Miguel Ángel Pareja: “Ni se debe politizar la justicia ni judicializar la política”
Se pasea por la Ciudad de la Justicia como si estuviera en su casa. Llegó al nuevo edificio como juez decano de Córdoba cuando se estaban haciendo algunos pequeños remates. Hoy, se sienta en el que es su despacho como presidente de la Audiencia Provincial. Accedemos a él por unas entradas internas de las que solo tienen conocimiento quienes trabajan allí día a día y por las que no debemos acceder el resto de los mortales.
Nacido en Mestanza (Ciudad Real) en 1963, Miguel Ángel Pareja Vallejo es desde el pasado 16 de julio el presidente de la Audiencia. Magistrado con una amplia trayectoria en la administración de Justicia, fue juez decano de Córdoba desde 2016 hasta 2023, pertenece a la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) desde 2014 y hasta su nuevo cargo ejercía como magistrado de la Sección Tercera de la Audiencia, especializada en violencia sobre la mujer.
En 1985 ingresó en el Ejército de Tierra, donde permaneció 15 años destinado en diferentes lugares de España, entre ellos el País Vasco. Durante ese tiempo, compatibilizó el servicio militar con sus estudios de Derecho en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), convencido de que su futuro estaría ligado a la Justicia. Aquellos años le enseñaron disciplina, sacrificio y empatía, valores que hoy considera fundamentales para ejercer la magistratura
Convencido de que la Justicia debe ser, ante todo, comprensible y cercana a la ciudadanía, en la siguiente entrevista, el lector apenas encontrará cifras ni estadísticas. El objetivo es, más bien, conocer a la persona que acaba de asumir la máxima responsabilidad judicial en la provincia. Porque si algo tiene claro Miguel Ángel Pareja es que acercar la Justicia a la ciudadanía no pasa solo por reformas legales o tecnológicas, sino también -y sobre todo- por mostrar el lado humano de quienes la imparten.
PREGUNTA (P). ¿Por qué decidió presentarse a la plaza para presidente de la Audiencia Provincial de Córdoba?
RESPUESTA (R). Era una aspiración. Siempre he tenido vocación de servicio público y siempre he tenido vocación altruista de ayudar a la gente. Esto es algo innato en mí, y cada uno es como es. Cuando una persona pretende que se haga justicia y que esa justicia llegue y sea percibida por el ciudadano, tiene que ostentar puestos de responsabilidad. Esto se hace con el objetivo de intentar infundir o transmitir a quienes imparten la justicia ciertas ideas o cosas que deben tener en cuenta. Hablo de ideas porque no se puede influir en la función jurisdiccional ni se le puede decir nada al juez, ya que él es libre de resolver. Sin embargo, sí es cierto que, a veces, hay una autoridad moral que indica que, quizá, el camino que se está llevando no es el correcto o que, a lo mejor, las sentencias deben ponerse más claras para que el ciudadano se entere. Entonces, es más fácil conseguir ese objetivo desde un puesto de responsabilidad que desde uno que no lo sea. La responsabilidad conlleva una carga, y hay que sacrificar muchas cosas personales precisamente para conseguir esa justicia equitativa, que es lo que yo pretendo. Yo no aspiro a los cargos porque quiera figurar, sino porque quiero cambiar algo en el sentido de poner mi granito de arena para que haya un mundo más justo y equitativo.
Quiero poner mi granito de arena para que haya un mundo más justo y equitativo
P. ¿Y qué papel tiene la familia en ese sacrificio que supone este cargo?
R. Uy, mi familia está por encima de todo: mi mujer, mis hijos, mis hermanos, mis sobrinos... Nosotros somos muy familiares y nos juntamos muchísimo. Ellos saben que este cargo es un sacrificio y que muchas veces me tienen que perder porque tengo que asistir a actos y a lugares, sobre todo los fines de semana, ya que, créanselo, trabajo todos los fines de semana, ni uno tengo libre; siempre hay algo que hacer. Esa es la responsabilidad que tengo. Mi familia me pierde muchas veces, pero, por otra parte, se alegran cuando ven que estoy contento porque he conseguido algo o porque tengo un proyecto en el que creo y que quiero sacarlo adelante, y ven posibilidades de que lo saque. Me animan, me apoyan y me ayudan.
P. ¿Y qué sintió el 16 de julio en ese salón de actos?
R. Muchísima emoción al recordar mi infancia. Fue dura en el sentido de proceder de una familia muy, muy humilde, pero siempre tuvo claro que se podía luchar, que se podía estudiar y que se podía mejorar el mundo en el que vivíamos. En aquella época no era como ahora, no había tantas ayudas sociales, no existía el asistente social del Ayuntamiento ni había nada. Simplemente, todo se reducía a si la Seguridad Social te daba una ayuda o si el Montepío de la silicosis te daba otra, lo cual era muy distinto a hoy en día. Los tiempos cambian y vamos mejorando, y ojalá sigamos mejorando más. Sentí mucha emoción de lograr lo que había conseguido, que era algo que yo quería para mejorar la justicia. Pensé en que una persona como yo, de una familia muy humilde y sin medios económicos, ha sido capaz de llegar a un cargo así y poder transmitir todas esas ideas renovadoras y de justicia equitativa a la ciudadanía, e intentar conseguir que estén satisfechos con la justicia.
P. ¿Cómo han influido esos orígenes humildes en su manera de entender la justicia?
R. Influyen muchísimo. Cada ser humano es como es, y como decía Ortega y Gasset, el ser humano es él y sus circunstancias. Yo no escondo mis orígenes ni puedo esconderlos, porque si hiciese eso, sería un renegado. Ahí están mi nacimiento, mi cuna, mi colegio público en mi pueblo, mi internado, en fin, toda mi vida. Todo eso es lo que te va determinando y lo que te va dando la personalidad. Ay de aquel que reniegue de sus orígenes o de su historia; lo que hay que hacer es construir sobre esos cimientos. Hay que ver qué circunstancias se pueden cambiar y cuáles no. Con el ejemplo, se puede ayudar a los que están en la misma situación en la que yo estaba y quizá, también, a los que estaban en una situación privilegiada y que ahora, a lo mejor, no lo están. Influye muchísimo y ha influido muchísimo en mi vida e influida. Yo no reniego de mis orígenes.
