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Mezquita
Una nueva hipótesis da un vuelco al litigio de la construcción de la Catedral en el corazón de la Mezquita

Interior de la Mezquita-Catedral de Córdoba.

Aristóteles Moreno

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La historia tradicional asegura que en 1523 el obispo de Córdoba, Alonso Manrique, toma la decisión de edificar un crucero de enormes proporciones en el eje de la gran Mezquita de Córdoba. Para ello, era necesario demoler las naves centrales del oratorio omeya, lo que acarrearía consecuencias nefastas para la concepción espacial de un formidable templo diseñado para el rezo islámico. Al día siguiente, el Concejo municipal ordena la paralización de las obras bajo amenaza de muerte para todos los operarios que trabajen en la destrucción del monumento andalusí. El obispo excomulga al Concejo local y desata un conflicto institucional sin precedentes, que resuelve el rey Carlos V en favor del prelado.

Hasta ahí el relato oficial. Ahora la arquitecta e investigadora estadounidense ha puesto en pie una nueva versión de la controvertida construcción de la Catedral católica que transformó para siempre la gran Mezquita de occidente. “Hasta hoy todo el mundo sostiene que Carlos V le dio al obispo Manrique la autorización para la edificación del crucero. Yo creo que no. La monarquía le pidió al obispo que cambiara el proyecto para que el crucero fuera más pequeño”, asegura Michele Lamprakos, una de las expertas más reputadas en arquitectura islámica, después de un profuso trabajo de investigación a lo largo de casi 10 años, cuyos resultados verán la luz en un libro monográfico en 2025.

También pone en duda la naturaleza del litigio que enfrentó al obispo con el corregidor Luis de la Cerda y el concejo municipal. “Para mí, lo más importante es que el resultado del conflicto entre el Cabildo y el Ayuntamiento no es concluyente. No conocemos realmente todos los detalles”. En su opinión, la documentación de los siglos XV y XVI es escasa y parte de ella se conoce desde principios del siglo XX. “Sabemos de estos documentos en los últimos 120 años y cuentan una parte de la historia, pero no la historia completa”.

La hipótesis de Lamprakos se sostiene sobre la reinterpretación de las fuentes disponibles y la elaboración de decenas de dibujos técnicos sobre el crucero en colaboración con uno de sus ayudantes, también arquitecto. “Mi colega y yo estamos poniendo en común dibujos de la estructura previa y de la actual, y a partir de ellos estamos construyendo otro relato de la edificación del crucero. Mi conclusión es que el crucero que vemos hoy es la construcción de algo que pasó por diferentes fases”.

La teoría de la arquitecta es que el rey jugó un papel más activo en defensa de la integridad de la Mezquita de Córdoba de lo que se creía hasta ahora, aunque su poder estaba condicionado por un complejo equilibrio de fuerzas eclesiásticas y nobiliarias. “El rey no tuvo otra opción” que permitir la demolición parcial de la Mezquita, aduce Lamprakos. Tras el conflicto de los comuneros, el monarca estaba en deuda con las familias nobiliarias, mientras que el obispo Alonso Manrique era amigo y partidario del propio Carlos V. “Había un conflicto de intereses y cada uno tenía su posición”, señala. Y el rey tuvo que desplegar también sus dotes políticas para complacer, en la medida de lo posible, a dos aliados enfrentados: la Iglesia cordobesa y el corregidor municipal, que oficialmente representaba en la ciudad los intereses monárquicos.

Hay que tener en cuenta que la demolición de las naves centrales de la Mezquita de Córdoba se inició en 1523, pero no fue hasta casi 90 años después cuando se concluyó definitivamente la Catedral que hoy atraviesa el monumento. Gran parte de esos años el edificio estuvo abierto en canal con las obras paralizadas. “El proyecto fue cambiando”, argumenta la experta estadounidense. “Y hubo un punto de inflexión porque había posturas a favor y en contra del templo islámico”, señala, en relación a presuntas discrepancias tanto en el seno del Cabildo eclesiástico como en las autoridades municipales y la propia Corona.

