Rima (y juega feliz)
Dicen que la inspiración viene cuando menos te lo esperas (como el amor, la felicidad o las cosas, así a lo loco). Pero no hablo de las musas de Xanadu que necesitas para escribir un libro o mostrar tu faceta más artística ante un lienzo en blanco. No, no.
En mi opinión, curiosamente relacionada con la segunda acepción de la RAE “ilustración o movimiento sobrenatural que Dios comunica a la criatura”, la inspiración puede proponer a uno mismo algo tan simple como poner esa lavadora que llevas días retrasando, pasar una escoba para acabar con ese negror de las plantas de tus pies tan veraniego como cerdo, ponerte manos a la obra con la receta de pollo al chilindrón (qué me gusta esta palabra) que alguien te apuntó en una servilleta antes incluso del euro, colgar un cuadro o actualizar tu cv en las decenas de plataformas online en las que en algún momento del tiempo decidiste meter tus datos para optar, junto con otra media de 2.000 personas, a puestos de trabajo en los que ¡eh! ¡Seis años después sigues en proceso! Magia.
Claro que hay personas cuyo trabajo depende de la inspiración, o eso me gusta pensar y no porque sueñe con un mundo limpio de estupefacientes. Hablo de los creativos. Más concretamente los de publicidad. Esa gente capaz de utilizar el verbo prolongar en una melodía sin que rechine: prolongue la vida de su lavadora, con Calgón.
Si tuviese que elegir (dios, sería difícil) creo que optaría por los anuncios con rimas y juegos de palabras. Desde la sencilla y siempre pegadiza canción de Júver y su Disfruta la fruta, pasando por ¿Te falta Tefal? (¡genialidad!) o aquel lema que podría ser casi un himno generacional: De Bandai, qué guay. Sí, la verdad es que es guay.
Estoy casi convencida de que todos tenemos un creativo dentro. Quizás por todo el bagaje publicitario que llevamos encima o porque dentro de ti (de mí y de todos) hay una estrella y si lo deseas brillará. Sea como fuere, seguro que si cierran los ojos y piensan una cancioncilla o frase con gracia, les sale un anuncio increíble.
Así me ocurrió hace unos días cuando, tras dar el último sorbo a un café frío en el que los posos ya se habían hecho fuertes en el fondo de la taza (iucks) a eso de las diez de la noche, las ideas vinieron a mí. Me vino la inspiración y ¡eh! ¡Era creativa! (o alguien sobrecargado de cafeína). Así surgió la ideaca de ¿por qué no utilizar grandes frases con rimas para anuncios?
La primera: Alguien va por la calle, quizás un señor, cuando aparece otro personaje al que sólo vemos la espalda y se dirige a él para decirle: Perdona, ¿vas para el Banesto? La cámara enfoca a quien le ha hecho la pregunta. Entonces vemos en primer plano al otro que introduce su mano en el bolsillo para sacar… Esto ya depende del regalo porque pueden ser desde las llaves de un Jaguar hasta una vajilla de porcelana, lo que no puede faltar es la respuesta: Pues llévate esto.
Puede que sea algo más arriesgada la de la Pollería que utilice la mítica rima gracioseta de la que me declaro fan: No se van a pelear, mi polla con tu paladar (remitiéndome a la acepción de “gallina nueva, medianamente crecida, que no pone huevos o que hace poco tiempo que ha empezado a ponerlos”, que una se documenta antes de soltar estas perlas).
Y cómo no, la gran pregunta: ¿Por qué ninguna marca de bebidas refrescantes o alcohólicas han utilizado ya como eslogan el ¿vas a ir a la fiesta? ¡La que te va a dar esta!? Y por qué no, un anuncio que simplemente plantee ¿Vas a ir al abogado? El que tengo aquí colgado. Y que se muestre a continuación a alguien con una tarjeta de un buffette o imagen de un abogado en concreto colgada del cuello.
Y eso pensé.
Quizás así la gente dejaría de ser feliz en los anuncios y sonreír como si fuera el fin del mundo.
Volvemos en 10.080 minutos.
http://www.youtube.com/watch?v=qhkwq6Kd8RI
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