María Dolores Gaitán: “Llevo ventaja porque tengo sensibilidad artística”
Este es el caso de una mujer dual. Pero, sobre todas las cosas, de una pianista. Ella es música y gestora cultural. Vive entre Milán y su pueblo, Villa del Río, adorando el repertorio clásico español, pero también el francés. Aunque la guinda de María Dolores Gaitán (1983) en esto de su alter ego es parecer diez años más joven y haber conseguido que la tomen en serio. El resultado es un Festival de Piano llamado Guadalquivir que se celebra en Córdoba y Villa del Río desde hace ocho años y que en esta edición dará su salto internacional a Milán, abriéndole también las puertas a la moda y a la joyería hechas en Córdoba.
Ella, que cree que la música no la deja envejecer, asume que su condición de mujer y joven ha resultado un problema a la hora de “vender” el festival, pero que eso nunca la ha amilanado. Creado para “difundir la cultura musical en su tierra natal” y devolverle a Córdoba un poco de lo mucho que le ha dado a esta pianista, el festival volverá programar conciertos, masterclass, o el concurso Piano Córdoba entre el 22 de septiembre al 7 de octubre. (Ver programación)
La cita que reproduce esta entrevista tiene lugar en el Círculo de la Amistad, uno de los escenarios del festival, y donde el celo de los bedeles no le permitieron a María Dolores deleitarnos con el piano Steinway que tocó el mismísimo Frank Liszt en este liceo en diciembre de 1844. Conformada con otro piano de la casa, la intérprete tocó para nosotros antes de empezar una charla en la que puso tanto cuidado en la perfección de sus palabras y de su mensaje, como en sus notas ante el piano.
P. Ha sido reconocida por el European Union Institutes for Culture como principal representante de la cultura musical española en Italia. ¿Cómo se entiende en aquel país nuestra música?
R. Se tiene una concepción muy buena de España. Somos países hermanos. Hay muchas similitudes entre ambos y se tiene la misma visión de la parte artística. Hay muy buena percepción de la música española, al igual que en el resto de Europa. Aunque no se conozca mucho, está muy revalorizada. Todo el mundo se sorprende mucho cuando escucha música española. El nacionalismo español, Albéniz, Falla, Granados, Turina, que es un sevillano, universalizaron el folclore que tenemos pero impulsado por los franceses. Todos estudiaron en Francia. En España no hay una escuela fuerte, importante. Todos estos compositores fueron a sus raíces utilizando un lenguaje nuevo. Debussy y Ravel dijeron que la misión que tenían era la de volver a su tierra y componer, y gracias a esa música se ha conocido la música española. Los intérpretes tenemos una misión muy importante: hacer famosas estas composiciones, hacer famosa España a través de la música clásica. Tuve una experiencia reciente en Bulgaria, donde estuve tocando en la New Bulgarian University, donde di un concierto, Imágenes de España a través de la danza, se llamaba, y una masterclass, y cuando me escucharon no daban crédito a lo que estaban escuchando. Me pidieron las partituras para incluirlas en el programa de la universidad y eso es un logro muy grande. Ese es mi caballo de batalla. Es cierto que hay muchos intérpretes que tocan música española en España, pero que sepan darle la elegancia y el arraigo que le dieron estos compositores, de esos hay muy pocos. Hay mucha tendencia a la exageración, tal vez no a vulgarizar pero sí a folclorizar en exceso, y eso yace implícito en esa música. Es muy importante la forma en la que lo haces para llegar fuera, porque influye en cómo se recibe allí.
P. ¿Qué diferencias has visto entre los pianistas de aquí y los del resto de Europa?
R. En un principio hay muchas diferencias de escuelas, como ocurre con todos los instrumentos. Pero España no tiene una escuela. Yo vengo de la escuela rusa, por ejemplo, gracias a una profesora que tuve en Córdoba. Los italianos una característica que tienen es que poseen una escuela natural. Tienen un don innato para el arte. En España hay pocos pianistas porque es muy sacrificado. A los españoles y a los andaluces nos gusta vivir bien. Aprender a tocar una guitarra es mucho más fácil que aprender a tocar el piano, que es muy sacrificado.
