¡Taxi!
Antes de la Primavera Árabe, Khaled Al Khamissi se convirtió en todo un best seller en Egipto con Taxi. Es un libro delicioso, editado en España por Almuzara, con el que es fácil conocer y saborear un Cairo que ya no existe. Caótico y entrañable, el libro está escrito a bordo de uno de los lugares en el que más se aprende cuando se viaja: un taxi. Pero para eso no hay que coger uno, sino muchos. Y Khaled no se movió de otra manera por su ciudad entre 2005 y 2006, recopilando las historias, muchas inventadas, de los taxistas. Y retratando así, mejor que nadie, la vida de su ciudad.
Sabemos que Uber y cuando llegue Cabify lo cambiará todo. Hasta eso. Que uno se pueda hacer una idea de la ciudad a la que llega a través de ese primer contacto que es el taxista. Ahora, con Uber y Cabify podemos elegir que el conductor no nos hable, ponga la música que nosotros queramos y se limite a ser un chófer robot, en el que el cliente siempre llevará la razón.
Todos hemos tenido malas experiencias con taxistas. Todos las hemos tenido con camareros, con profesores, con empresarios, con políticos, con la familia y los amigos. Habrá algunos que no se laven, otros que escuchen radios que no nos gustan, que hablen a gritos, que conduzcan de manera violenta y que traten de dar un rodeo para que el taxímetro suba un poco más. Pero son los menos. Seguro. Y como comentaba el otro día el presidente de los taxistas Miguel Ruano son ellos precisamente los que tienen que acabar con esta minoría. Y más ahora.
Pero mucho me temo que estas nuevas tecnologías que ya se han cargado las conversaciones de tú a tú (yo mismo levanto la mano) destruirán también esa manera tan deliciosa que había de conocer, de amar y odiar ciudades, de respirar vida. No sé si en vez de personas al volante, de profesionales, queremos a esclavos. Cuánto daño ha hecho eso de que el cliente siempre lleva la razón.
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