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Teerreemotoo

Alba Ramos

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Cuando iba de viaje con el colegio siempre me planteaba lo tristísimo que sería fallecer en aquel autobús. No sé por qué, me parecía una muerte fail palmar en una excursión de tales características. Como que había circunstancias más pro tipo de ultraanciana durmiendo habiendo disfrutado de una vida plenísima o en una hamaca playera tras un corte de digestión.

Hace unas horas volví a tener esa sensación. Me di cuenta de que lo que ahora me da pereza es morir en el polígono industrial en el que trabajo.

Fue por el terremoto.

Molan los imprevistos, como cuando estornudas y toses a la vez, un double que a veces te deja la garganta loqui por tratar de frenar una de las dos acciones. Muy mágico. Ayer miles de españoles se toparon con uno de estos y, en primera instancia, desconfiaron radicalmente de sus compañeros de trabajo.

El hecho de que todos pensásemos que era el del al lado el que nos estaba tocando la moral bamboleando la mesa compartida a rodillazos da que pensar: ¿tan preparados estamos para que nos toquen las bolas nivel máximo? Porque claro que nadie pensó “dios mío, le está dando un ataque epiléptico, ¡llamen a urgencias!” si no más bien “¿pero qué coño haces maldito tarado?”.

Pero luego vi su tierna mirada de terror que me gritaba claramente: “¡Vamos a morir en medio de la nada!”. Y huimos del edificio. Qué peliculeros.

Vale, no. No tenemos ni por asomo tal capacidad de reacción. En realidad fue Twitter quien menos de treinta segundos después ya nos avisaba por el hashtag #terremoto de que probablemente no íbamos a morir todos. Por si acaso, y aprovechando la situación, la idea de salir de aquel edificio arquitectónicamente infecto no estaba de más. Y fumé.

No tardaron en llegar los mensajes de amigos que habían compartido este mismo trauma transitorio. Camas que se movieron como la de la niña de 'El Exorcista', otros que tuvieron tiempo de ponerse debajo del marco de una puerta y parece ser que incluso hubo riadas de gente que echaron a correr por algunas de las calles más transitadas de la ciudad. Bueno, ya será para menos...

Y luego por la noche ella no sabía nada. Nos habíamos jugado la vida durante unos segundos y no pude más que tomarme una cerveza telefónica, que aseguraron que no faltaría.

Fiuu.

https://www.youtube.com/watch?v=DuoCd7UEkpc

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