Los intérpretes tenemos una misión muy importante: hacer famosa España a través de la música clásica
P. ¿Y entre los alumnos de Lucena, donde fue profesora del conservatorio y de Milán?
R. Tuve una buena experiencia en Lucena, donde el conservatorio es bastante bueno. Fueron tres meses intensos y luego rechacé la plaza. Eran alumnos muy receptivos pero con un nivel muy muy bajo para ser un conservatorio de grado medio. En Italia hay un poco de todo. Tengo a un alumno de 76 años que estudia más que yo y son muy rápidos a la hora de coger las cosas, son muy ágiles y muy musicales. Se nota mucho la cultura innata que poseen, está dentro del DNA [ADN].
P. Hablamos de Las mil y una córdobas.
R. Bueno, se descubrirá más adelante, pero es el programa de la nueva edición del festival. La idea era descubrir todas las Córdobas a través de una nueva visión y darla a conocer en el exterior. La originalidad es coger música clásica, de varias culturas, que ha sido una investigación importante al buscar toda la complejidad histórica, no es solo coger a un grupo klezmer y que toque música árabe.
P. Un festival que hará por primer año la conexión Córdoba-Milán.
R. Yo vivo en dos realidades, vivo establemente en Milán y veo muchas características que se unen. La música pasa fronteras y el festival tiene el objetivo de educar, enseñar y cambiar la concepción del público y eso queremos llevarlo más allá del Guadalquivir. Queremos demostrar que es un festival de muchos recursos que se está abriendo a las mayorías y eso es un logro. Tengo la posibilidad de crear tocando y el festival es el recipiente creativo en el que puedes transformar la realidad. Es una marioneta que puedes guiar tú, no eres tú la marioneta, sino que está guiada por mí.
España no tiene una escuela. Yo vengo de la escuela rusa, por ejemplo, gracias a una profesora que tuve en Córdoba
P. Anunciáis un evento oficial de la Fiesta Nacional de España (sic).
R. Mucho no puedo contar porque lo desvelaremos el día 11 [de septiembre]. Será un concierto el día 7 de octubre, el cierre del festival, y será un evento oficial del gobierno de España en Italia, en Milán, concretamente. El concierto se llamara Córdoba y sus Patios, para proyectar Córdoba a través de su patrimonio histórico revalorizando la filosofía del patio cordobés en la ciudad milanesa, que también cuenta con un gran número de ellos. El repertorio será música clásica española, pero muy muy original. Además, llevaremos moda, joya y gastronomía hasta Milán de la mano del IMDEEC [Instituto Municipal de Desarrollo Económico y Empleo de Córdoba].
P. ¿Cuál fue la semilla de este festival?
R. Estuvo un poco en mi persona y en el piano, al fin al cabo. Estaba en Milán y vine a mi pueblo a dar un concierto y vi que había mucha aceptación. Y surgió la idea de hacer algo allí a nivel cultural y se empezó a crear. Empezó muy light, como si nada fuese, con mucha ilusión y muchos artistas pero nada más, y empezó a crecer porque soy muy exigente y perfeccionista y cuando empiezo algo me gusta que llegue a buen puerto. Es un recipiente para dar rienda suelta a todos los proyectos que un artista tiene en mente, ese es el germen. Y hacer la música clásica más cercana al público, que es un aliciente constante. Es crecer no por ambición, sino una lucha por llegar a las personas y hacer una comunicada a través del festival. A través de mi experiencia, los invitas y sienten Córdoba como su casa.