P. Entiendo que es consciente de que en la sociedad hay una creencia que relaciona directamente el poder adquisitivo de la familia del opositor con que este finalmente consiga la plaza
R. Vaya por delante que la Constitución establece que los empleos públicos tienen que ser por mérito y capacidad. Estos son la preparación, la educación y, sobre todo, los estudios que uno va adquiriendo. Qué duda cabe que el que más medios tiene, puede estudiar en universidades privadas o irse a Inglaterra a estudiar inglés. Yo no salí de mi localidad y el francés que sé me lo enseñó el profesor de mi pueblo, que a lo mejor iba estudiando dos lecciones por encima de mí. Claro que influye la familia, pero hay otra cosa que influye también, que es la determinación de la persona. Por mucho dinero que uno tenga, si no tiene vocación, determinación o deseo, es imposible alcanzarlo. El que muchos medios tiene se puede confiar, como en la fábula de la tortuga y la liebre, y uno que no tiene puede llegar y uno que tiene puede no llegar. Lo que planteo es la equidad, que es la igualdad de oportunidades. Yo sentí esa igualdad de oportunidades y la sufrí. Yo salía un fin de semana y no me podía tomar un refresco como los demás; mis amigos fumaban, y si yo quería fumar, me tenían que dar un cigarro, pues no tenía dinero para gastar. Pero sí sabía que tenía que estudiar y que tenía que conseguirlo. Lo que hay que dar es igualdad, pero igualdad equitativa, no igualdad formal. La igualdad formal es darle una beca a todo el mundo, pero hay personas a las que les tienes que dar 200 y a otras, 50, para igualarlas en la oportunidad. Yo creo que habiendo igualdad en la oportunidad, no hay diferencia, siempre que el hijo o la hija quieran hacer algo, luchen por ello, peleen por ello y estudien por ello. Por tanto, si no hay esa igualdad equitativa, sí es cierto que el que más medios tiene, más posibilidades tiene, pero creo que el Estado español cada vez va consiguiendo más esa igualdad en la oportunidad.
P. ¿Cómo se vive cuando se despide de un padre a los cinco años?
R. Aquello fue muy duro, muy duro. Yo, junto con mi madre y mis dos hermanos pequeños, estábamos en la habitación, en la cabecera de la cama, cuando mi padre falleció, y le vimos morir. Recuerdo cómo mi padre, todavía con vida, se aferraba a la muñeca de mi madre hasta que soltó, porque falleció, y cómo ella lloraba y lloraba desconsolada. Nosotros, que éramos niños muy pequeños, mi madre nos dijo: “Hijo, salir a la calle y empezar a llorar para que os escuchen los vecinos y sepan que tu padre ha muerto”. Eso lo tengo yo grabado en la mente. Luego, ver a mi padre estirado en la cama con un pañuelo, con la cara tapada para que no le viéramos el cadáver, y verlo en el ataúd, cómo lo cerraban, lo sacaban y lo enterraban... Yo no comprendía eso. Nunca llegué a comprenderlo. Siempre tuve presente a mi padre y lo llevé siempre conmigo, porque lo último que hizo fue, entre septiembre y octubre (murió el 4 de noviembre), pagarme a plazos los libros de la escuela porque no podía pagármelos de una vez. Cuando fui con el primer plazo, que fueron 100 pesetas, le dije a la señorita que mi padre me había dicho que los iba a pagar poco a poco, pero que me diera los libros. Me acuerdo que me dijo: “Lo siento, pero hasta que no estén pagados, no te los puedo dar”. Mi padre consiguió pagármelos enteros, 335 o 345 pesetas, y recibí mis libros dos meses más tarde que los demás niños. A los pocos días falleció.
Ay de aquel que reniegue de sus orígenes o de su historia
P. ¿Su madre es su mayor ejemplo de empoderamiento femenino?
R. Al 100%. Mi madre era una luchadora nata. Siempre, siempre nos inculcó estudiar, diciéndonos: “Hijos, estudiad vosotros, estudiad, que aunque yo no coma, estudiad, lo primero, el colegio, que no os ocurra lo que a tu padre, estudiad”. Mi madre decía, fíjese el pensamiento de la época, porque hoy en día no podría decir eso: “Aunque solo seáis maestros escuela”. Decía esto porque en aquella época se decía que los maestros de escuela pasaban mucha hambre. Pero ahora yo veo a mi vecina, que es profesora, y digo: “Jolín, qué categoría más alta la de un profesor de escuela, si es que estás formando y educando a los niños, qué profesión más bonita”. Mi madre siempre nos inculcó que había que luchar en la vida y que teníamos que valernos por nosotros mismos. Yo no necesito que nadie me cocine ni que nadie haga mis cosas; yo las hago, no tengo problema, el problema es que tenga tiempo de hacerlo y que nos las repartamos en casa. Mi madre fue una mujer que intentó y luchó por la igualdad. Recuerdo que me decía: “Miguel Ángel, qué ganas tengo de que te vengas a Córdoba”, porque yo estaba destinado en Fuengirola y su hermana vive en Córdoba. Ella decía que tenía ganas de que me viniera a Córdoba para poder verme todo lo que quisiera, y ver a su hermana y echar allí temporadas conmigo. Pero, mira, murió el 17 de febrero del 2008 y el 23 de junio de ese año me destinaron a Córdoba. No lo vio. La pobre murió antes, una pena.
P. ¿Qué se ha encontrado en la Audiencia cuando ha llegado a la presidencia?
R. Francamente, yo conocía la audiencia. Fui juez decano de Montoro, cuando estuve destinado allí, durante más de tres años. Fui juez decano de Córdoba durante más de siete años, casi ocho. Hacía inspecciones por los juzgados de Paz y los juzgados de primera Instancia e Instrucción que llevaban el Registro Civil. Por tanto, yo conocía la provincia. Los juzgados de Córdoba los conozco perfectamente porque he sido decano, y luego la Audiencia Provincial, siendo yo juez decano, me planteé la posibilidad de pedir una plaza que salió allí, porque aspiraba a ser presidente de la Audiencia para modernizar y cambiar la Justicia. Desde el 2023 estoy destinado en la Audiencia, con lo cual también conocí al tribunal. En fin, no me ha sorprendido nada, era lo que yo conocía. Te puede gustar o no, pero es lo que hay.
