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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

Aeropuertos a otro mundo

Aeropuertos a un nuevo destino

Ana Fernández

23 de mayo de 2025 19:57 h

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El aeropuerto de la capital del estado español, un aeropuerto principal de la Unión Europea, el Adolfo Suárez Madrid-Barajas, acoge a un número desconocido, aún no censado ni entrevistado en profundidad, de personas sin hogar. Personas de distinta procedencia y situación que pernoctan en la gigantesca y acondicionada instalación aeroportuaria por culpa de un arrebatado o vergonzosamente fallido ejercicio de derechos fundamentales: a la vivienda, a condiciones de vida dignas, a un empleo limpio de precariedad y pobreza o a la atención tenaz a problemas de salud mental o adicciones.

Tanta gente habita este aeropuerto -también otros como los de Barcelona o Málaga- que ha resultado imposible no verlo, no percibir que es una aldea de exclusión colindante a las tiendas de lujo, las salas VIP y ese invento de las compras libres de impuestos, así como una sombra de miseria a la que se atribuyen casos de inseguridad, focos de chinches -que sufrirá primero el pobre-, dificultades y malos tragos para quienes desde su puesto de trabajo en Barajas conviven con este doloroso problema.

Nada ocurre porque sí. La irracionalidad de que las personas tengan que vivir deambulando en el Madrid de la libertad, dormir en lugares públicos que no son domicilios, ni hogares, ni apartamentos ni viviendas tuteladas, etc., tiene su por qué, causas tan lógicas como la ley de la gravedad. Hay trumposos de la mecánica social que dicen que la vulneración de los derechos humanos ni se crea ni se destruye, que solamente la desprecian o la ocultan; pero es imposible, claro, tanto ocultar, tanto hacer olvidar, tanto manipular.

Parece que, por desgracia, el dinero público y el poderío del Estado llegan donde llegan y no osan contravenir los mandamientos del capitalismo más ortodoxo dilapidando euros en cuidar y reparar y empoderar a seres desposeídos -vaya a ser que se hunda la economía y muera la humanidad entera-, de modo que se especializan en generar progreso mayormente para quienes caminan sobre una bola dinero cada vez más gigante y más peligrosa, más absurda y más desbocada. Bolas de dinero que lo mismo hacen despegar cohetes que son un despropósito para la capa de ozono que pagan despedidas de soltero en los garitos más exclusivos de la Villa y Corte.

Volviendo a Barajas. AENA ha empezado a tomar medidas o a tomar más y ahora publicitadas medidas. Y al Ayuntamiento de Madrid parece que le ha entrado una pizca de vergüenza torera. Lo último que leí fue que han empezado a controlar la entrada y que sin tarjeta de embarque no se pasa a la catedral de la T4, con sus cielos de aviones ajenos a destinos imposibles para durmientes de mochila y manta.

El primer efecto, para algunas personas sin hogar, es que se pierden un bocadillo gratis que les dan en el centro porque tienen que llegar al aeropuerto antes de que comiencen los controles. Muy habitual: tomar medidas porque hay que tomarlas y fastidiar al semejante en semejante pozo vital.

Lugares como los aeropuertos funcionan como un colector. Toda problemática sin resolver, toda cicatería inversora en parques públicos de vivienda a la medida de distintos perfiles y necesidades, más cualquier clase y grado de desinterés por acciones a favor del ser humano, desembocan allí. 

Y me pregunto, ahora que tanto se puede saber… ¿Existen y se encargan estudios que reflejen qué se hace exactamente para garantizar el bienestar de las personas, de sus familias y descendientes, y con qué recursos? ¿Qué funciona mejor, cuánta inversión es precisa para construir oportunidades desde bases sólidas, para que no se quede la cosa en hacer algo para salvar el atolladero de malas noticias en los medios y de llamadas al redoble de conciencia por parte de instituciones como el Defensor del Pueblo?

La situación de Barajas es síntoma de un cúmulo de enfermedades de las sociedades, patologías que no se toman en consideración, que a lo mejor no se diagnostican correctamente, tampoco se les pone tratamiento.

La UE tiene que impulsar un proyecto estratégico de inclusión y promoción social, con medidas obligatorias, dotación presupuestaria y líneas de actuación para todos los territorios de la Unión. Todas las capitales, grandes ciudades, ciudades medias, municipios, han de disponer de recursos solventes, suficientes y sostenibles en materia de inclusión y vivienda, respuesta al sinhogarismo, precariedad juvenil y pobreza infantil.

Si en todas partes existe esta red inclusiva, ya nadie enarbolará eso tan feo de “cómo vamos a facilitar albergues estables, apartamentos asequibles y empleos sociales a las personas en riesgo de exclusión, se producirá un efecto llamada, nadie aceptaría un empleo malo y muy mal pagado (lo cual agradecen las empresas de excelencia y las que ofertan bien) y además -prosiguen- los lugares solidarios colapsarían por la presión de la demanda.

He recibido una iluminación democrática en la T4: ¿Cómo vamos a cambiar los aeropuertos sin cambiar el mundo? Se impone un nuevo paradigma.

No vale asustarse. Ni postergar este otro mundo posible que ya dibujó la cumbre de Porto Alegre (Brasil). Hay necesidad. Hay convicción. Hay una deuda con la humanidad, se pongan como se pongan las oligarquías que sacan tajada de todo y el piloto presidente desacomplejado de EE.UU., que, entre otras cosas, juega a hacer subir y bajar las bolsas con el consiguiente pánico del pasaje económico universal.

El siglo XXI tiene que ser el de nuestro global, esperanzado e incansable cultivo de la dignidad, la solidaridad y la amistad humanas. Es cuestión de darnos la mano.

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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