El Mundano (espacios)
El Mundano no ha sido un bar, ha sido una casa de acogida, siempre y cuando ambas cosas no sean la misma. Un bar no es una franquicia ni un restaurante, ni una cafetería, ni una taberna. Un bar es un refugio, sin caer en el romanticismo ni rondar el malditismo. Ya sabemos, por tanto, qué ha sido El Mundano, que ahora cierra una etapa. No sabemos qué será, aunque nos suena bien lo que pretenden quienes toman las riendas ahora.
Sus muebles desiguales, tal vez de acarreo, son la mejor metáfora de su parroquia. La lámparas enfocando el techo, provocando el claroscuro, el contraste entre los cuadros, la mesa de madera del fondo, alrededor de la cual hablamos sin temor al paso del tiempo, la persiana echada, la música dentro, el regalo de la guitarra flamenca en la sesión golfa, el ordenador con la música a disposición de quien quiera ponerla, la búsqueda de una botella para rematar la fiesta, los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, puntualmente los viernes y los sábados, la fiesta del Horror Mundano Show, a la que llegué de intruso para quedarme, para siempre, los cumpleaños, los añosnuevos, la puerta cerrada en invierno, la terraza en verano.
Y un nombre, Mercedes, como argamasa de muchos otros nombres imposibles de enumerar. La ausencia de pretensiones, la ausencia de pretensiones, la ausencia de pretensiones. El concierto de Luis Pastor, el teatro en la sala, el inicio de amo Córdoba odio Córdoba, los proyectos fallidos, los proyectos concebidos, los hijos nacidos, los niños vistos crecer, la generosidad siempre, la azotea, los fotopoemas colgados en sus paredes, los que estaban al principio, los que luego desaparecieron, los que regresaron, los que siguen lejos, los que se incorporaron al final, los que volverán...
Lo que vendrá. Nadie sabe qué. El Mundano, el bar que sustituyó el histórico bar Munda en la calle del mismo nombre, cierra una etapa y el sábado pasado lo celebramos, porque esa gente es muy de celebrar. Sólo cabe decir gracias y seguimos viéndonos allí.
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