P. ¿Tienes el corazón partío entre ambas ciudades?
R. Sí, seguramente. Son diez años viviendo en Milán, de donde parte mi carrera pianística. Aquí forjé mis bases, después pegué el salto a Suiza y decidí quedarme en Milán, ciudad de muchas tendencias, con muchas posibilidades. Te permite entrar con una posición mediana y escalar hacia un cierto nivel de escala internacional, y tener una presencia sólida y de calidad ¿No le voy a tener cariño? He vivido mis mejores experiencias profesionales allí, mis mejores conciertos, me he visto desde los orígenes allí sin parar de luchas. Entrar en un conservatorio allí es peor que unas oposiciones. Nada más que pasar el examen con miles de personas que vienen de fuera y a lo mejor solo hay dos plazas. Trabajar en otro idioma, antes de poder tocar tuve que aprender italiano. Me pasó una cosa muy curiosa, tenía que tocar un martes y me avisaron el lunes. Esta es la burocracia italiana, que para unas cosas muy bien pero para otras es un desastre completo. Me llamaron y les dije que tenía para la misma fecha el examen de admisión y me dijeron no, no, no. Pero tuve que tocar y lo hice con un cabreo… Todo el año preparándome para entrar en una institución tan prestigiosa y te llaman de un día para otro. Pero en esos momentos piensas solo en la música. Hacerse un hueco allí es muy complejo.
A los andaluces nos gusta vivir bien. Aprender a tocar una guitarra es mucho más fácil que aprender a tocar el piano
P. ¿Has tenido ganas de tirar la toalla del festival en estos ocho años o te lo han puesto fácil?
R. (Risas) Muchas, así de veces. Pero cualquiera que llegue a algo. Es lo mismo que estudiar un instrumento o crear una obra o entender una obra, son muchos peldaños los que hay que ir subiendo, pero esa constancia es la que hace la diferencia de una cosa de calidad, bien hecha, de otra mediana. Eso es lo que te hace construir. Hay algo más fuerte que es la pasión por contribuir a la sociedad. Es una misión, que no sabes pero que está. Es como cuando sales a un concierto con toda la adrenalina y te dices, pero quién me ha mandado llegar hasta aquí, pues lo mismo.
P. O sea que te ha dado más satisfacciones la música que la gestión cultural.
R. Sí. En Córdoba es muy difícil. Cultura [del Ayuntamiento] no apoya, por ejemplo, y apoyan todas las demás instituciones. Solo aportan un poco a Piano Córdoba [concurso de piano para jóvenes], con el éxito que tuvo el año pasado, y te preguntas cómo no pueden aportar a un evento de estas dimensiones. Villa del río, en cambio, chapó. También es mi pueblo, me conocen y no puedo quejar. Pero aquí...
P. Como pauta, ¿la cultura importa a nuestros gobernantes?
R. Poco. Pero en la sociedad en general importa la remuneración económica. Alguien apuesta cuando sabe que obtiene, pero cuantificado, en números. No se entiende que en la remuneración de la construcción de un pueblo, de una sabiduría, de un pensamiento crítico, eso vale mucho más que comprar en general. Es una lástima.
P. Y nuestros empresarios, ¿tienen sensibilidad?
R. Estoy intentando cambiar eso este año. Esa es mi idea. En Italia también ha pillado de sorpresa la unión de la cultura con otros sectores como el empresarial. Yo tengo la esperanza, si no no estaría aquí. La esperanza es lo último que se pierde. Una persona tiene su energía y yo soy muy enérgica, y pienso que no quisiera que por no haber encontrado empresarios justos, que tengan sensibilidad hacia la cultura, esa nutrición súper fundamental para hoy en día, pues sería una pena que por no haber encontrado ese apoyo con tiempo, esa energía, se disipe en el intento. Soy una, pero no tengo vida. Mi vida es el piano, enseñar, porque la transmisión es necesaria absolutamente, y la cultura.
Tengo la posibilidad de crear tocando y el festival es el recipiente creativo en el que puedes transformar la realidad
P. La existencia de una orquesta en la ciudad con 25 años de recorrido. ¿Ha creado hábitos culturales relacionados con la música clásica?
