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64-65: Hace 50 años, cuando fuimos los mejores

Paco Merino

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2014 ya. Cincuenta años después de aquella temporada que salió así, sin proponérselo, como una maravillosa casualidad. Medio siglo desde aquel año en el que fuimos mejores que nunca. Jamás después se llegó ni siquiera a rozar aquel nivel de excelencia. Del recuerdo de aquella Liga 64-65 sigue alimentándose la afición del Córdoba, que en su gran mayoría añora lo que nunca vio. No hay imágenes de aquella formación excepcional. Quedan recortes de periódico, fotos amarillentas y el testimonio de quienes lo vivieron. Los abuelos lo cuentan a los padres y estos a sus hijos. Todavía quedan futbolistas de aquella época de blanco y negro, familias numerosas y placeres sencillos. Se les puede ver por la calle, o en algún rincón de El Arcángel los días de partido. Las personas mayores les observan con admiración y algunos se les acercan para abrazarles, como si estuvieran celebrando un gol imaginario. Cíclicamente reciben homenajes y les llaman para hacerles entrevistas. Poco a poco nos van dejando. En 2013 se fueron Simonet (80 años) y el gran Juanín (72). También, a los 92, falleció Ignacio Eizaguirre, el entrenador en aquel campeonato mágico.

No hay cordobesista que no sepa que hubo un año en el que El Arcángel fue inexpugnable, que el Real Madrid y el Barcelona cayeron derrotados y que los blanquiverdes batieron un récord increíble: sólo dos goles encajados en casa en toda la campaña. Uno fue de Ricardo Costa en propia puerta y el otro lo hizo Alfredo Di Stéfano, que vivía su ocaso como estrella en el Español. Y el Córdoba hizo todo esto con un portero de 18 años, Miguelín Reina, un pinche de cocina del hotel Meliá que fue uno de los niños que corría detrás del autobús en el que dos años antes los héroes del ascenso a Primera en Huelva entraron en la ciudad. Son las historias que circulan en las tertulias de veteranos, episodios que se transmiten a las nuevas generaciones y que mantienen la pasión por el fútbol en una ciudad que lleva más de cuarenta años sin ver a su equipo en la élite.

En 2014 se cumple el sesenta aniversario de la fundacion del club (nació en agosto de 1954) y el cincuentenario de la mejor clasificación de siempre. Aquellos héroes de los sesenta, los años de El Cordobés, Marisol y Matías Prats, salían en las estampas y se paseaban por Las Tendillas con traje de chaqueta, aclamados por la chiquillería. Ser futbolista era ser alguien importante. No había divismo en aquellos jóvenes, la mayoría de procedencia humilde, que podían permitirse tener coche y almorzar en restaurantes. Eran otros tiempos. Resulta curioso comprobar cómo las gestas de aquellos cordobesistas de hace cincuenta años han quedado grabadas en la memoria colectiva mientras que ahora, con los clubes convertidos en empresas y los jugadores en mercancías, apenas se recuerda quién pasó por aquí hace unos meses. Los más puristas lo siguen llamando amor a los colores. Realmente, sólo se trata de ganar el mayor título que puede existir, el protagonizar algo que quede grabado en el recuerdo de la gente. Y aquellos chicos lo lograron.

El Córdoba fue quinto en la 64-65. El Real Madrid, campeón. Y el Barcelona, sexto. Los blanquiverdes eran, junto al Betis y al Sevilla, los únicos representantes de Andalucía. Vencieron a los dos equipos hispalenses tanto en El Arcángel como en sus estadios. El debut fue un memorable 2-4 en el Sánchez Pizjuán. Al gran Madrid de Miguel Muñoz en el banquillo, Pirri, Zoco, Gento, Amancio y Puskas lo batió en casa por 1-0. El gol lo marcó Ramón Tejada, que al año siguiente fichó por los del Bernabéu. Al Barcelona también lo noqueó con un 1-0, gol de Juanín, el motor en el centro del campo. Atrás mandaba Pepe Mingorance, un coloso en el centro de la defensa. Ha sido el único futbolista en la historia que ha alcanzado la internacionalidad absoluta vistiendo la camiseta del Córdoba. Fue solamente una vez, durante poco más de media hora, y España recibió el peor castigo en casa de toda la historia: 2-6 en el Bernabéu. Aquel día aciago le costó -al igual que a otros- no regresar más a un equipo que, por entonces, nadie se atrevía a llamar La Roja. Olvidó aquello y se convirtió con el Córdoba en el jefe de la mejor defensa en casa de todos los tiempos en la Liga española. En aquella formación había un marroquí, Paco López, y un uruguayo, Cabrera, que ponían trabajo a destajo en un grupo en el que los ídolos eran españoles. Todo eso sucedió hace cincuenta años en Córdoba, en un estadio situado en donde ahora se puede ver un centro comercial. Ocurrió. Fue de verdad. Un día fuimos los mejores. Y yo se lo cuento tal y como a mí me lo han contado.

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