La vida va en serio desde la primera milésima de segundo, esa del nacer y su parafernalia. Y creo, con permiso de Jaime Gil de Biedma, que hasta la gente jovencísima es consciente de lo que se juega a cada paso, de lo que quiere, de lo que se le concede o se le quita, a pesar de estos tiempos líquidos de velocidades cuánticas.
Andamos a veces aturdidxs, desnortadxs, mareadxs de girar sobre nosotrxs mismxs, de mirar allí, allá, acá y a trescientas cosas a la vez; pero cuanto más (se) nos enmarañen las razones, los datos, los horizontes, más se requiere clarificar, reflexionar, fajarse el chaleco antibulos y hacer acopio de nuestro catálogo de esenciales: esto verdaderamente indispensable, gratificante, compartible, eternizable.
Y estamos en buen momento para ello. Diciembre es un mes esperanzador, y no solo por la Navidad (este relato, para mí, sobre un excepcional recién nacido y la granítica fe en su ciencia de unos extranjeros que lo buscan para rendirle homenaje siguiendo una estrella), sino, sobre todo, por la feliz memoria de nuestra capacidad, como sociedades, de construir acuerdos sobre una generosa lista de cuestiones esenciales.
Lo esencial, hoy, puede ser el recuerdo lúcido y verdadero de la Andalucía que el 4 de diciembre de 1977 se manifestó en las calles por la autonomía andaluza y vio caer asesinado en la represión de la manifestación de Málaga al predilecto hijo de nuestra Arbonaida Manuel José García Caparrós. Puede ser actualizar y revitalizar los consensos de la Constitución respecto a un máximo común de esenciales.
Puede ser darnos más cuenta aún de que las decisiones y políticas esenciales nunca pueden quedar relegadas en un maremágnum de recortes ocultos, ideologizados, trivializados, en una feria desacomplejada de adelgazamiento de servicios públicos, almonedas, devaluaciones y modificaciones que suelen terminar muy mal y, a lo peor, en tragedias irremediables individuales o colectivas.
Lo esencial, respecto a lo común, es ponernos de acuerdo, con listados y presupuestos en la mano, sobre el modo de asegurar a la ciudadanía una vida con seguridad en todos los ámbitos, salud como derecho, nunca como negocio; trabajos de calidad y protección efectiva frente a gigantes globales que lo mismo compran viviendas que destruyen el medio ambiente de un territorio, etc. Y hacerlo seriamente, porque es una tarea factible e irrenunciable de nuestra democracia.
También, esencial y vital es que nadie diga impunemente que la ciencia no sirve, que el método científico carece de valor, que van a enterrar a Averroes, porque, para nuestra desgracia, acabará por equivocarse la paloma, la del poema de Alberti.
Pero vámonos al universo de lo íntimo, donde lo esencial tantas veces se encarna en un patrimonio inmaterial de lecturas, músicas, recetas, y también en objetos preciados que se adhieren a nuestras vidas y permanecen, por ejemplo, en los joyeros. Ahí es donde reinan complementos esenciales como los de Trinitrán, una firma cordobesa que celebra en 2025 su vigésimo aniversario de amor a la joyería, la moda flamenca y el arte jondo. Admirables su andadura y el enlace entre la herencia joyera paterna y el diseño y el emprendimiento de Trinidad, la hija.
En mi lista de esenciales de hoy he escrito el próximo concierto en Córdoba de Los Planetas, algunas canciones suyas memorables, unos pendientes de Trinitrán, leer y releer páginas periodísticas, novelas, ensayos (¡quién tuviera más tiempo!), unos dulces navideños, una jugosa naranja de temporada, y, ante todo, la poesía, ese alimento nutricio del espíritu.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
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