Cultura, lanzamisiles y otros prodigios de la literatura cínica

Un entorno para la innovación y el desarrollo
Las palabras las carga el diablo. Solo hay que leer la web del Parque Tecnológico de Córdoba para darnos cuenta de ello. En su declaración fundacional, dice textualmente lo siguiente: “Cultura de la innovación y el desarrollo”. Y claro. Si cotejamos estas tres palabras con algunas de las empresas a las que da amparo crujen los cimientos de la Real Academia de la Lengua. Por ejemplo, con Escribano M&E, la firma que fabrica lanzacohetes Silam de tecnología israelí.
Si integramos los vocablos cultura y lanzacohetes en un mismo sintagma, es probable que alguno de los dos conceptos se desintegre como pompas de jabón. Mucho más si hablamos de prototipos que son usados a diario para exterminar seres humanos en Oriente Medio. La empresa Elbit, pongamos por caso, es la que fabricó el dron que pulverizó en Gaza la vida de siete cooperantes de la ONG del chef español José Andrés.
Hablamos del socio tecnológico de Escribano. Una compañía clave en la industria del apartheid y la limpieza étnica de Palestina. Que trabaja denodadamente bajo las directrices de un señor sobre el que pesa una orden de arresto internacional por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad. Que oiga. No es ninguna broma. Y algo de eso sabrán en la Universidad de Córdoba, uno de los accionistas, por cierto, del Parque Tecnológico al que nos referimos.
Es aquí donde la palabra desarrollo nos produce dentera. Mezclar desarrollo y destrucción en la misma estructura sintáctica es como soplar y sorber en el interior de un barril de agua podrida. Usted me dirá. Pues bien: la compañía Escribano necesita otros 16.300 metros cuadrados de suelo en el dichoso Parque Tecnológico para seguir innovando. Por lo visto. Que ese es otro concepto que han colado de rondón en este prodigio de literatura cínica en que se ha convertido la realidad nuestra de cada día.
El verbo innovar aplicado a la industria de la muerte proporciona unos resultados asombrosos. Solo hay que repasar la portentosa historia del siglo XX para certificarlo. El caso es que el Ayuntamiento de Córdoba ya ha aprobado la venta de cuatro parcelas de propiedad municipal para que la innovadora fábrica de Escribano continúe aportando valor a la humanidad.
Llegados a este punto, permítanme una inocente pregunta: ¿compraríamos tecnología militar rusa de última generación como la que Putin utiliza en Mariúpol para triturar niños ucranianos? No hace falta que me contesten. La razón por la que damos la mano a ciertos criminales de guerra al tiempo que se la negamos a otros es un clásico giro de la literatura cínica de la que le hablaba al principio.
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