P. ¿Y qué gusta menos y qué, más?
R. La Audiencia Provincial de Córdoba funciona bien en el sentido de que la curia -que son abogados, procuradores y graduados sociales- son muy buenos colaboradores con la Administración de Justicia y con nosotros, en el sentido de impartir justicia. Es una Audiencia que funciona bien y tiene buenas secciones. El problema está ahora con los cambios. Hay que adaptarse a los cambios, que siempre cuestan trabajo. Yo animo a los funcionarios, a los compañeros y a todo el mundo a que estos cambios se miren con optimismo y se miren como mejora. Siempre digo que, al igual que unos zapatos o un vestido nuevos requieren adaptarse al pie o al cuerpo los primeros días, estos cambios deben ser vistos con optimismo. Ya veremos si hay que modificar algo o no, pero puede haber tensiones y disfunciones, y eso es natural. No tenemos que cerrarnos en que el sistema es malo, sino intentar que funcione y, si no, modificarlo. Vamos a cambiar de una organización judicial del siglo XIX a otra más moderna. Eso lleva sus trámites, pero yo soy optimista y lo vamos a conseguir y va a salir bien.
P. Pero echa en falta que esa mentalidad reformista no sea la que impere.
R. No es que no impere. Pasa algo parecido a cuando una persona está acostumbrada a sentarse siempre en la misma silla y, de pronto, llega alguien que se sienta en ella; al principio, siente un cierto rechazo, pero luego se relaja y piensa: “Es que la silla no es mía, puede sentarse cualquiera”. Aquí pasa algo parecido. Lo que hay, para mí no es miedo, sino un...
P. ¿Inmovilismo?
R. No es exactamente inmovilismo porque los compañeros y compañeras saben que no podemos quedarnos inmóviles ante el futuro que se avecina. Es ese temor a lo desconocido, a la evolución, al cambio, al progreso. Es cuestión de mentalidad, de abrir la mente, y decir: “Oye, no me puedo cerrar al cambio”. Probablemente tiene cosas malas, pero seguro que tiene cosas buenas. Nosotros podemos elevar informes a la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia -yo formo parte de ella desde el 2014- y los elevamos al Consejo, que los eleva al Ministerio, y muchas veces nos hacen caso. Otras veces son razones de política judicial, y cada partido tiene la suya, y yo ahí ni entro ni salgo, lo respeto, como pido respeto para mí como juez. Si hay que cambiar algo, hay que cambiarlo, y lo mismo digo con la administración autonómica.
Lo último que hizo mi padre fue pagarme a plazos los libros de la escuela
P. ¿Qué papel tiene la política a la hora de poder escalar en la judicatura? Hay magistrados que, aun estando muy preparados, no llegan al Supremo, por ejemplo.
R. En la judicatura, no debería de tener ninguno. Yo no creo en eso. Ni la política debería de politizar la carrera judicial, ni la justicia debe de judicializar la política. Eso es malo; es malo el transmitir a la sociedad etiquetas como juez conservador, juez progresista, juez de izquierda, juez de derecha, o la división del Consejo General del Poder. Si el juez -y yo, por lo menos, lo hago- se pone delante de un pleito, me da igual que sea la persona más rica del mundo que la más pobre. Yo voy a resolver ese pleito lo más justamente posible en equidad. Yo siempre intento ser lo más equitativo posible. La equidad es algo que hay que saber manejarla muy bien porque, si no, puedes crear una injusticia, ya que la equidad es la igualdad en la oportunidad. Yo intento implementar esa equidad en mis resoluciones. Intento aplicar la ley equitativamente, no con rigor, sino equitativamente. Se puede, sí, siempre que la interpretes de forma razonable. Si la interpretas de forma arbitraria, cometemos el delito más grave que puede cometer un juez, que es la prevaricación, y ese no es el camino.
P. En el último CIS de mayo, nueve de cada 10 personas consideran que la justicia no es igual para todos. ¿En qué momento se empezó a alejar la Justicia y por qué?
R. Yo no lo percibo así. El problema de esas estadísticas es que se hacen cuando hay casos mediáticos. Seguramente el CIS no lo dirá, pero cuántas de esas personas que dicen que la justicia no es igual para todos han hecho uso de ella, nos sorprenderíamos. Hay otras estadísticas del CIS, quizá más antiguas, que decían que, aunque ese era el sentir, la mayor parte de las personas que habían hecho uso del servicio de justicia estaban completamente satisfechas de lo bien que se había llevado a cabo su caso. No sé cómo se ha hecho esa encuesta, pero me imagino que las personas que opinan así quizá no hayan hecho uso del servicio y se dejen llevar por los casos mediáticos. En estos casos parece que fulanito, por ser fulanito, tiene más privilegios que menganito, que no tiene nada, como el hijo de un minero como yo, porque no puede pagar un buen abogado. Yo digo que los abogados de oficio son muy profesionales. Puede haber alguno que no lo sea, al igual que puede haber algún juez que sea prevaricador; somos seres humanos. Si en la sociedad hay delincuentes, pues en todas las profesiones hay delincuentes, aunque solo sea por estadística. Yo estoy convencido de que el juez, cuando se sienta a resolver, resuelve en justicia. Yo creo que es igual para todos. Ya le digo, la razón por la que la ciudadanía puede pensar así es por los casos mediáticos, cuyo problema es que muchos medios de comunicación tampoco entienden el funcionamiento de la Justicia y pueden dar informaciones que lleven a error, con toda la buena voluntad del mundo. Yo opino que la Justicia es igual para todos; por lo menos, lo intentamos. Es cierto que se dice que la Justicia es como una tela de araña, donde queda atrapado el débil y el poderoso la rompe sin problemas, pero yo, sin embargo, creo que la justicia es igual para todos porque es lo que yo intento todos los días llevar a cabo. Yo le hablo por mí.
