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Manuel Carrasco, el jefe de la tribu que convirtió El Arenal en un santuario emocional

Manuel Carrasco, en el concierto

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Bajo una intensa luna llena, anoche, el recinto de El Arenal no fue solo escenario de un concierto: se convirtió en territorio sagrado de una tribu entregada a su jefe. Manuel Carrasco, chamán de emociones, líder emocional de su Pueblo salvaje, alzó la voz y Córdoba respondió con el alma.

Mientras el público se acomodaba en el recinto del festival Córdoba Live, Como el agua de Camarón sonaba de fondo. Una declaración de principios, una forma sutil de reivindicar el origen: el sur, la raíz, lo verdadero. Porque Carrasco no solo canta: construye rituales. A través de su música y su forma de estar en el escenario, conecta con lo esencial. Así lo hizo durante las dos horas y media en las que volvió a dejar patente la apoteosis que supone cada uno de sus conciertos.

El espectáculo arrancó con una potente introducción visual que dio pasó a El grito de un niño. Entre imágenes de flores y árboles germinando, cinco intensas llamaradas anunciaron su llegada al escenario, convirtiendo a este en una especie de hoguera. Como si la tierra temblara. Como si su tribu lo invocara.

Manuel Carrasco, en el concierto

No tardó en hablar a su gente. Al término de la cuarta canción, Corazón y flecha, el artista onubense -el único en agotar entradas en Córdoba Live- agradeció a Córdoba el cariño y el respaldo que ha tenido desde que saliera de la Academia de Operación Triunfo en 2002. Desde entonces, recordó, ha visitado la capital en varias ocasiones. Precisamente este año se han cumplido 13 años desde que actuara por primera vez en Córdoba. Lo hizo en el palacio de deportes de Vista Alegre. El crecimiento de su carrera le llevó a estar en 2014 en el Gran Teatro. Las entradas volaron, así que programó otro para este mismo año en La Axerquía. En 2019 regresaría a la capital cordobesa para un nuevo doblete con La cruz del mapa, esta vez, en la plaza de toros. Otro éxito más en el bolsillo que se vería revalidado en 2023, con otro sold out, también en el Coso de los Califas.

En Córdoba Live ha agotado entradas a tan solo dos meses del concierto. ¿Dónde está el techo de Manuel Carrasco en esta ciudad? ¿Quizás a tan solo unos metros de donde anoche cantó? Y disparó. “Ya solo nos queda tocar en el estadio”. El alcalde de Córdoba, José María Bellido, estaba en el palco vip, repleto en esta ocasión. El guante ya está echado, a ver quién lo coge.

Hubo pocos momentos para el descanso porque Manuel Carrasco es un torbellino en el escenario que ha sido capaz de envolver a generaciones muy diversas. Como jefe de esa tribu emocional, fue guiando a sus seguidores por el amor, el dolor, la alegría y la esperanza. Las versiones más flamencas llegaron con Uno por uno y Salitre, que convirtieron la hoguera de Carrasco en un tablao emocional, gracias al acompañamiento de buena parte de su banda.

Manuel Carrasco, en el concierto

Uno de los momentos más especiales fue la aparición de la cordobesa Vega. Ambos, andaluces, coincidieron en Operación Triunfo y sobre el escenario convirtieron No dejes de soñar en un alegato a los sueños y a la amistad. Nada hacía presagiar lo que vino después: la llegada del Coro Gospel Córdoba para cantar el tema Que nadie. Fruto del trabajo y del azar, esta agrupación musical compartió en redes sociales una versión de Tengo el poder, otro buque insignia de este último disco. El cantante alucinó, difundió el vídeo y eta interpretación empezó a propagarse como la pólvora.

Mientras que el coro gospel dejaba alucinado al público -que se mecía también gracias a la brisa que corría, por suerte-, Carrasco aprovechó para cambiar de vestuario y volver al escenario, guitarra en mano, para hacer un homenaje a su séptimo disco, Bailar el vinto. Para ello recordó canciones como Pequeña sonrisa sonora, Ya no, Tambores de guerra y Amor planetario; temas que fue intercalando con Fue, El Museo del Prado, de este último álbum, y el que le dedicó a Córdoba allá por el 2017.

Concierto de Manuel Carrasco en Córdoba Live

La interacción con el público es una constante en los conciertos del artista. Tal vez sea esta otra clave de su éxito. Bajó al foso con una cámara y junto al público cantó Yo quiero vivir, capturando la energía de su tribu. La fiesta siguió con Hasta por la mañana y un momento íntimo al piano con Mujer de las mil batallas, una dedicatoria sentida a los enfermos de cáncer bajo una gran luna llena.

Ya pasada la medianoche, el fin de fiesta se acercaba. Sensual y liberadora, Prohibida fue la chispa que transformó Córdoba Live en una pista de baile a ritmo de salsa. Empoderada y vibrante, Reina del baile iluminó el escenario con su mensaje de autonomía y libertad. Y con una bandera negra con la letra griega Phi sobreimpresa, logo de esta gira y que representa la unión de dos partes opuestas que se complementan dentro de un círculo, las más de 13.000 almas cantaron al unísono Tengo el poder. Fue mucho más que un final. Fue un manifiesto. De ser. De sentir.

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