Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Dos palabras para redimir al mundo (y avergonzarnos)

Palestinos esperan la distribución de comida en Ciudad de Gaza, el 25 de julio de 2025.

Aristóteles Moreno

0

Nuestro genocidio

B'Tselem ONG israelí

A una hora indeterminada del pasado lunes, seis ciudadanos israelíes, cuatro mujeres y dos hombres, se presentaron ante la prensa en Jerusalén. En la imagen distribuida por las agencias de noticias, sus rostros irradiaban gravedad. Sobre la larga mesa seis pequeños letreros acreditaban la identidad de cada uno de ellos. No es un detalle menor. Tomó la palabra Yuli Novak. Imaginamos que en medio de un silencio atronador.

En sus manos sostenía un informe de 88 páginas redactado en inglés. La portada del dosier incluía dos únicas palabras que atravesaban toda la superficie. Nuestro genocidio. En Israel, pronunciar la palabra genocidio es como meter la cabeza en el cráter de un volcán. Mucho más si va acompañada del adjetivo posesivo de primera persona plural. Es muy probable que alguno o varios de los seis individuos que tuvieron las agallas de sentarse en esa mesa sean descendientes de judíos que dejaron su vida en los hornos crematorios de Auschwitz.

Mediten sobre ese hecho. En la rueda de prensa, fueron desfilando, uno a uno, sustantivos prohibidos en el vocabulario de un país traumatizado por el Holocausto. Aniquilación. Destrucción intencionada. Deshumanización. Limpieza étnica. Apartheid. Un catálogo de horrores que los judíos siempre han metabolizado como víctimas. Nunca como verdugos. Y ahora seis de sus conciudadanos apuntaban a su propio país, refugio de los supervivientes de aquel crimen atroz, como ejecutor de otra operación de exterminio colectivo.

“Nada te prepara para darte cuenta de que formas parte de una sociedad que comete genocidio. Este es un momento profundamente doloroso para nosotros”, declaró visiblemente atribulada Yuli Novak, directora de la organización civil B’Tselem, fundada en 1989 para denunciar la sistemática violación de derechos humanos de los palestinos perpetrada por Israel. A lo largo de las 88 páginas, el texto desgrana estadísticas, testimonios personales y abundante documentación para acreditar que el “régimen genocida de Israel busca destruir intencionadamente a la sociedad palestina en Gaza”.

La denuncia no hace sino constatar las abrumadoras pruebas que certifican el inhumano castigo colectivo al que asistimos, día a día, desde el otro lado de nuestros televisores ante la complicidad vergonzante del mundo civilizado. Lo realmente conmovedor es escuchar la crudeza del exterminio de boca de ciudadanos israelíes y en territorio israelí. Una encuesta publicada recientemente por el diario Haaretz (otra voz decente en medio del desierto) señala que el 82% de los israelíes judíos apoyan la expulsión de los palestinos de Gaza. ¿Cuántos alemanes aplaudieron en los años treinta la deportación de los judíos? ¿Cuántos levantaron la voz?

El genocidio de Gaza no es un hecho aislado en el tiempo. Es el corolario de un largo proyecto de colonización y limpieza étnica de la población nativa. La mitad de ella ya ha sido arrancada de sus casas, de sus huertos y de sus aldeas. La otra mitad vive recluida en jaulas donde es tratada como animales. Así lo confirma el documento sin paños calientes ni circunloquios: “Desde la creación del Estado de Israel en 1948, el régimen de apartheid y ocupación ha institucionalizado y empleado sistemáticamente mecanismos de control violento, ingeniería demográfica, discriminación y fragmentación del colectivo palestino”.

El informe también está firmado por la asociación Médicos por los Derechos Humanos y constata el desmantelamiento deliberado y sistemático del sistema de salud de Gaza para hacer inviable la vida humana en su interior. Prácticamente todos los hospitales han sido destruidos y miles de sanitarios ejecutados sin piedad. Cuesta creer que un pueblo perseguido con saña en la historia perpetre fríamente crímenes de esta catadura moral.

Ahora déjenme que les cuente una cosa de B’Tselem. El nombre (בְּצֶלֶם en hebreo) significa literalmente “a imagen de” y evoca el versículo bíblico del Génesis 1:27, que dice textualmente: “Y creó Dios al ser humano a su imagen”. Hay muchas maneras de proclamar la igualdad de todos los seres humanos y su dignidad inalienable. La elegida por B’Tselem tiene, sin lugar a dudas, una fuerza simbólica arrolladora. Sobre todo en una comunidad donde es frecuente evocar el nombre de las sagradas escrituras para justificar lo que no tiene justificación.

B’Tselem nos recuerda que el silencio nunca es una opción cuando la dignidad humana está en juego. Sus valientes palabras resuenan en Jerusalén. También en Europa. Aquel proyecto ético hoy herido de muerte que una vez dijo nunca más.

Sobre este blog

Etiquetas
stats