“Esto me ha cambiado la vida”: encontrar un futuro laboral desde uno de los barrios más pobres de España
El esfuerzo requiere recompensa, y muchas veces simplemente por dónde vives o quién eres hace que una puerta no se abra, pese a que lo has intentado con el mismo esfuerzo -o más- que el resto. Sin embargo, hay asociaciones y personas en concreto que han logrado que la igualdad de oportunidades esté más cerca en el presente. Y es que en octubre de 2024, el histórico colegio Duque de Rivas de Las Palmeras volvió a abrir sus puertas. No como centro educativo típico, sino que como un lugar donde volver a empezar. Este edificio se ha convertido en un Centro de Inserción Sociolaboral, que acoge desde entonces a entidades sin ánimo de lucro dedicadas a un objetivo claro: formar a personas desempleadas o en riesgo de exclusión para que encuentren su sitio en el mercado laboral.
Es por ello que durante el pasado mes de enero comenzó la actividad. Gracias a una inversión cercana al medio millón de euros, el Ayuntamiento de Córdoba adjudicó a Red XXI la gestión del centro -además de Estrella Azahara, CIC Batá y otras entidades-. En una barriada que sufre la tasa de mayor fracaso escolar de Europa. Ahora sin su colegio de referencia, pero con oportunidades nunca antes vistas. Este 2025, el centro ha sido testigo de las primeras clases, procesos de selección y, sobre todo, historias que hablan de superación. Tres de esas personas, las de Loli, José Javier y Juan, han atendido a Cordópolis y han mostrado que, con apoyo, formación y compromiso, cambiar el rumbo es posible. Dos de ellos ya han conseguido trabajo. La tercera ha optado por seguir formándose. Pero los tres han dado un paso adelante.
Loli Fernández, una familia y la vuelta a los estudios después de 40 años
Loli Fernández tiene 49 años, seis hijos y dos nietos. Su vida podría estar encarrilada, pero no. Quiere volver al mercado laboral y sabe que es una oportunidad única para demostrar lo que vale. Por tanto, su determinación le guía a seguir estudiando, sin conformarse con lo que ya sabe, sino con lo que podrá saber en un futuro. “Llevo desde enero y sigo allí. Estoy sacándome el grado de sociosanitarias. Llevo ya medio año”, ha contado a este periódico. Y es que Loli lleva sin tocar un libro desde que se salió del colegio: a los nueve años. Por tanto, eso es un grado de dificultad notable a la hora de ponerse a estudiar. “Se te olvidan muchísimas cosas”, ha reconocido. Pero eso no le detiene, ni mucho menos. “Le he echado muchas horas”, ha afirmado siempre con una sonrisa en la cara.
Por otro lado, hizo las prácticas y su buen hacer le abrió la puerta de un contrato temporal para cubrir una baja. “Yo no me siento aún preparada”, ha apuntado mientras explicaba por qué rechazó esta oportunidad. Prefiere acabar su formación porque “no es fácil cuidar a gente”, por lo que no quiere dar pasos en falso. Su objetivo: completar los tres módulos que contiene el curso de sociosanitarias. Un ejemplo que ha calado en su casa. Sus hijas pequeñas, las únicas que siguen sin independizarse al tener 14 y 17 años, la ven estudiar y se han animado. “Ahora he conseguido salir del barrio y he podido guiar a mis hijas a que estudien”.
José Javier López, la exigencia de sacar una casa hacia adelante
Y es que, conforme vas cumpliendo años, las obligaciones van en aumento, sobre todo si tienes una familia a tu cargo. La importancia de conseguir un sueldo a final de mes es crucial y no tenerlo a veces hace que pidas ayuda a todo el mundo. Sin embargo, y a sus 38 años, la vida de José Javier López ha vuelto a empezar. Y es que este joven del Sector Sur perdió su negocio y a partir de ahí las oportunidades laborales desaparecieron desde octubre. Sin embargo, encontró en el Duque de Rivas una vía de salida. A día de hoy, trabaja como auxiliar de montajes eléctricos en la empresa Elebobisa. “Llevo un mes y medio y estoy muy cómodo”.
A pesar de que su formación en electricidad que ya tenía le ayudase a reincorporarse rápido, José Javier ha destacado el papel del profesorado, calificándolos como “muy cualificados”, pero, sobre todo, subrayando el trabajo de Laura, “la directora” que coordinaba los cursos desde CIC Batá, tal y como él la llamaba. “Se preocupaba mucho de mover el currículum y hacía un seguimiento genial”. Gracias a esa implicación y a su trabajo, su vida ha dado un giro. “Antes le pedía dinero a mis padres, ahora ha cambiado la cosa radical. Tenía que sacar la casa para adelante y ahora lo estoy haciendo”, ha declarado a este periódico.
Juan Gómez, la juventud en busca de estabilidad
Y es que en el Centro de Inserción Sociolaboral Duque de Rivas han cursado personas de todo tipo de edad, incluso más jóvenes de lo habitual, como es el caso de Juan Gómez, que tenía 27 años cuando comenzó el curso. Él tenía un problema muy recurrente: la inestabilidad laboral. Llegó a Las Palmeras en busca de una solución. “Me costaba encontrar algo que diera seguridad y unas horas fijas”. Ahora trabaja como reponedor nocturno en el supermercado MAS de Ronda de los Tejares. Un empleo que ha conseguido tras un proceso rápido, pero exigente: preselección, selección y tres meses de formación.
Un camino que no ha sido fácil. El joven residía en el centro de la capital cordobesa y ahora está en Las Manzanas en el Guadalquivir. Por tanto, acudía al Duque de Rivas en busca de una solución y no solo la encontró, sino que obtuvo un apoyo inmenso. “Don Bosco me ayudó mucho, tanto en lo académico como en lo personal”, ha destacado. También menciona con cariño a Elena, Almudena y Javi, del área de empleo. “Hicieron un seguimiento intenso desde el principio”. Para él, esta experiencia no se resume en tener un sueldo, “es sentirse uno realizado”. Además, valora el ambiente del curso, con personas de todas las edades, que enriquecieron la experiencia. Y así se muestra que, teniendo una oportunidad, hay personas que pueden dar un paso adelante en sus vidas. La reinserción laboral desde Las Palmeras.
0