P. ¿Los jueces deben elegir a los jueces?
R. Aquí siempre hay un debate sobre la forma de elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial, y siempre hay un riesgo entre corporativismo versus politización, y no elegimos ninguna de las dos cosas. El espíritu de la Constitución es que los jueces elijan a 12 vocales del Consejo y que los ciudadanos, a través de las Cortes Generales, elijan a ocho. El problema está en cómo eligen los jueces a esos 12. No debe ser por listas de asociaciones judiciales, sino que debe haber una lista con todos los candidatos, para que cada persona elija a sus 12 o a seis. Esto es para que haya más diversidad, y los 12 más votados por los jueces serían los que integren ese Consejo, junto con los ocho elegidos por los ciudadanos a través de sus representantes. Eso es lo ideal, y así lo dijo el Tribunal Constitucional. El problema es que eso se ha ido pervirtiendo con el paso del tiempo y hemos llegado a un sistema de cuotas donde los grupos parlamentarios se las reparten. En esta ocasión nos han prometido que, una vez, que los eligieran, ya no iban a influir más sobre ellos. Yo creo que si se eligieran bien, con un sistema justo y equitativo -los 12 por los jueces y los ocho por los políticos- se mantendría ese equilibrio entre la judicatura y la ciudadanía. ¿Es malo lo actual? Es constitucional, pero siempre que no haya reparto por cuotas, que se elijan los mejores currículums, los más capacitados para gestionar la Justicia... El problema es cuando no se eligen a esos más capacitados por su capacidad, sino que se eligen por otros motivos. Por tanto, cualquier sistema va a ser malo si no se hace honradamente. La Comisión de Venecia dice que España tiene que intentar buscar un sistema de elección equitativa por parte de los jueces que no esté dominado por una minoría que controle a los demás y que, aparte, se equilibraría con la elección por parte de las Cortes Generales del resto de vocales.
P. ¿Un político debe criticar públicamente una resolución judicial?
R. Por supuesto, y un ciudadano y cualquiera. Nosotros tenemos que estar sometidos a la crítica. No puede ser que se diga que has injuriado o calumniado a la Justicia porque has criticado una resolución, por Dios. Las resoluciones se deben de criticar de la misma forma que el ciudadano tiene derecho a criticar al político si se equivoca o si le parece que no está haciendo lo correcto. La crítica es buena, y si es constructiva, mucho mejor. Yo, como juez, puedo resolver un pleito con toda la ilusión del mundo y equivocarme, y al escuchar la crítica, puedo decir: “Me cago en la mar, si es que lleva razón esta persona”. Tengo que esperar a ver si recurre y le dan la razón en la instancia superior para otra vez aprender. Por supuesto que hay que criticar, pero una cosa es criticar y otra cosa es injuriar, calumniar o llamar prevaricador a un juez. Eso hace mucho daño a la Justicia porque también cala en la ciudadanía. Lo mismo pasa con los políticos: habrá alguno que no sea honrado, pero la mayoría está sacrificando su vida personal y su futuro profesional, dejando de desarrollar carreras profesionales por ser diputados o senadores, y llevando a cabo su función con honradez y humildad. Hay que tener un poco de respeto. La crítica es estupenda, y si es constructiva, mejor, porque crítica destructiva no es crítica.
La Audiencia de Córdoba funciona bien, pero hay que adaptarse a los cambios
P. ¿Y usted dejaría todo eso por dedicarse a la política?
R. En estos momentos me siento juez y me creo juez. Creo que puedo ayudar a que la ciudadanía perciba la Justicia como buena. Ahora mismo, en estos momentos, no me planteo la política. Me planteo ejercer mi función judicial lo mejor posible y, sobre todo, ayudar en todo lo que pueda a que la justicia impere en nuestro mundo. Otra cosa es lo que yo puedo hacer lo que puedo hacer, mi mano, mi margen de maniobra, pero nada más.
P. Ha hablado antes de la de las asociaciones. ¿Pertenece a alguna organización de magistrados?.
R. Las asociaciones de magistrados existen y son algo parecido a los sindicatos. El hecho de que tú estés en una asociación o en otra no significa que seas conservador o progresista, aunque se suelen hacer diferenciaciones. Yo no voy a esconder mi pertenencia: yo pertenezco a la Asociación Profesional de la Magistratura. Mi preparador era una persona relevante de esta asociación, era el presidente de la misma en el País Vasco, y yo me asocié y punto. Una vez que uno se asocia, debe mantenerse en ella. Yo formo parte del número, pero no tengo ningún puesto en dicha asociación. Nunca he aspirado ni a ser delegado provincial, aunque se me ha propuesto, ni a ser delegado regional.