Los cambios arquitectónicos fundamentales se produjeron en el contexto del Concilio de Trento, que para la investigadora tuvo una influencia decisiva en la resolución técnica final del crucero. El Concilio de Trento, clausurado en 1563, representó una reacción conservadora a la reforma protestante que sacudió a la Europa del siglo XVI. “Los cambios se produjeron entonces y con la visita de Felipe II a Córdoba en 1570. El arquitecto Hernán Ruiz II modificó el proyecto de crucero con respecto al de su padre justo durante el Concilio de Trento”, precisa Lamprakos. La llegada del rey a Córdoba coincide con la revuelta morisca de las Alpujarras y fue entonces cuando se introdujeron rectificaciones en el “diseño”, en el “concepto” y también en el orden “teológico”.

Lamprakos sostiene que la versión oficial se ha empeñado durante décadas en poner sordina al conflicto de la construcción de la Catedral. “Desde tiempos muy recientes, a finales de los noventa, hay un esfuerzo por cambiar la historia”, declara. Por eso, la experta estadounidense ha preferido acudir directamente a los historiadores del XIX y principios del XX e ir más allá de las aportaciones de Manuel Nieto Cumplido. De hecho, el canónigo archivero ya fallecido ha ido moldeando su visión sobre la Mezquita de Córdoba con el paso de los años hasta abrazar las tesis más negacionistas del monumento andalusí.

Michele Lamprakos es de las escasísimas investigadoras que ha podido rastrear en los archivos del Vaticano parte de la documentación relacionada con la Mezquita Catedral de Córdoba. Hace apenas tres semanas pudo examinar dos cajas bajo el epígrafe de relaciones diocesanas que contienen informes de las ‘Visitas ad límina’, que los obispos debían rendir ante la Santa Sede, en virtud de las nuevas disposiciones del Concilio de Trento. En el material inspeccionado, tuvo acceso a un informe contable con todos los salarios de los canónigos cordobeses más los ingresos del Cabildo derivados de sus cuantiosas propiedades.

También revisó un documento de 1590 firmado por el vicario general de la Diócesis de Córdoba José de Alderete donde informaba, en nombre del obispo y del Cabildo eclesiástico, que el proyecto de la Catedral no estaba concluido, faltaban recursos económicos y existían graves problemas de destrucción y deterioro del edificio. El alto cargo eclesiástico, además, alertaba al Papa Sixto V de que la construcción del crucero había sido una “mala idea” porque destrozaba un edificio muy “famoso” y “bello”. Alderete pedía ayuda al Pontífice para culminar la obra. “No solamente había problemas financieros, sino estructurales”, confirma Lamprakos.

Ya en 1580, antes de la visita de Alderete a la Santa Sede, el Cabildo catedralicio se había presentado ante el rey para solicitar ayuda ante las arduas dificultades técnicas que afrontaba el proyecto. Hacia 1597, el obispo y los canónigos también contactaron en secreto con el arquitecto Diego de Praves para que los asesorara. El técnico esbozó algunos dibujos y se los entregó al arquitecto cordobés Juan de Ochoa para que afrontara la fase final de la construcción del crucero.

“Algunos aspectos de la historia del siglo XV y XVI sobre la Mezquita han sido oscurecidos”, asegura la arquitecta estadounidense. “Lo mismo ocurrió con el fallido proyecto de traslado de la Catedral en los años setenta. Cuando llegué a Córdoba a investigar en 2013 todo el mundo me decía que lo del traslado no había ocurrido. Hoy afortunadamente ya se conoce”, señala, en relación con el sorprendente intento de desmontar el crucero católico de la Mezquita para reimplantarlo en un solar del casco histórico. El proyecto fue elaborado en los últimos años del franquismo y contó con la aquiescencia del régimen, el entonces alcalde de Córdoba, importantes personalidades académicas de la ciudad e incluso algunos jerarcas de la Iglesia católica. Fue la Real Academia de Bellas Artes quien tumbó una iniciativa que hubiera vuelto a dar un giro inesperado a uno de los monumentos más enigmáticos del planeta.

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