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Hojas de Otoño

Juana Guerrero

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Las hojas de los árboles se tornan doradas en otoño, y las ligeras brisas (o vientos huracanados) provocan su caída cubriendo los parques de un manto que cruje al paso. Mi criatura ya sabe que ha llegado el otoño. Lo ha aprendido en la guarde. Bueno, más o menos ha cogido el concepto de hoja y otoño, los ha mezclado y ahora a todas las hojas marrones que ve las llama “hojas de otoño”. “hojas de otoño”.Y no se conforma con verlas, sino que también las coge y las va almacenando como si fueran tesoros. La Duquesa de Alba tuvo hijos terratenientes, y una lo tiene hojasteniente. Lo importante es el contacto directo con la naturaleza, lo otro son detalles…Luego con esas hojas, cuando se ha cansado de pasearlas ..¿qué creen que hace?. Pues simplemente las tritura sobre el sofá (al menos trabaja más las hojas que los otros las tierras), llenándolo todo de pizquitos minúsculos de otoño. Yo lo dejo…no por impotencia, ¡que va…¡, es porque soy una madre in in in inque apuesto por el desarrollo sensorial de mi criatura: con esa actividad experimenta el tacto árido de la hoja seca, el sonido del crujir, la percepción de diferentes tonalidades,…todo esto mientras yo, a su lado aprieto los dientes con cada crujido a la vez que fuerzo una sonrisa de aprobación cada vez que sopla para que los pizquitos acaben por lugares del sofá que ni la aspiradora más potente podrá extraer¡.

Junto a las hojas de otoño encontramos los frutos de otoño: nueces, almendras, avellanas,…todos ellos de cáscara dura. Ideales para hacer sonajeros ecológicos y…¡sonoros, muyyyyyy sonoros!.  Y también se puede jugar a extraer el fruto de su envoltorio golpeándolo con el rodillo de amasar (en mi casa el palo de las nueces) que acaba machacando algún dedito o provocando algún que otro chichón. Te pasas la tarde dando besitos curativos (¡lo que alivia el beso de una madre o de un padre corresponsable¡) o usando la crema mágica de los golpes. Luego la criatura va a clase de música y usa las claves para aporrear el suelo con una gran sensibilidad y oído musical, normal...

Pues junto a la caída de hojas, el otoño nos ofrece la lluvia purificadora. Purificadora y puñetera si empieza a llover y llevas a la criatura en su sillita de paseo. Porque es genial lo del cobertor de plástico, sobre todo cuando has aprendido a ponerlo (por cierto, solemos aprender a ponerlo no en casa en un ambiente tranquilo, sino justo en la calle un día de lluvia torrencial, que por lo menos te dio por echarlo), pero… ¿a alguien se le ha ocurrido que ese carrito bien sellado para que a la criaturita no le cale ni una gota , y a la que no ves pero intuyes ahí abajo por el vaho, va empujado por una madre o padre corresponsable que se está poniendo chorreando?. Imposible sujetar un paraguas y empujar a la vez. Así que si has sido precavida te puedes vestir como el Capitán Pescanova y si no pues haces lo que todas dejar que el pelo mojado se deslice por tu rostro simulando que estás contenta porque tu pequeño del alma no va a constiparse en esta ocasión, aunque lo mismo tú no te libras de la pulmonía.

También es muy bonito el otoño con sus lluvias cuando moja (o inunda según el estado de conservación) los parques infantiles. Porque no puedes ir ni cuando llueve, por razones obvias (están descubiertos) ni los días subsiguientes, porque siguen mojados. Eso te obliga a quedarte en casa con la criatura, que no les digo yo que no lo agradezca…pero un par de días, al tercero ya no puedes más, después de haber aprendido a hacer los puzles con los ojos cerrados (incluso los virtuales),y de haber desmontado la habitación de juegos mil veces, todo ello amenizado con la banda sonora de canciones infantiles de lo más pegadizas (imagínense la profundidad de las letras…¡ni una metáfora!).

Si hay algo positivo son las botas de agua. No hay criatura que no alucine con ese calzado. Es uno de los recursos que nunca fallan para convencerlo de que hay que vestirlo para ir a la guarde. A veces la reticencia es tal que lo he llevado con las botas incluso sin lluvia. Es más, he llegado a ponerme yo las mías a propuesta de la criaturita para ir ¡iguales¡. He de reconocer que yo durante las primeras hora de la mañana soy muy influenciable por eso no cojo el teléfono por si alguna operadora telefónica me cuela una tarifa oro. Yo con tal de que se deje vestir y permanezca en la guarde cinco horitas, como si tengo que vestirme en diciembre con una falda hawaiana.

Hay que destacar algo que hace especial al otoño, y no es su precioso paisaje, sino la brevedad de los días que hacen que las criaturitas caigan somnolientas en torno a las nueve de la noche.

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