P. ¿Por qué no ha querido?
R. Porque consideraba que tenía que ser juez decano de Córdoba, y si yo ocupaba ese cargo, no puedo tener ese papel en una asociación. Para mí era incompatible totalmente. Nadie me iba a creer, aunque yo iba a luchar por acercar la Justicia al ciudadano y porque hubiera justicia. En el año 1850 más o menos, Montero Ríos, que era el ministro de Gracia y Justicia cuando se aprobó la Ley Provisional del Poder Judicial, ya dijo en la exposición de motivos que “el juez debe de apartarse de la política”. Las asociaciones no dejan de hacer política porque la tienen que hacer. El juez debe apartarse de la política porque nunca será creído por aquel que demande justicia en ese juzgado cuando el contrario sea del mismo partido político que el juez. Entonces, yo destierro de mí la política, ya sea judicial o de estado, cada vez que ejerzo como juez. El hecho de que un juez pertenezca a Jueces para la Democracia no significa que sea de izquierdas. A lo mejor el de Jueces para la Democracia es más de derechas que el fallecido Franco, y el otro es más de izquierdas que Santiago Carrillo o la Pasionaria. No tiene nada que ver. Las asociaciones judiciales, lo que realmente busca cada una, es un modelo de carrera. La Asociación Profesional tiene un modelo más conservador. Jueces para la Democracia -y ahí está Francisco Victoria y el Foro Judicial Independiente, no nos olvidemos- tiene una mente más abierta hacia el ingreso en la judicatura por otras opciones que no sea la oposición. Yo creo en el mérito y la capacidad, y estos no están reñidos con la existencia de la oposición o con la de otras formas de ingreso. Tenemos el quinto turno en el Tribunal Supremo, y para mí la existencia de ese quinto turno es algo estupendo para la Justicia, porque es el tribunal que sienta cátedra. Ahí hay una forma de ingreso no solamente siendo juez, sino siendo catedrático, abogado del Estado o juristas de reconocida competencia que nos dan otra visión de la justicia. A mí eso me parece maravilloso. Creo que la forma fundamental de ingreso debe ser la oposición, pero no descarto que personas relevantes que hayan demostrado esa madurez jurídica y científica puedan ingresar en la judicatura. Yo estoy afiliado a la Asociación Profesional porque creo en la oposición. Asumo también la otra forma de ingreso y creo que, a veces, deberíamos de evolucionar en ese sentido. La gente debe saber que no porque uno esté en un sitio o en otro es más de izquierdas o más de derechas; no es cierto, no es así. Y no te voy a decir de dónde soy (risas).
P. (Risas) Normal, normal. Repasando su programa para acceder a la plaza, uno de sus lemas ha sido el de acercar la Justicia a la ciudadanía. Dígame medidas concretas
R. Las tengo, otra cuestión es que las consiga. En primer lugar, la primera medida es asistir a todos los actos que organice la sociedad cordobesa para que vean al presidente de la Audiencia Provincial, puedan hablar con él y transmitirle sus inquietudes con la Justicia. Eso es fundamental, pero con humildad y llanamente, no en una urna. A la sociedad hay que conocerla y hay que estar con ella. Lo primero que hice cuando vine aquí fue recorrerme todo el barrio y entrar a las tiendas, entrar a los bares, ir a echar la Primitiva...
P. ¿Y le tocó?
R. Qué va (risas). A la semana, mis compañeros me decían: “Bueno, macho, pero si te conoce todo el mundo, todo el mundo te saluda”. Para acercar la Justicia, hay que conocer la sociedad, saber dónde vive, cómo piensa, cuáles son sus inquietudes y qué es lo que echa en falta en la judicatura. Para eso, tengo la idea de integrar una vez al año unas jornadas de puertas abiertas, para que los ciudadanos que lo deseen, vengan. Yo, junto con algunos jueces y juezas que quieran colaborar, funcionarios y funcionarias, podríamos enseñar un poco la Ciudad de Justicia. Luego nos reuniríamos en el salón de actos, que tiene capacidad para muchas personas, para explicar, ponerles un vídeo institucional de la Justicia, y acercarnos a ellos, a sus problemas. Esa es otra cosa que me gustaría hacer. Otra cosa que me gustaría sería educar en justicia con los niños y niñas de tercero y cuarto de la ESO. Yo dependo de más gente, y solo no puedo ir por todos los colegios de Córdoba, pero iré a todos los que pueda, y pediré colaboración a mis compañeros. La idea es explicarles un poco la Justicia, que es un servicio para ellos, y que nos vean como seres humanos cercanos, lo cual es fundamental. Otra idea que tengo es intentar que los niños y las niñas me cuenten, bien por escrito o como sea, qué opinan de la Justicia. Ahí es donde yo voy a aprender mucho, porque lo que me van a transmitir es lo que ellos ven y lo que oyen en su casa y el vecindario. Para mí, eso va a ser muy importante porque me va a transmitir muchas experiencias. Si puedo, intentaré otorgar un premio a un niño y una niña, creando un jurado, para las mejores redacciones para esa edad, y así incentivarlos. Les podríamos regalar una tablet, o, al menos, un diploma o algo, aunque el problema es quién lo paga; yo buscaré dinero de algún sitio, o si hace falta, ponemos nosotros a cinco euros cada uno. Luego, me gustaría también organizar jornadas de conferencias y charlas, pero dependo de mucha gente. Finalmente, quiero instaurar el Día de la Justicia, coincidiendo con la jornada de puertas abiertas y la entrega de premios, y organizar un acto con las autoridades y con todas las asociaciones culturales de Córdoba, las peñas, las cofradías, la sociedad cordobesa, y allí hacer entrega de esos premios. Sería mi ilusión, intentaré hacerlo, y si no me ayuda nadie, lo haré solo. Estoy seguro de que me va a ayudar gente.
La Justicia es igual para todos
P. ¿Corren malos tiempos entre juventud y la polarización?
R. La polarización no es buena. El problema está en que hay que ser crítico y hay que empezar por la familia. Si en la familia no se educa a los hijos, no podemos estar esperanzados en que los eduquen en el colegio. Si en la familia no enseñamos igualdad, o a no hacer bullying, ya tenemos algo en contra. Luego, en la educación, por favor, que se haga un mayor esfuerzo en valores, yo creo que lo intentan, pero hay que hacerlo. Y después, los medios, responsabilidad. Los medios de comunicación también influyen, y las redes sociales son lo que más hay que controlar. Hay que inculcar a todas estas personas influencers que, aunque la libertad de expresión es muy bonita, deben tener en cuenta que están influyendo en personas que están creándose su propio criterio y que pueden llegar a criterios erróneos, como el racismo, la xenofobia, la violencia de género y el bullying. Es triste que en los colegios se llegue al punto de que un niño de 14 años o uno de 12 agrede sexualmente a una niña. Son cosas inasumibles que empiezan en la familia, en el colegio y lo rematan las redes sociales y los medios de comunicación.
P. Su paso por la Sección Tercera de la Audiencia le hizo un poco especializarse en violencia de género. ¿Qué hace falta para proteger a las víctimas en su totalidad?