R. Yo creo que ha tenido su momento. Recuerdo cuando estaba en el conservatorio que iba a la Orquesta de Córdoba y siempre estaba lleno y había, quizás, más variedad. La crisis recorta siempre cultura. Creo que Córdoba necesita un cambio. Es que trabajando con tantas orquestas fuera, y hay de todo, aquí veo mucho miedo al cambio. A innovar, a probar, y la gente, lo sé por mi experiencia con el festival, quiere cambios. Muchas veces es un experimento, pero como yo soy tan visionaria, lo tengo tan claro que voy oltre, como se dice en italiano, más allá. La programación de la orquesta es muy reducida y una orquesta es el pilar de la música clásica de una ciudad. Creo que en el público se nota, pero antes mucho más según mi experiencia. Cuando haces gestión cultural, y yo me tiro encerrada tres o cuatro meses para hacer la programación del festival, es muy difícil combinar una programación atractiva para el músico que va a tocar y para el público. Ahí está la diferencia y se nota. Yo soy una gestora con ventaja porque tengo sensibilidad artística, que es fundamental para que las propuestas sean impactantes.
P. También realizas una labor de difusión sobre la música clásica española promoviendo conciertos didácticos en escuelas e institutos musicales de España e Italia. Los conciertos didácticos para niños dibujan el futuro, pero ¿no debería haber también conciertos didácticos para adultos?
R. Absolutamente. En el festival hemos hecho conciertos para gente con discapacidad y talleres. Es una misión. En la música clásica antes se respiraba más las tradición de hacer música en las casas y la música clásica era un fuerte hilo conductor, eso quedó. Pero en las generaciones jóvenes está más complicado, por eso se enfoca más en ese sentido. Tienes que mirar mucho en la ciudad en la que estás y cuáles son sus actividades. Yo me he equivocado en muchas actividades y me he sorprendido de la respuesta del público y ahí empiezas a analizar que es lo que el pueblo necesita en sí. Ves si el adulto necesita más ese incentivo o el sector educativo. Yo estaba en el conservatorio y salía con poca gente de allí, no había una comunidad. Estaba la competencia musical. Cuando sales fuera, eso cambia. En Milán la gente entra al aula donde estás ensayando y te da consejos. Es como una biblioteca andante. Eso aquí es impensable y a mí aquello me hizo crecer. Eso y que por la sala de conciertos del Conservatorio de Milán pasan los mejores solistas, grupos de cámara y orquestas. Todas las noches hay conciertos, cada día, no como aquí. Eso me hizo pegar un salto importante. El escuchar me llevó al pensamiento crítico, el pasarle las páginas a los músicos me ayudó mucho, porque ves cómo funcionan los tops, cómo se preparan, cuáles son sus rituales... eso es oro que no aprendes en las clases de ningún conservatorio.
P. Hablando de auditorios, el músico Michael Thomas dijo que uno de los espacios con mejor acústica en los que había tocado era el auditorio del Conservatorio Ziryab de Córdoba.
R. Sí, sí, es sede del festival. Es muy bueno. El festival es rico y variado albergando músicos de fama internacional, que en gran parte vienen, por mi trabajo con ellos profesionalmente y por la calidad de escenarios con los que cuenta el
Festival como la Mezquita, Palacio Viana, Conservatorio,etc. que es perfecto para solistas o grupos de música de cámara.
Tengo la esperanza de la unión de la cultura con otros sectores. Si no, no estaría aquí
P. ¿Es comparable a otro escenario tocar en la Mezquita?
R. Mira, he tocado en muchos escenarios, con mucha gente, y este tiene una magia indescriptible. Recuerdo la sensación de subir al escenario y sentirme como en casa delante de 1.500 personas. Tenía una tranquilidad y una paz increíble. Era una sensación placentera y envolvente porque escuchaba hasta la última respiración. Hay división de opiniones en cuanto a la acústica del espacio, pero depende del público que haya y de la música que se haga. Realmente, después del primer año me di cuenta qué tipo de música se puede hacer. Si es una orquesta megagigante rebomba, pero con una orquesta mediana y el piano funciona muy bien. Desde el escenario se escucha el sonido perfecto.
P.
¿Existía alguna tradición musical en su familia?
