Lo que nunca arde
Córdoba cristiana y no musulmana
A la misma hora en que el viernes pasado la Mezquita de Córdoba se consumía devorada por las llamas, Canal Sur retransmitía en directo una soberbia corrida de toros desde la españolísima plaza de Marbella. El coso había colgado el cartel de no hay billetes y Morante de la Puebla firmó una tarde magistral con dos faenas de entrega absoluta. Mientras el fuego reducía a cenizas las techumbres milenarias de Almanzor, la ganadería de Garcigrande nos regaló por televisión un reguero de nobleza torera.
Canal Sur cumplió escrupulosamente con lo que esperamos de ella. Allí donde habita el espíritu inmortal de España, allí deben de girar las cámaras de la televisión andaluza. Y España, queridos contribuyentes, palpitaba aquella tarde en el albero marbellí de nuestras tradiciones. La Mezquita, al fin y al cabo, no deja de ser un injerto accidental de una civilización extraña felizmente arrancada de nuestro solar patrio.
Solo había que escuchar la jauría incesante de españoles (muy españoles) que aplaudían en las redes el incendio voraz del oratorio omeya. Muerte a los moros. Viva Cristo Rey y las Cruzadas. Córdoba cristiana y no musulmana. Tanto fue el ruido ensordecedor de españoles (muy españoles) que hasta tuvo que intervenir nada menos que don Arturo Pérez Reverte para poner orden. O sea.
No es el primer fuego, material o figurado, que amenaza la integridad de la Mezquita de Córdoba. Hace diez años, sin ir más lejos, otra hoguera españolísima quiso calcinar su nombre y esparcir las pavesas de sus atributos andalusíes detrás de los aditamentos barrocos que han ido desfigurando el edificio a través de los siglos. Ustedes no se lo van a creer, pero, de pronto, desapareció la Mezquita como por arte de magia ante nuestras propias narices. ¿Mezquita? ¿Qué Mezquita?, nos dijeron los canónigos y sus correligionarios.
A veces, los incendios simbólicos son más devastadores que las llamaradas provocadas por una simple barredora eléctrica. Pero no siempre. Entre el fragor de las redes, Julián Macías hizo antes de ayer un pequeño ejercicio estadístico. En 24 horas, el conjunto monumental fue denominado 78.000 veces como Mezquita. Y 12.000 como Catedral. Usted dirá: es solo el nombre. Sí, solo el nombre. Y nada menos que el nombre. Que ha logrado resistir diez años a un incendio atroz, intencionado y furibundo como el intento diario de algunos de laminar a media España del solar patrio.
0