R. Cuando pasé a ser presidente de la Audiencia, pasé a ser presidente de la Sección Tercera, que lleva violencia de género. Se hace todo lo que se puede por parte del Ejecutivo, el Legislativo, el gubernativo de policías y asistentes sociales, los observatorios, la judicatura, la Fiscalía, los letrados y los funcionarios. Ojalá se pudiera poner un policía 24 horas a cada persona que tenga riesgo o haya sido víctima de violencia, pero es imposible. Lo que sí tenemos es que desde el primer momento en el que se denuncia -que ese es quizá el más grave problema, que no se denuncia-, la Policía activa los protocolos y le da protección a la víctima. Luego, pasa al juzgado y este, automáticamente, dependiendo de la gravedad, o ingresa en prisión al maltratador o le coloca una pulsera. O si tiene dudas, a lo mejor solo le pone un policía custodio a la señora. En el juicio, que respeta la presunción de inocencia, hay que probar la culpabilidad. La víctima ya viene muchas veces, la mayoría, con su orden de protección, su auto de alejamiento y su pulsera. Si la sentencia es condenatoria, se mantienen esas medidas de protección durante un tiempo. ¿Qué ocurre? Llega un momento en que ya no se le pueden seguir dotando de todas esas medidas y tenemos que presuponer que el sistema ha sido lo suficientemente bueno y eficaz para reinsertar socialmente al maltratador y que esa víctima no va a volver a sufrir más maltrato, pero esa es la creencia, es lo ideal. El problema que estamos viendo es que muchos que maltratan a una víctima maltratan a más víctimas, y a la vez, una víctima maltratada vuelve a ser maltratada por otros agresores. Hay que buscar alguna forma de saber detectar cuando la víctima no hemos sido capaces de recuperarla a través de especialistas para no dejarla a su libre albedrío, porque por su vulnerabilidad encontrará a otro maltratador. Y, por otra parte, habría que buscar modos o formas para que el maltratador salga rehabilitado y no vuelva a maltratar. El sistema no es perfecto, se intenta, pero tenemos que estar permanentemente pensando en cómo mejorarlo. Los servicios sociales penitenciarios, las asociaciones de víctimas, los políticos y la Administración de Justicia tienen mucho que decir. De hecho, existen las comisiones provinciales de violencia de género a nivel judicial, de la subdelegación del gobierno de España, a todos los niveles. Ahí tratamos de buscar mejoras para transmitir a quien tiene la competencia para legislar, pero todavía tenemos muchas cosas que hacer y muchas vueltas que darle a la violencia de género.
P. ¿Cree en la total reinserción de los condenados por violencia de género?
R. Yo creo en la reinserción de todos los delincuentes, siempre y cuando estos lo quieran. Si no se quiere reinsertar, no hay reinserción posible. Se dice que la mayoría de los violadores no se reinsertan, o no quieren reinsertarse, o no hemos encontrado el medio para “amueblarle la mente de otra manera para que no piense que la mujer es un objeto”. Es ahí la cuestión.
P. ¿Entiende a esa parte de la ciudadanía que piensa así, que considera que hay determinados condenados que no son reinsertables?
R. Comprendo que la ciudadanía tenga miedo cada vez que sale a la calle una persona de esas de prisión. Comprendo y comparto que puede haber muchos que no se hayan reinsertado, pero somos un país democrático y no podemos tener a nadie en prisión hasta su muerte por el hecho de que exista ese riesgo. Alguna vez hay que poner fin. Para eso está la prisión permanente revisable, para que se vaya estudiando si está o no preparado para salir, una vez que cumpla su mitad de la condena o sus tres partes, y que se vea dónde falla el tratamiento penitenciario. Es más cuestión de tratamiento penitenciario y de voluntad del propio delincuente. Si es malo por naturaleza, hay que intentar que sea bueno, pero el Estado y la Justicia lo intentan, aunque el sistema no es perfecto. Yo comprendo a los ciudadanos, claro que los comprendo.
P. ¿Es peligroso legislar a golpe de caso mediático judicial?
R. Mucho. La legislación se tiene que hacer poco a poco, con serenidad y con tranquilidad. Si se legisla por caso particular mediático, no es bueno. ¿Por qué? Porque te vas a dejar atrás cosas que deberías de cambiar que han dado lugar a ese caso. El caso mediático te puede servir para incentivar el cambio, pero este tienes que hacerlo meditadamente, sosegadamente, viendo los pros y los contras, y cuáles son las causas. Si no analizas de dónde proviene ese caso mediático, por mucho que agraves la pena, te va a salir otro caso mediático, porque no has puesto fin a las causas que lo han originado. Yo creo que la legislación tiene que ser serena. Es como la justicia: a la hora de dictar sentencia, hay que ser tranquilo, abstraerse de todo pensamiento personal y centrarse en el caso concreto para resolverlo en justicia y en equidad. La legislación, para mí, es igual. Hay que hacerlo tranquilo, con un debate parlamentario adecuado, donde no se insulten ni se llamen al orden continuamente, ni que parezca una verdulería. El debate parlamentario tiene que ser un debate donde los representantes de los ciudadanos den explicaciones de por qué hay que cambiar, por qué hay que legislar y cuáles son las razones. Estoy seguro de que saldrían muy buenas leyes; de hecho, salen.
Una cosa es criticar una sentencia y otra, injuriar o llamar prevaricador a un juez
