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Tópicos sobre gastronomía ideológica

Juan José Fernández Palomo

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O sobre la ideología en el hecho de comer y de elegir qué comer y qué no. Porque la cosa no está clara y nuestra intención es hacer un sesudo ensayo que fije y de esplendor a lo que ya está planeando sobre las cabezas del personal.

Por ejemplo: con qué inquina pronuncia “langostino” la alegre muchachada que debate con ardor en los platós de la TDT party cada vez que se refieren a los presuntos convites que, presuntamente, se trasiegan grupos de sindicalistas pagando, presuntamente, con dinero destinado a otra cosa. Qué culpa tiene el pobre crustáceo para que, en vez de ser un noble alimento marino, se convierta en arma arrojadiza de la demagogia. No es justo.

Más ejemplos: sesudos seudosociólogos tratan de explicar la impenitente disciplina del voto de derechas porque las elecciones en España son en domingo, cuando las familias de extracción conservadora van a misa a media mañana, luego votan prietas las filas como un solo hombre, después compran pasteles y se van a casa a disfrutar de un arroz. A media tarde, las mujeres se comen los pasteles, los adolescentes se wassapean con sus amigos y amigas en sus cuartos, los más chicos juegan con la tablet y los hombres se bajan al bar a ver el partido del Real Madrid mientras se toman un whisky de malta. Todo correcto y votos en la urna desde las doce treinta y cinco del mediodía. Perfecto.

Mientras, la abstención se expande a sus anchas entre la extracción demográfica del supuesto voto progresista, porque no va a misa los domingos -ni nunca-, se levanta tarde -si se levanta- y tiene serias dudas y debates sobre el significado de su voto arrastrados desde la última conversación que recuerdan de la noche anterior, cuando se pimplaban el penúltimo trago de ron (espirituoso de izquierdas donde los haya) en animada y comprometida charla en cualquier garito cuyos bafles escupían música montonera.

Más: no hay nada más socialdemócrata que hablar de vinos cuando no se tiene ni pajolera idea. Lo hacen personas que piden la carta de vinos de los restaurantes y sonríen con suficiencia cuando descubren que en ella hay un crianza de dos años en barrica con retrogusto a frutas del bosque, redondo en boca, con los taninos justos y los varietales precisos gracias al suelo calizo tan típico de la zona de su denominación de origen. Y van y lo piden, con suficiencia. Alguien lo pagará más tarde.

Por no hablar de los ecologistas militantes, conservacionistas de tomo y no lomo, que se alimentan de tofu y que son capaces de destrozar sus chirucas de sembrado en sembrado hasta encontrar el pimiento perfecto... entrañables, sin duda. Y de voto incierto.

No es exhaustivo este esbozo de ensayo. Para nada. Es un camino. Y sí: es tópico. Ahí lo dejo.

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