Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
El oro
El oro que es nuestra democracia, la española y todas las democracias, tiene que ganar quilates, nunca perderlos. La democracia, sí, vosotros, líderes inteligentísimxs del mundo, constituye la mayor riqueza de la ciudadanía, de nosotrxs, el we the people de cada terruño.
La materia de las joyas tartésicas y mesoamericanas, el deslumbrante metal cuyo mítico y mexica origen era la sudoración de un dios tamizada por el sol, la maldición de Midas, el incorruptible fin de la alquimia, la causa de la fiebre más estúpida o acaso más justificada, el amarillo más codiciado, nada es, nada, si se compara con el hecho de vivir en una saludable y robusta democracia.
Lingotes de democracia no se guardan en las cámaras acorazadas de los bancos nacionales; pero se debería. Mírese que tras padecer la humanidad el nazismo y otros regímenes totalitarios, la mejor forma de gobierno, es decir el gobierno del pueblo, democracia a secas (a mí eso de la democracia liberal no me suena bien), ha de tenerse como el bien más vital y ser objeto de protección y continua mejora y de eficaces medidas que la defiendan.
¿De cuáles amenazas? De las guerras, del terrorismo, de la explotación de unas personas por otras, de unos pueblos por otros, de la desigualdad sin frenos, de la corrupción, de la adulteración y el debilitamiento, de la desafección ciudadana, de las mentiras, de la opacidad, de los delitos de odio, de la desmemoria democrática, de la manipulación de las emociones, de la trivialización, del derrotismo, del silencio y los brazos caídos ante el matonismo rampante, del destructivo y complejo mecanismo de la desinformación.
¿Cómo pierde calidad nuestro oro democrático?
Quienes empezaron el cerco a la democracia (esta gente que allana el camino a bloques de autoritarismo en el mundo del siglo XXI) tienen aviones privados, sanidad exclusiva y mansiones en lugares óptimos por si llega el infierno climático. Dirán que el pueblo es carne de populismos, que si en Estados Unidos, por ejemplo, se vota a personajes retrógrados y peligrosos para la democracia, eso se ha querido, y se lavan las manos.
Pero es obvio que el cerco se inició descuidando a la base de la democracia: la ciudadanía. Hay sensación de que el ascensor social no funciona como debiera, de que mucha gente es más pobre que sus progenitores. Hay fuerzas que se empeñan en hacer ver a la clase media laminada que la culpa de los derechos incumplidos en vivienda, educación, salud, la tienen chivos expiatorios y no las condiciones generadas a favor de un capitalismo global de gigantes. Se oculta que al poder del dinero ya se le dio entrada a las torres de la riqueza de los estados y que desde ahí es más fácil impulsar gobiernos amigos. Hay, en fin, quienes desde redes sociales y otros resortes, están alimentando lo peor o lo no tan bueno del ser humano para envilecer el corazón de la democracia, la gente. (Y solo como apunte: si se cuidara como es debido la educación y el pensamiento crítico, la ciudadanía tendría puesta su vacuna contra la desinformación y no se vería a los poderes públicos tan abrumados diciendo que bracean impotentes en océanos de bits tóxicos).
Sin embargo, la gente, ese nosotrxs el pueblo, tiene oro en sus razonamientos y proyectos, en sus manos trabajadoras y en sus ilusiones inmarchitables. Tiene oro, pepitas y grandes fragmentos de oro, en su corazón; sobre todo, en el corazón que pone pie a legiones de personas voluntarias todas las veces que desgraciadamente ha hecho falta.
Caigo en un fundido en negro por las víctimas de la DANA. Tenemos que recordarlas siempre, con letras de oro escritos sus nombres. Y depurar responsabilidades y aprender las lecciones para que no se repita. Esto último, todo escrito en papel oficial, ese que nunca debiera ser papel inútil, mentiroso o estéril.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
Sobre este blog
Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
0