Crecen y crecen...y vuelven a crecer.
“¡Disfruta de tu criatura…que crecen muy rápido¡”, me decían una y otra vez las gentes con cierta añoranza. En esos primeros tiempos de caos máximo, lo del disfrute lo veía más bien como una utopía, pero lo del crecimiento...¿tendrían razón?, ¿ocurriría rápido?.¡Ojalá¡. Y deseaba, una y otra vez, que creciera lo más rápido posible para que dejara de ser tan frágil y vulnerable (y dependiente, y para que pudiera bajar la basura y hacer pequeños recados, ¿lo de comprar tabaco y alcohol lo dejaron para los 18 años, no?, aun queda…). Y mi deseo, para bien o para mal, se hizo realidad. Ahora que ya está más o menos controlado sólo deseo que sea hijo único, por si es cierto eso de que todos los deseos se hacen realidad.
¿Crecer?, vaya que si crecen...y los gastos en ropa también. Porque tú te puedes comprar un modelito caro, pero la amortizas, te puede durar tres bodas (si los invitados no se conocen entre sí...), o unos zapatos de diseño, pero es que no vas a cambiar de número en la vida. Pero el gasto en ropa infantil, me reconocerán que es tirar el dinero porque su periodo de caducidad es más corto que el de un yogur. Yo creo que debería estar subvencionada, al menos el primer año, como ocurre con las medicinas o los libros de texto. Hay que decir que las madres tradicionales son muy apañadas con la aguja, y eso supone un ahorro, pero una en esas lides ni con un cursillo acelerado en CCC de costura para principiantes. Menos mal que el reciclaje textil endogámico salva la situación: ¡qué alegría tener primos mayores que te pasen la ropa¡. Esta necesidad de optimizar las prendas para ahorrar un dinerillo nos lleva a soluciones prácticas: unos vaqueros largos de los de vuelta al tobillo pueden pasar a lo largo del verano a short y acabar en minishort, y si es posible los compras con cinturilla elástica, que eso lo mismo alarga el uso de la prenda dos temporadas. También se puede llegar a caer en lo CUTRE, cuando las criaturas y sus atuendos van descompasados en la talla: sí, o bien aparece la criatura con todas las prendas enormes remangadas (ya irá rellenando esas tallas de más de manera progresiva) de modo que bien, bien ,sólo le están dos semanas; o con las prendas pequeñas muy muy ajustadas. La criatura empieza a respirar con cierta dificultad ante la presión de la prenda, pero aguantas y aguantas, porque ya no queda más tela que sacar, y como se está acabando la temporada, para dos días de calor o frío que quedan…Dos días que al final suponen casi un mes y la uña del dedo pulgar ya sobresale al completo de la sandalia. Hay que tratar de estirar el dinero. ¿Cómo?, estirando la ropa. Literalmente. Con la plancha. Estiras y estiras la prenda como si las fibras sintéticas con el calor en lugar de dilatarse se multiplicasen, y luego una vez colocada la vestimenta sigues pegando tirones para disimular el avistamiento del ombligo por debajo de la camiseta, lo de los pantalones tobilleros te lo salva esta temporada la moda pero ¿qué hacer con ese botón que salta de la cinturilla a pesar de haber conseguido abrochárselo al estilo Escarlata O´Hara en la escena del corsé?. No hay nada que hacer que no sea cutre: sujetarlo con una gomilla o poner un cinturón por encima. También podríamos atarle un cordel a lo Barragán, total... si se trata de ser c... práctico.
Y el tiempo…¡la de tiempo que invertimos en poner al día los armarios¡, sobre todo en los cambios de temporada. Los convenios colectivos deberían incluir al menos una tardecita libre en cada cambio de estación para estos menesteres que en ocasiones suponen más horas que una mudanza. Porque las personas adultas vuelven a usar la ropa del año anterior, e incluso la de la década anterior, en función de la suerte que hayan tenido con su sistema metabólico, pero las criaturitas NO. Y aparte, probarle y probarle ropa puede ser desquiciante: llantos porque se le atasca una camiseta que te has empeñado en que le entre y ¡le entra¡, pero no le sale...; una camisa en un brazo, otra en otro, correr detrás de él para probarle el abrigo, que se niegue a quitarse las botas de agua en pleno septiembre y que con el sudor se adhieran los pies a la goma y no haya quién pueda quitárselas,…Y todo este esfuerzo para poco…en dos semanas la mayoría de las prendas volverán a quedarles pequeñas, o grandes si coge un virus de esos que hace estragos en su grácil cuerpecito.
Dicen que dormir ayuda a las criaturitas a crecer, y yo, la verdad, es que cuando lleva más de una hora de siesta ya estoy sacándole los bajos al pantalón.
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