Estoy merendándome un melocotón glorioso, orondo, en su punto. Observo mientras tanto la pecera: los escalares se buscan, se besan o se retan en flotante simetría. El tiempo se detiene o se derrite. Cae la última tarde de julio de 2025. El mes muere en un poso de ascuas, hierro al rojo entre la ceniza blanca. Dicen que el mundo está bien hecho. Lo estará.
De repente, un conjunto de estímulos, mitologías y, más que nada, una digestión rara de noticias sobre oposiciones, invalidaciones, reclamaciones, caligrafías, cuerpo de letra, mejor nota de su tribunal, propuestas estatales de reforma del acceso a la función pública pastorean mi mente de tal guisa, que voy a dar en la idea del camino iniciático. Sí. Tal cual.
Es decir, lo sabido del héroe o la heroína, las esfinges y los dragones; las pruebas a la valentía, la fuerza, la inteligencia, la astucia; los laberintos, los acertijos, el susto o muerte de Escila y Caribdis; la salvación de quien es excelente y siempre lo será; la recompensa, la nómina, la pensión, las coronas de laurel, la inmortal memoria.
Parece cierto que el relato de la iniciación construye a los seres humanos y es el molde que ordena y da sentido a esa manía de alcanzar metas y llegar hechos cachos a las cumbres o a los mediocres arcenes. Toda comunidad dibuja pues sus coordenadas iniciáticas, que se narran de mil de maneras y poseen una utilidad más o menos oculta, pero siempre adornada de fábula, y ahora, destellos de TikTok.
Desde el amanecer de la humanidad se insiste en escenificar y demostrar que el individuo es capaz de darse a su tribu y que ingresa en las responsabilidades de adulto. Que la vida es un dédalo injusto, aunque con victoriosas y estrechas salidas solo reservadas al heroico perfil, el de contadas personas que reconocemos como infatigables, brillantes, optimistas, de esas que se decía “hechas a sí mismas”. Pero también, que existen fuerzas superiores, erigidas a lo largo de edades y siglos, a las que plegarse hasta convertir lo heroico en impotente. Solo así se explica que a los dioses del dinero, la tecnología y la IA se les quiera sacrificar la tierra, entregarles nuestros humanos atributos y acaso lo que somos, o eso parece.
Puede ser que a veces la iniciación resulte una estafa, que haya trampas, trampas seculares en las vías iniciáticas, pero prevalecen sus virtudes, sus motores siempre valiosos. Porque acendra la tenacidad y quizás rescata más que descarta.
¿Se decidirá algún día dar por amortizado lo humanamente y lo sensatamente heroico de una selección de personal? ¿Podría llegar a sustituirse trabajo humano por arriendo de herramientas tecnológicas? Esperemos que no; porque haya defensa de todos los derechos y no se arroje al suelo ninguna toalla.
Si las promociones de héroes y heroínas se emplean a fondo, disponen de los recursos necesarios, se sienten valorados y de hecho lo son, no hay que ser el oráculo de Delfos para ver brillar el futuro.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
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