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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

Summer camp

Juego Summer Camp, acampada y playas de paz. Productos de The North Face, Bimba y Lola y Hawaianas

Ana Fernández

18 de julio de 2025 20:33 h

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Han llamado varias o demasiadas veces de una empresa que dice que instala paneles solares; me preguntan si tengo una segunda residencia y de tanta desfachatez dan ganas de colgar y cuelgo. Las radiales no paran de cortar losetas en plena calle, el ruido pone de los nervios y me digo si no sería posible, en virtud de unas tecnologías de 3D, que cortaran las piezas en un lugar de un polígono industrial perfectamente acondicionado y al día siguiente las colocaran en la vía pública, con el consiguiente beneficio para operarios y ciudadanía. Las corbatas de Trump bajo su rostro contrariado porque la realidad no le obedece tanto y tan rápido como le gustaría es una imagen recurrente que tengo que comentar con mi terapeuta.

Tampoco me sientan bien el aire acondicionado, ni el cloro de las piscinas, ni el hastío de las rebajas, ni el entusiasmo envidiable de quienes flipan con cosas grandiosas como la nueva temporada de la liga de fútbol. Me pregunto la razón por la cual el Ayuntamiento de la ciudad de Córdoba no pujó y compró los cines de verano cuando se sacaron a subasta, y así, a día de hoy, la vecindad del casco histórico estaría más tranquila acerca del futuro de estos pulmones de alivio térmico y cultura. Pienso, recuerdo y caigo en la cuenta de que ya no se habla de aquel camping de lujo junto al Guadalquivir, cerca del Jardín Botánico. Pito, pito, gorgorito… Mira tú, salto de lo que estaba en los planos y documentos bellamente adornados por la urbanística capacidad inversora a la caótica planimetría del cordón chabolista cordobés, a la inercia de la desatención multifactorial que enquista la miseria. Acampar, descampar, campear, campar. Sé que hay ideas de todo tipo, depresivas, desalentadoras, tristes, escépticas, nihilistas, ridículas, frívolas, egotistas, destructivas, revolucionarias, solidarias, luminosas, felices, rondando nuestros quizá desprevenidos cerebros, nuestras quizá angustiadas vísceras, nuestro maleable y poderoso corazón.

No es un verano como los anteriores. Es un verano de inflexión. El verano de la Genius Act y la Clarity Act estadounidenses, que darán cuerpo legal al reino burbujeante de las criptomonedas. ¿Explotarán las nuevas-viejas burbujas? ¿Cómo de blindada se presentará la cueva? ¿Podrá rechazarse un salario en cripto? Sigo, prosigo, digo. Es el estío de los estíos ardientes (imposible ocultarlo ya). El verano del golpe seco al criterio y el sagrado fuego democráticos. ¿Tan difícil es quedar fuera de tanta presunta corrupción? Lo peor son las guerras sin perspectiva de que las quieran acabar sus sostenedores. Las tretas para fabricar las armas en porciones y escamotear los compromisos adquiridos. Además, violencia en Torre Pacheco y la dificultad de cerrar la maldita caja de las semillas Bluetooth de los delitos de odio y los precursores del fascismo.

Y ahora abro los ojos ante la espantable visión definitivamente cruda de cómo presuntamente se organizan sucedáneos de grupos de presión para presuntamente obtener ventajas fiscales, ya que, a lo que parece, nadie cree en la bondad de la libre competencia, y los negocios presuntamente hay que hacerlos rascando beneficio y trato de favor en las carnes del Estado.

Puede que presuntamente haya caído mala, lo sé, y a lo mejor decido no querer saber nada del mundo. Venga, recétate leer apasionadamente el Quijote y leerlo la vez que la sabia y sanadora obra El verano de Cervantes, de Antonio Muñoz Molina. Servirá.

Sinceramente, echo de menos tener diez años y que me manden a unos campamentos de verano; ya sé nadar, me gustan los macarrones y como soy chica aún no soy consciente de que posiblemente sea mejor salir al campo todas las semanas y aparcar a tiempo las pantallas en el día a día que envolver la conciencia en una tienda de campaña, sea dicho con todo el respeto a la fraternidad campista y a las virtudes educacionales de un summer camp.

Bien mirado, los campamentos pueden ser aceleradas escuelas de empatía, de convivencia, de amabilidad. Toda persona, especialmente toda persona con mando y poder de decisión debería conocer de primera mano, junto a las tiendas de campaña y en torno a una hoguera, que nadie es más que nadie sino igual, y que lo que no quiera para sí no puede sufrirlo nadie. Nunca, nunca más.

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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