P. ¿La vergüenza lo que pasa en el Congreso y en el Senado?
R. No me avergüenza porque digo: “Dios mío, si es que están polarizados”. Lo que me avergüenza es la polarización. Yo soy más de consenso, de acercamientos, de intentar dejar de un lado lo que lleva Vox y lo que lleva el PP, lo que lleva Izquierda Unida, lo que lleva el PSOE y lo que llevan los nacionalistas. Creo que deben de juntarse e intentar hacer política de Estado. Mire, me va a llamar conservador, no lo soy, pero yo soy del consenso de la Transición. Pienso que la etapa que estamos viviendo es la mejor etapa que ha vivido nuestro país, la que más paz y más libertad nos ha dado. España siempre se ha distinguido porque, si no había un golpe militar, había un golpe político, peleándonos casi siempre (piense en el siglo XIX o hasta la mitad del siglo XX). Gracias a ese consenso, donde los que hicieron la Guerra Civil y los del otro lado dejaron atrás el pasado y dijeron: “Vamos a construir una nueva nación, vamos a vivir en democracia”, y salió la Constitución. Todos cedieron. ¿Qué más hubiera querido Santiago Carrillo y el Partido Comunista que España hubiera sido una república? Era su ideología o la del PSOE de la época. Y de los otros, algunos querían una dictadura personificada en el rey, una monarquía autoritaria. Los del medio, la mayoría, querían una monarquía parlamentaria, y al final entre todos dijeron: “Bueno, venga, yo renuncio a la República; yo, a la monarquía absoluta”. Al final, salió una monarquía parlamentaria que nos ha dado mucha estabilidad. ¿Tiene fallos? Claro. En la organización territorial del Estado los tiene. Se tiende hacia una confederación, en vez de hacia una federación, porque el Estado autonómico va más allá de lo que es un Estado federal. Yo soy doctor en Derecho y mi tesis doctoral va sobre eso en parte. Si todos estamos de acuerdo, volvamos a ese consenso y consideremos que hay que cambiar la Constitución para modernizar la organización del Estado. Sería estupendo. Ahora, lo que no podemos hacer es polarizar. Eso sí me da a mí me da a mi miedo.
P. Quizás la polarización surge en su momento cuando se lanzan mensajes que no aceptan el resultado de unas elecciones electorales, por ejemplo.
R. Es que hay factores que llevan a eso. Yo lo que les diría, si pudiera dirigirme al Parlamento de la misma manera que se dirige cualquier diputado o senador, es: “Por favor, señores, dejen en la puerta sus problemas de partido y los personales. No se fijen en lo que hace el otro, ni usted lo que el otro hizo o hace”. Lo ideal sería: “Vamos a construir el Estado y una sociedad justa, vamos a legislar bien”. Pero no puedo decírselo (risas).
P. Hablemos de la reciente comarcalización de los casos de violencia de género aquí en la provincia.
R. Como magistrado, alabo al Ejecutivo y al Legislativo por la comarcalización. Otra cosa es que me guste cómo lo han hecho. La comarcalización es muy buena. Quizá yo hubiera comarcalizado de otra manera a Córdoba, pero como es un real decreto, se puede modificar. Vamos a ver cómo funciona, y vamos a estar, a través de nuestra sala de gobierno y nuestro consejo, al tanto con el Ejecutivo para que, junto con el Legislativo, modifiquen esa comarcalización para que sea más eficiente.
P. ¿Por qué la comarcalización es buena?
R. Porque los partidos judiciales son del siglo XIX. Se crearon así por las comunicaciones que había en la época -el coche de San Fernando, yendo a pie, en burro, un mulo, o los más pudientes, un caballo o un carruaje- para que todo el mundo tuviera acceso a la Justicia sin problemas. Entonces, tenía que estar el juzgado a 20, 30, 40 kilómetros como mucho. En el siglo XXI ya tenemos AVE, aviones y otros medios. Ya el Partido judicial no tiene sentido como tal. La oficina judicial sí tiene que seguir ahí. Y lo deseable es que en cada municipio hubiese una para que se le prestase el servicio cercano al justiciable, ¿vale? Pero el juez, no. El juez tiene que estar en su tribunal de instancia, en su comarcalización, en su capital comarcalizada, que se tendrá que desplazar si está en Lucena, algunas veces a Montilla, otras veces a Cabra y otras veces a Puente Genil, pero el tribunal tiene que estar junto. ¿Qué teníamos antes de la comarcalización? Que en cada partido judicial había un juez o una jueza que llevaba violencia, pero otras muchas cosas más: asuntos civiles, instruye asuntos penales, lleva Familia, en fin, lo lleva todo. ¿Usted cree que ese juez o esa jueza, que ponen un interés tremendo en hacerlo y que quieren hacerlo, puede dar una atención adecuada a esa víctima y a ese maltratador? Lo intentan, lo hacen y lo consiguen, prácticamente, en parte. Pero luego, ¿qué ocurre con esa víctima? El juicio no se celebra en ese pueblo, sino en Córdoba. La Unidad de Valoración Integral de Violencia de Género está en Córdoba, no en el pueblo. Y tiene que venir aquí a esa unidad Con lo cual, ¿qué es lo que hemos ganado? Unificar varios partidos judiciales de violencia de género en un uno en Córdoba capital que se dedica exclusivamente a eso. Para denunciar, la víctima no se tiene que trasladar a Córdoba capital ni nada. Además, se puede practicar la declaración de la víctima desde su misma residencia por medios telemáticos. La tecnología ha avanzado mucho. Esto es es lo que yo veo que es bueno y me parece un acierto que lo hayan intentado. El problema está en que creo que, por error o porque no les han informado bien o, bueno, porque creen que es mejor así, no se ha hecho tal y como yo lo veo. Yo habría comarcalizado el sur de la provincia y la capital. De tal manera que en la zona sur -Lucena, Puente Genil y Cabra- pones un juez exclusivo de violencia de género y Priego, Montilla o Baena, me lo traigo a Córdoba, por ejemplo. ¿Qué pasa? Que habría que crear una plaza más en Córdoba, como se ha creado, y una plaza más en Lucena. Nos hemos ahorrado una plaza judicial, bien, pero yo prefiero pagarla. ¿Por qué? Porque la víctima está más cerca de su juez de su juez de violencia. Vamos a ver cómo funciona, pero yo creo que al final le trasladaremos al Ministerio que la comarcalización tiene que ser de esta manera.
Ahora mismo no me planteo entrar en política
P. ¿No se podría haber modificado ese real decreto antes de ponerlo en marcha?
R. En ello se anda. Ha entrado en vigor, pero hasta el 1 de enero no entra en funcionamiento. El Colegio de Abogados de Lucena ha recurrido al Tribunal Supremo. Hombre, si desde allí leen esta entrevista, no sé si lo habrán hecho, peor yo elevaría una exposición razonada al ministro de Justicia por aquello de que porque el abogado del Estado va a ir a defender al Estado lo que ha resuelto el Estado. Un real decreto tiene sus razones. Si está razonado, se va a confirmar, pero, a lo mejor, lo que hace falta es un empujón político.
