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La vida bajo techo (IX): Antonio Gant y su historia inédita

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Marta Jiménez

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“Mientras dure la vida, sigamos con el cuento”, animaba la escritora Carmen Martín Gaite. Seguimos recibiendo historias ciudadanas -en formatos diversos- sobre esta crisis desde distintos puntos de Córdoba y del exterior. Éste canal se convierte en un lugar para que los lectores y lectoras relaten sus experiencias en estos días difíciles. Un espacio de denuncia, desahogo, ayuda e inspiración para los demás. Puedes escribirnos aquí.

José María Báez, desde el Casco Histórico

Nota previa: El artista José María Báez ha escrito un bloque de quince historias, una por día, que ha ido enviando por correo electrónico a un grupo de amigos durante las últimas dos semanas, “para aliviar las horas del confinamiento, para entretenerlos y tener la oportunidad de estar en contacto. Porque lo mejor no eran las historias que yo he enviado, sino las contestaciones y réplicas”.

Reproducimos la enviada el 16 de marzo, que lleva por título, o asunto en el mensaje: Una historia inédita.

Ayer, leyendo el estupendo trabajo reciente de Paco Daroca sobre Rafael de La-Hoz, me encontré con el nombre de Fidel Muñoz, aparejador que colaboró en el estudio de La-Hoz padre, y que La-Hoz hijo heredó (aunque aún no se había titulado a la muerte de aquel). Fidel Muñoz Sánchez fue empleado del Colegio de Arquitectos desde su creación en Córdoba en 1932. Se encargaba de la supervisión de los proyectos (antes de proceder al visado) y demás asuntos de secretaría. Solterón, era un hombre muy simpático y generoso, aunque bastante desordenado. El día de su santo (san Fidel de Sigmaringen) aparecía por la oficina con un paquetón de Los Sánchez lleno de cosas ricas, y nos invitaba a todos. Éramos sólo cuatro empleados cuando entré a trabajar en el COA en 1967. Frente al carácter distendido de D. Fidel destacaba la adustez del cajero Antonio Gant (cuñado suyo), al que era difícil verlo sonreír. Pero un día logré que el Sr. Gant (como lo llamaba incluso su cuñado) me contara su historia y comprendí su actitud.

Gant entró a trabajar de joven como aprendiz en una imprenta, así que sus amigos más íntimos pertenecían al ámbito de la tipografía. Este segmento laboral estuvo durante la República muy vinculado al PSOE, y por eso abundaban las cooperativas tipográficas con esperanzadores nombres como La Verdad, La Solidaridad...

A partir del 18 de julio de 1936, tanto Gant como sus amigos empezaron a comprobar que el círculo íntimo iba reduciéndose, a causa de las paulatinas detenciones, así que tomaron la decisión de pasar a la zona republicana. Como conocían perfectamente todas las rutas de la sierra, un domingo y con sus mejores galas, se pusieron en camino de Cerro Muriano. A la altura de la Carrera del Caballo les salió al paso un control de la Falange que los paró de inmediato, pero ellos declararon que estaban dando un paseo después de oír Misa, y sus botones monárquicos en la solapa les avalaron.

Cuando los del frente republicano los vieron llegar, endomingados y con aspecto de meapilas, despertaron de inmediato sus recelos y los detuvieron, pero Matías Camacho, que conocía a la mayoría de ellos, logró que los dejaran libres. Gant se integró en el ejército y, tras superar su periodo de instrucción, aprovechó la primera convocatoria de formación de cuadros (de los que la República carecía) para apuntarse. Obtuvo su calificación como teniente y fue destinado a la zona y frente de Valencia, donde permaneció durante gran parte de la guerra. Herido de gravedad en la batalla del Ebro, en noviembre de 1938 fue trasladado a un hospital de Barcelona para su recuperación.

El 26 de enero de 1939 un médico de ese hospital le informó que las tropas franquistas habían tomado Barcelona. El médico le dijo que conocía (ya que fue él quien lo atendió cuando ingresó en el hospital) su condición de teniente, por lo que había decidido eliminar esa información en su ficha, y consignar que era soldado raso (puesto que la condición de oficial suponía pena de muerte). Gant le agradeció el gesto, pero desechó la sugerencia: él era teniente del ejército republicano por su libre elección y, por tanto, asumía todas las consecuencias que se derivasen de ello.

Días después, y antes de su recuperación definitiva, fue trasladado a Córdoba por una pareja de la Guardia Civil. Lo internaron en el Alcázar de los Reyes Cristianos y quedó a la espera de que, cualquier noche, su nombre sonara en la lista de condenados a muerte y lo situaran frente al pelón de fusilamiento.

Pero ocurrió que su familia tenía noticias de su presencia en la ciudad (coincidió en un autobús en el que lo montaron al llegar a Córdoba con el policía, y autor de numerosos carteles de Feria y Semana Santa, Ricardo Anaya). Un hermano músico de Gant (que luego fue colaborador de la Asociación La Sagrada Familia) tenía un amigo que trabajaba en el Gobierno Civil (entonces en la confluencia de Gran Capitán y Ronda de los Tejares). En una visita vio como el amigo volvía de un despacho con una lista, que debía pasar a limpio antes de la firma del Gobernador. Contenía el nombre de los indultados que saldrían libres del Alcázar ese día.

¿Porqué no incluyes el nombre de mi hermano en la lista? Cuando lo detecten podrás decir que ha sido un error y para ti no habrá consecuencias. En cambio para mi hermano, que lo tiene todo perdido, supondrá poder disfrutar de unos breves momentos de libertad para despedirse de mi madre.

Por extraño que parezca, así lo hizo. Gant salió libre y el error no fue detectado. A partir de entonces vivió con suma discreción. Como un “tapado” activo, pero Incluso llegó a sobrevivir a Franco y percibir su pensión como antiguo oficial del ejército republicano.

¡Azares de la vida!

Guillermo, desde el casco histórico

Haiku 4

Es muy sencillo:

somos lo que apreciamos.

Viva el abrazo

Juan Clemente, desde San Andrés

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