R. No. Hay mucho arte y artistas, mucho talento, tengo un primo diseñador y grafitero…, pero en la familia cercana directa, nadie. Yo era muy activa de pequeña, acababa las tareas la primera y daba la lata a los compañeros. Un profesor que tenía en primaria ponía música y yo me convertía en otra persona. Entonces le dijo a mi madre que la mejor forma de canalizar mi energía era a través de la música porque me detectó habilidades. Tendría seis o siete años y me apuntaron al conservatorio.
P. ¿A qué edad empezaste a tocar el piano?
R. A los ocho o nueve años. Yo quería el violín, la flauta travesera, el violonchelo. El piano no me atraía hasta que fui a la primera clase. Y hasta hoy. Mi madre al principio no me compró un piano porque no sabía si eso iba a funcionar, y al segundo año ya necesitaba más. Entonces a una familia de Villa del Río, los Pérez, que tenían un piano, les pedimos que me dejasen ir a tocar cada tarde. Yo esperaba a la mujer, que era comercial, en la puerta hasta que llegase, allí sentada lloviera o tronara. Recuerdo que cuando no salía algo me decía a mí misma tiene que salir, y no paraba hasta conseguirlo.
Aquí veo mucho miedo al cambio, a innovar, a probar, y la gente, lo sé por mi experiencia con el festival, quiere cambios
P. ¿Quiénes son tus ídolos en el piano?
R. Es difícil porque va por temporadas. Igual que la música que tocas o la que escuchas. Están todos esos jóvenes que hacen los concursos, el famoso Lang Lang, que no me gusta para nada… Así, a bote pronto, Sokolov, que es un gran pianista. Los rusos están muy relacionados con los españoles. Históricamente Richter, Arrau, Rubinstein, puedo decir que este era uno de mis preferidos. De los vivos Sokolov me mueve las entrañas, esa perfección es increíble.
P. ¿Y ninguna mujer?
R. Está Maria Joao Pires, que es muy buena. O dónde nos dejamos a Marta Argerich, que tiene un don de la naturaleza.
P. ¿Lo tienen, lo tenéis, más difícil vosotras, las mujeres pianistas que ellos?
R. El instrumento es gigante. El hombre, por naturaleza, tiene más fuerza y pueden sentirse aventajados en la técnica. Pero eso no tiene nada que ver, es un don de la naturaleza y quien lo tiene y lo siente, destaca. Pero físicamente destacan más los hombres. Y otra cosa por la que destacan ellos es que las mujeres somos más detallistas y a veces somos tan rebuscadas que llegan más a la gente los hombres por ser simples y directos. Tengo muchos amigos músicos y me gusta más estar con hombres, porque aprendo más de ellos, de esa simplicidad. Mis primeras experiencias en música de cámara fueron así, directas al grano. Me decían, no te enrolles. ¿Te he contado la historia de Viena?
P. No, sorpréndeme.
R. Es la del solista Mario Hossen. Fui a Viena en viaje de placer, sola, y me dieron el contacto de Mario Hossen, un violinista búlgaro que trabaja allí en Viena. Es estratosférico y muchos lo conocen porque tocó en la Mezquita y se quedaron boquiabiertos. Me habían dado su teléfono, lo llamé y quedamos para hablar. Le presenté el festival, de repente, me dice, yo tengo que tocar contigo (risas). Yo pensaba que era broma y que lo había dicho por decir. Seis meses después me llama, y yo ni le cojo el teléfono porque pensé que se había equivocado. Y me escribió un mensaje preguntando si tenía tal obra en repertorio. Le dije que sí y me dijo que la tocase con él en Roma junto a cuatro solistas de Viena, de la Orquesta Orpheus, que él dirige. Le dije, vamos palante. Es como si estás en segunda división y pasas a primera estratosférica.