P. ¿Entiende que los trabajadores de violencia de la Ciudad de la Justicia mostraran sus temores hace apenas dos semanas?
R. Los juzgados de violencia de género están dotados de poco personal, desde el juez hasta el último funcionario dentro de Justicia. En conjunto se hacen esfuerzos para que sean los mejores dotados, pero no llegamos porque al haber aquí en Córdoba una sola jueza de violencia de género -esto esperemos que ya esté revirtiendo porque ya hay una juez de adscripción territorial adscrita al Juzgado de Violencia de Género y a partir de enero vendrá un titular más a violencia de género-, la situación actual no es deseable. A ese juzgado le tienen que entrar 16 asuntos y le entran 2.000 y pico. Es imposible a pesar de los refuerzos. Luego, todos los días hay detenidos. Pero es que, además, tiene que atender a las víctimas, celebrar los juicios de Familia de las víctimas... Terminan a las 17:00 o a las 18:00. No me extraña que se quejen. Ellos pretenderán que, o se pone más personal para que puedan salir a una hora razonable o pedirán más dinero por esas horas que echan. Si en vez de una hubiera dos plazas de juez, posiblemente la cosa cambiaba porque ya una plaza se podía dedicar solo y exclusivamente a los detenidos, y la otra plaza celebraría esa semana los juicios civiles, con lo cual no tendría ninguna interrupción y terminaría a su hora prudencial.
P. ¿Hay juzgados de la provincia que no estén adaptados a esa tecnología de la que me hablaba?
R. Todos los de primera instancia e instrucción lo están, otra cosa es que funcionen bien porque hay muchos fallos, pero bueno. Sin embargo, no todas las oficinas de los juzgados de Paz tienen esa tecnología, pero creo que la consejería tiene previsto todo eso.
P. En su programa hay otra medida, cuanto menos curiosa, y es la relativa a la seguridad en la Ciudad de la Justicia. Es cierto que la ciudadanía pasa por un torno, pero pone en evidencia la facilidad de acceso a todas las instancias una vez dentro.
R. Así es. Desde que soy juez decano en este edificio, en el año 2017, hasta que dejé de serlo, en mi informe anual hice ver la falta de seguridad. La absoluta es imposible, pero se puede acercar uno a ella, ¿no? Aquí entra todo el mundo, pasa por un arco detector de metales y ya está. Aquí hay despachos de jueces y no estoy hablando del mío como presidente porque hasta llegar a mí hay que pasar por muchos filtros. Le estoy hablando de la jueza del Penal 5 o el del Penal 3. No va a ocurrir porque somos civilizados, pero la seguridad siempre hay que ponerla donde haya más riesgo. Hay encima de las mesas grapadoras, tijeras, abrecartas y otros instrumentos que se pueden utilizar para causar daño y a los que se puede acceder desde cualquier sitio. Si me hubieran consultado cuando se construyó este edificio, lo habría dejado igual por fuera, pero por dentro lo habría cambiado totalmente. He visto otras ciudades de la Justicia, como la de Vitoria, donde estuve 16 años, y allí hay mostradores en cada planta donde el ciudadano se para y no puede pasar hasta que no es atendido. ¿No le parece mucho más seguro?
P. Sí
R. Menos cercano, me puede decir
P. Totalmente
R. Pero en el equilibrio, busco mejor lo seguro. El ciudadano no deja de estar atendido y bien. Ahora, no sé si con el cambio de la oficina judicial en el proyecto estará hacerlo tipo mostradores o acceso directo. Lo único que pido a los funcionarios es que no tengan en la mesa ningún instrumento que pueda ser utilizado para causar daño.
Es peligroso legislar a golpe de caso mediático
P. ¿Los trabajadores le han transmitido esa preocupación?
R. No, no, es algo que yo he detectado. Quizá porque me paseo mucho por el edificio y lo veo, o porque me preocupa la seguridad de las personas y que se preste un servicio adecuado al ciudadano, o por mi propia forma de ser. Recuerdo que en su día lo planteé ante la consejería y las autoridades de la época me dijeron que no, que no sentían esa inseguridad. Bueno, pues allá ellos.
P. ¿Se lo ha trasladado a la actual consejería?
R. Todavía no he tenido oportunidad. Pero el que tuvo un infarto, se cuida.
P. ¿En esta Ciudad de la Justicia?
R. No, en otra
P. ¿Cómo lo llevó?
R. Con dignidad y perdonando siempre. Además, con un tío grande como yo y con esta envergadura no es lo mismo (risas)
P. Claro, se pone la cosa un poco complicada (risas). ¿Cómo evaluará el éxito de su mandato?
R. Ojalá sea un éxito porque será el éxito de Córdoba y de la ciudadanía, no mío. Créame, así lo pienso. No hago las cosas por egocentrismo, egoísmo o por ser importante, sino por ayudar a las personas, lo que no significa que no lo haga con rigor jurídico. Me gusta el pensamiento filosófico porque tiende hacia la libertad, la igualdad y, especialmente, la equidad. Eso es lo que guía mi forma de ser. ¿Por qué? Porque eso lleva hacia el progreso, que es la evolución del ser humano con libertad y seguridad. Una libertad en la que se respeten a los demás. Una democracia bien entendida, no una democracia donde la mayoría machaca a la minoría. Hay que respetar a las minorías porque, a lo mejor, llevan algo de razón que te enfoca la mente. Creo en el ser humano. Si todas las personas pensamos en hacer el bien, en ser humildes y en tratar con respeto a las demás personas, esto cambia.
P. Es una visión quizás muy ilusionista de la sociedad.
R. Yo soy un ilusionista, si me quieres llamar así (risas). Soy una persona que cree que el mundo puede mejorar y que todos podemos ayudar, aunque sí es cierto que hay mucho ego.
P. Su programa es bastante largo, no sé yo si en un mandato le va a dar tiempo, así que supongo que habrá un segundo.
R. Intentaré que me dé tiempo. Lo conseguiré.
Los juzgados de violencia de género están dotados de poco personal
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