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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

La playa

Colecciones playeras de NARS y KIKO

Ana Fernández

6 de junio de 2025 20:26 h

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Estoy en la playa: un limbo de olas y de arena; sin conexión a los 5G del apocalipsis.

Recostada en una tumbona, abrazo un libro. Es una revolución particular. Me rebelo. Hago retiro de la mundanal manipulación.

Luego me enviaré a mí misma a una siesta playera.

Fiesta por acá no se ve. Aún no. Llega de lejos una música: Niño de Elche, Gata Cattana, Morente, Lole y Manuel podrían ser.

Ya me embadurné correctamente de protector solar. Miro en el neceser y ahí está el aceite labial de NARS, su tapón rayado como las lonas de las casetas de playa de Biarritz, ampulosas, en pie, sobre un oro pajizo y suave atestado de gente.

Deja de imaginar, me digo. Échate un poco de potingue, que hidrata y dará un brillo bonito.

Hago como que no hago.

Un no-lugar: quizás la playa en general.

Un superlugar: Normandía.

Hago como que no pienso, no siento, no digo, no estoy, no soy.

Sigo en la playa, en las trincheras de la inconsciencia (verdadera o fingida), aislada, embebida en mis cosas.

Hago como que no he pensado que la palabra del día en el DLE bien podría ser audio (tantas grabaciones hay, que alguien sobrado alegará que las más escandalosas han podido ser generadas por IA y que llevará el caso a Iker Jiménez), o coño, muy repetida por el expresidente Rajoy en su declaración en una comisión de investigación del Congreso, o explotar, declinado con desesperación por una trabajadora en paro del sector hogar-cuidados que duerme en el aeropuerto de Barajas, o asesino/a, munición de una presidenta contra una ministra: una (presunta) vergüenza hacerse la (presunta) víctima con 7.291 personas fallecidas en las residencias de mayores de la Comunidad de Madrid durante la pandemia, o largo/a, repárese en Esperanza Aguirre escamoteando el golpe de Franco y otros sublevados contra un gobierno legítimo y la Guerra Civil y la represión franquista, para decir, usando la locución adverbial “a la larga”, que finalmente la dictadura “fue mejor” que la Segunda República, o aguantar, incómodo verbo, por las molestias tantas veces insoportables de actividades económicas que invaden, degradan y exprimen el espacio público o natural, lo que ocurre en un hotel de fiestas en Ibiza, amparado en una ley que lo permite, o amor, me quedo con esta poderosa palabra que preside la revista de junio de eldiario.es.

Aquí sigo sin echar la siesta. Me vienen noticias, ideas, cavilaciones, silencios que debían haberse llenado. Uno. Imagino que toda Córdoba ha resuelto que, ya, y entre todo el mundo, hay que dotar de víveres el comedor social de los Trinitarios. Esos estantes vacíos duelen. Dos. La PAU la están poniendo muy difícil. Moraleja: “Huyamos de la PAU, vámonos a estudiar FP”, pero principalmente donde más oferta y más diversidad hay, en lo privado. No es ni mala ni buena, puede que tampoco cierta, la moraleja. Pero hay cuidar las universidades públicas, la ciencia, la investigación, la libertad de cátedra. Tres. La feria vuelve a dejarnos criaturas en la ciudad. Este año unas macetas gigantes de plástico. Da penilla criticarlas porque son símbolo de nuestros patios. ¡Ay! Aunque me chocan. No sé. Ocurrirá como con las letras de Córdoba en la Calahorra. No te quejes tanto, me digo.

Al rato supongo que me dormí. Soñé con una pandilla infantil, rubia en su mayoría, un poco malasombra, pegona, mandona. Jugaban a hacer tartas. El líder dijo que los trozos más grandes, como siempre, eran para la pandi; pero que ya estaba bien de hacer tartas cada vez más enormes, que, bien pensado, daban mucho trabajo, que lo guay era achicar el pastel, quedárselo casi todo y dejar a otros grupos enemigos solamente unos trocitos, las migas. Podrían ser Trump, Milei y compañía, trasmutados en pibes, reduciendo la tarta global, fiándolo todo al disparate. Esa tarta achicada, esa jibarización y expolios de los estados, ese querer debilitar lo público por inanición (recortes de impuestos, caída de los servicios), ese veneno de dividir a las personas empobrecidas enfrentándolas, esa explotación inmoral de las heridas emocionales del ser humano, todo eso conduce a que no todo el mundo quepa en este mundo, ni deba tener trozo de pastel, ni casa, ni cama donde descansar. Menos mal que en el sueño llegaba una multitud de chavalería riéndose, pisando las tartas, lanzando cubos de agua, y disolvió a los pequeños tiranos.

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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