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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

El oro

Ana Fernández

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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

El oro que es nuestra democracia, la española y todas las democracias, tiene que ganar quilates, nunca perderlos. La democracia, sí, vosotros, líderes inteligentísimxs del mundo, constituye la mayor riqueza de la ciudadanía, de nosotrxs, el we the people de cada terruño.

La materia de las joyas tartésicas y mesoamericanas, el deslumbrante metal cuyo mítico y mexica origen era la sudoración de un dios tamizada por el sol, la maldición de Midas, el incorruptible fin de la alquimia, la causa de la fiebre más estúpida o acaso más justificada, el amarillo más codiciado, nada es, nada, si se compara con el hecho de vivir en una saludable y robusta democracia.

Lingotes de democracia no se guardan en las cámaras acorazadas de los bancos nacionales; pero se debería. Mírese que tras padecer la humanidad el nazismo y otros regímenes totalitarios, la mejor forma de gobierno, es decir el gobierno del pueblo, democracia a secas (a mí eso de la democracia liberal no me suena bien), ha de tenerse como el bien más vital y ser objeto de protección y continua mejora y de eficaces medidas que la defiendan.