fuera. Si te amas, podrás amar a los demás; si has sido servido, servirás. Nos vemos en septiembre. BE TIM.

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