Cuando llegué allí tenía una crisis de nervios que con dar las notas y el ritmo me conformaba. Él estaba dando la cara por mí sin conocerme. Cuando empecé a tocar con ellos, era música de cámara, sin darme cuenta pasé de un nivel a otro en cuestión de décimas de segundo. Ellos te tiran, y si tú tienes esa capacidad de reacción, que no lo sabes hasta que no estás ahí, no te lo puedes creer. Cuando estaba tocando vi la simplicidad de las cosas de la que antes te hablaba. Fue ensayo a las dos de la tarde y el concierto era a la seis. Llegamos a no entendernos y no sé qué hubiese pasado. Y hasta acabé corrigiéndolos. Eso cambió el chip de todo y amplió mi campo. Me transportó a otro nivel musical. Hay mucha gente que te habla de tu valía, yo soy muy humilde y no quiero alardear porque cuando sufres mucho para crear algo no tienes tiempo ni energía para lo otro. Los grandes artistas son los más humildes. Yo solo soy una persona normal que quiere hacerse un hueco en esta vida. Pero los grandes no tiene que demostrar que son buenos, ya lo harán cuando toquen. Y el virtuoso es el que toca de la forma más natural, que parece que es fácil, buscando siempre la autenticidad de lo que hace.
[tocar en la Mezquita] Fue una sensación placentera y envolvente porque escuchaba hasta la última respiración
P. ¿Evolucionarás algún día fuera del repertorio español?
R. Sí. Soy muy francesa, Debussy, Ravel, y muy rusa en la interpretación. Soy muy variable y depende del momento. Me identifica mucho la música española, pero no es la que me llena, soy más alemana y rusa también. Brahms es mucho de mi estilo, Rachmaninov, Scriabin es un músico que me viene muy bien, con mucho color y forma muy parte de mí. Italiana no tanto, fíjate y llevo diez años viviendo allí, pero soy más profunda. La unión de la música española y francesa de principio del siglo pasado también me identifica mucho. Soy muy rítmica, con mucha facilidad, por eso resalto en la música española. Tengo mucho repertorio pero este último año ha sido muy de sacar la música española al exterior y de darme a conocer. Otros años han sido de silencio, y he estado creciendo mucho. Ahora tengo un proyecto espectacular con otros repertorios. Pronto tocaré en el teatro Falla (Cádiz) un repertorio de música contemporánea, con Bartok, y Schumann, que lo tocaré en Viena.
P. Gracias a las nuevas tecnologías, hoy en día cualquiera puede tener en su bolsillo más de mil propuestas musicales diferentes para escuchar al instante. ¿Constituye esto un aspecto positivo o negativo para la música clásica?
R. Depende. Lo positivo es que lo tienes todo al alcance, pero eso te hace cómodo. Y disfrutar de un concierto es incomparable. Eso no es escuchar un disco. Las experiencias, energías y sensaciones son distintas, te las transmite el músico. Yo termino muerta de los conciertos, se te cansa el alma al transmitir un pensamiento musical muy fuerte. Muchas personas están en ti durante el concierto y tienes que sentir el silencio de cada persona, escucharlo desde tu concentración como músico. Es una experiencia humana y lo noto mucho cuando toco música de cámara, que es una simbiosis de pensamiento colectivo para crecer, proyectar y transmitir algo. ¿Has visto la película El Cuarteto? Lo refleja esto muy bien. Y si sales viva de un cuarteto puedes tener mil amigos.
P. ¿Volverás a vivir aquí?
R. Buf, lo veo muy difícil. Me gusta mucho Córdoba pero de salir tanto se me queda pequeña. Por eso tengo el festival aquí, porque es un modo de no dejar esto y crear algo aquí. Ahora mismo paso la mitad del año allí y la mitad aquí y es perfecto. En el futuro, no lo sé. Supongo que la vida me llevará a casarme, tener hijos, aunque la vida ahora no va por ese camino, pero bueno, siempre se espera. Es una respuesta muy difícil. Ahora mismo no es el momento de venirme aquí, para nada, porque se me están abriendo todas las puertas internacionales y no solo en Italia. Hay muchos países con muchas propuestas y es el momento de aprovecharlo. La pasión es tan grande que ha merecido la pena estos diez años de sacrificio.
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